–Te ha llamado ella misma, te ha escrito una carta o algo así, por eso ibas a verla; de lo contrario, ¿acaso irías?
–Aquí está la nota —Aliosha la sacó del bolsillo. Mitia la leyó rápidamente.
–¡Y tú has venido por patios traseros! ¡Oh, dioses! Os agradezco que lo enviaseis por atajos y que fuera a parar hasta mí, como el pez de oro que pesca el viejo y estúpido pescador en el cuento.[80] Escucha, Aliosha, escucha, hermano. Ahora voy a contártelo todo. Porque a alguien tengo que decírselo. Al ángel del cielo ya se lo he dicho, pero debo decírselo también a un ángel en la tierra. Tú eres un ángel en la tierra. Tú escucharás, juzgarás y perdonarás… Y eso es lo que yo necesito, que alguien superior me perdone. Escucha: si dos seres de repente rompen con todo lo terrenal y vuelan hacia lo extraordinario, o al menos alguno de ellos lo hace, y antes de eso, mientras emprende el vuelo o perece, se acerca a otro ser y le dice: hazme esto o aquello, algo que uno nunca pediría a nadie, salvo en el lecho de muerte… ¿Puede uno negarse a hacerlo… si es un amigo, un hermano?
–Yo lo haré, pero dime qué es y dímelo cuanto antes —dijo Aliosha.
–Cuanto antes… Hum… No tengas prisa, Aliosha: tienes prisa y te preocupas. No hay por qué apresurarse ahora. Ahora el mundo ha salido a una nueva calle. ¡Ay, Aliosha, es una pena que nunca hayas alcanzado el éxtasis! Pero ¿qué estoy diciendo? ¡Como si no lo hubieras alcanzado! ¡Qué charlatán soy!
¡Que el hombre sea noble!
»¿De quién es ese verso?[81]
Aliosha decidió esperar. Comprendió que, posiblemente, todo lo que tenía que hacer en ese momento estaba allí. Mitia se quedó pensativo un instante, con los codos sobre la mesa y la cabeza apoyada en la palma de una mano. Los dos estuvieron un rato callados.
–Liosha —dijo Mitia—, ¡tú eres el único que no se va a reír! Quisiera empezar… mi confesión… con el himno a la alegría de Schiller. An die Freude![82] Pero no sé alemán, solo sé que se llama An die Freude. No creas que hablo así porque estoy borracho. No lo estoy en absoluto. El coñac es coñac, pero yo necesito dos botellas para embriagarme.
Así, Sileno carirrojo,
sobre su asno tropezón,[83]
»pero yo no he bebido ni un cuarto de botella y tampoco soy Sileno. No soy Sileno, pero sí silente, porque como te he dicho he tomado una decisión para siempre. Perdóname el juego de palabras, tendrás que perdonarme muchas cosas hoy, no solo el juego de palabras. No te inquietes, no me extenderé mucho, te cuento una cosa y enseguida llegaré al meollo. No te haré perder el tiempo como un miserable judío. Espera, cómo es eso… —Alzó la cabeza, se quedó pensativo y de repente se lanzó a recitar con voz exaltada—:
Tímido, desnudo y salvaje
se ocultaba el troglodita
en la hendidura de la montaña,
vagaba el nómada por campos
y a su paso los asolaba.
El cazador, con lanzas y flechas,
batía amenazante los bosques…
¡Ay, del náufrago llevado por las olas
hasta aquellas playas inhóspitas!
Desde las alturas del Olimpo,
desciende la madre Ceres
en busca de Proserpina, raptada:
la tierra que pisa es salvaje.
Nada de cobijo, nada de ofrendas
que saluden a la divinidad,
y el culto ignora a los dioses,
ningún templo los adora.
Los frutos del campo, los dulces racimos,
no adornan ningún banquete,
solo humean los restos de las víctimas
sobre los altares ensangrentados.
Y dondequiera que abarque
Ceres con su triste mirada
encuentra a los hombres
en dolorosa humillación.[84]
De repente unos sollozos brotaron del pecho de Mitia. Cogió a Aliosha de la mano.
–Amigo, amigo, sí, en la humillación, en la profunda humillación todavía. ¡Es terrible lo mucho que ha de soportar el hombre en la tierra, es terrible la cantidad de sus desdichas! No creas que soy solo un fanfarrón, disfrazado de oficial, que se emborracha con coñac y se entrega al libertinaje. Yo, hermano, casi solo pienso en eso, en ese hombre humillado, si es que no miento. Dios me salve de mentir o de jactarme. Porque pienso en ese hombre, yo mismo soy ese hombre:
Para que el hombre salga de la abyección
por la fuerza de su alma
es preciso que forje un pacto eterno
con la antigua madre Tierra…[85]
»Solo que ahí está el problema: ¿cómo pactar esta alianza eterna con la tierra? Yo no beso la tierra, no le abro el seno; ¿tendría que hacerme campesino o pastor? Camino y no sé nada, no sé si he caído en el hedor y en la vergüenza o en la luz y en la alegría. Ésa es la desgracia. Y cuando me encontraba sumido en la más profunda, en la más honda vergüenza (y eso era lo único que me sucedía), siempre leía este poema sobre Ceres y el hombre. ¿Me servía para corregirme? ¡Nunca! Porque soy un Karamázov. Y cuando me precipito al abismo, me precipito derecho, con la cabeza abajo y los talones arriba, incluso me siento satisfecho de caer en una posición tan humillante y considero que para mí eso es la belleza. Y desde el fondo de esta vergüenza de pronto empiezo un himno. Sí, soy un maldito, soy miserable y vil, pero también puedo besar el borde de esa túnica con la que se envuelve mi Dios y, aunque al mismo tiempo siga al diablo, continúo siendo tu hijo, Señor, y te amo, y siento una felicidad sin la cual el mundo no puede mantenerse ni ser.
El alma de la creación divina
apaga su sed con eterna alegría,
la llama de la vida prende
con la secreta fuerza de la fermentación;
es ella la que hace crecer la hierba,
en soles torna el caos
y, libres de los astrónomos,
por los espacios los astros dispersa.
Del seno de la naturaleza
todo lo nacido alegría bebe.
Arrastra tras de sí seres y pueblos,
amigos nos brindó en el infortunio,
zumo de uvas, coronas de flores,
y la lujuria de los insectos…
Y el ángel ante Dios comparecerá.[86]
»Pero ¡basta de poesía! He vertido lágrimas, déjame llorar un poco más. Que sea una estupidez de la que todos se rían, pero tú no. A ti también te brillan los ojos. Basta de poesía. Quiero hablarte ahora de los “insectos”, de esos a los que Dios ha dotado de lujuria.
¡A los insectos, la lujuria!
»Yo, hermano, soy ese insecto, y esas palabras fueron pronunciadas especialmente para mí. Y todos nosotros, los Karamázov, somos así; ese insecto también vive dentro de ti, Aliosha, que eres un ángel, y engendra tormentas en tu sangre. ¡Tormentas, porque la lujuria es una tormenta, más que una tormenta! ¡La belleza es una cosa terrible y pavorosa! Terrible porque es indefinible,