Filosofía de la educación. Carlos Rojas Osorio. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Rojas Osorio
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587149432
Скачать книгу
el mundo. Se trata de reglas muy generales para modelar el hábito del lector en su camino hacia la sabiduría, y no como mera acumulación de conocimiento.

      Escribe Hugo de San Víctor: “La sabiduría ilumina al hombre para que pueda reconocerse a sí mismo”.23 Mediante el estudio, agrega, el lector se aproxima a la sabiduría, y el propio ‘yo’ se enciende y brilla. Todos los seres tienen su propia fuente de luz. El lector debe exponerse a la luz de la página para conocerse a sí mismo; se encamina así por la senda de la luz, que habrá de revelarle su propio yo. Como se puede apreciar, la máxima délfica “conócete a ti mismo” tiene una larga historia que va desde Sócrates (recogida por Jenofonte) hasta el momento en que vive Hugo de San Víctor.24 Como comenta Illich:

      Uno de los grandes descubrimientos del siglo xii es lo que hoy queremos decir cuando, en la conversación ordinaria hablamos del “yo” o del “individuo”. En la constelación conceptual griega o romana esto no podría haber encajado de ninguna manera.25

      Hay una gran diferencia entre nuestro punto de partida y el de los sabios de aquella época. “La obra de Hugo asiste a la primera aparición de este nuevo modo de ser. Hugo, una persona extremadamente sensible, experimenta el nuevo modo de identidad característico de su generación”.26 De San Víctor invita a alejarse de la tierra natal y partir para un viaje de autodescubrimiento. Es esta una nueva actitud: partir en peregrinaje hacia el descubrimiento de sí mismo. El amor a la sabiduría lo entiende Hugo como amistad (amicitia). La amistad es un jardín de la vida, un paraíso reconquistado. Vemos cómo se cristianiza la idea platónica según la cual el conocimiento es deficiente sin la amistad.

      Hugo de San Víctor recomienda al estudiante que, como lector, debe avanzar en orden: “Ordenar es la interiorización de esa armonía cósmica y simbólica que Dios ha establecido en el acto de la creación”.27 Pero es la historia la que debe poner orden. La búsqueda de la sabiduría se encamina hacia el orden y sus símbolos. El simbolismo medieval no se entendía a sí mismo como algo meramente subjetivo, sino que consideraba que el mundo es en sí mismo significativo. Symboleîn significa ‘reunir’. El universo entero es un vasto simbolismo.

      Una vez excluida la creatio ex nihilo, se justifica la asimilación del cosmos a un libro escrito por Dios: el conocimiento de la Escritura y su interpretación vienen a identificarse con el conocimiento en general, no habiendo puntos de referencia externos respecto a la creación divina y a la revelación a través de la Biblia.28

      De san Víctor está comprometido con esta tesis, que hace del universo entero un simbolismo.29 Para Hugo, esos símbolos no son mitos, sino “hechos”. En el simbolismo vamos de lo visible a lo invisible.

      El orden histórico es diferente del orden que seguimos en el aprendizaje. El lector deberá colocar lo aprendido en su debido orden histórico (se trata del orden histórico de la Biblia; del Génesis al Apocalipsis). El Didascalicon da reglas para que el estudiante progrese ordenadamente. Hugo toma la división de las disciplinas del saber de san Isidoro de Sevilla, para quien Maestro sólo era quien dominaba las siete artes liberales (el trivium y el quadrivium). Siguiendo una regla que se remonta hasta Pitágoras, durante los primeros siete años de vida no se podía preguntar la razón de las afirmaciones del maestro, sino que había que creerlas. Después de este periodo se suponía que uno mismo podía entender esas razones que antes no entendía.

      De acuerdo con las recomendaciones de Hugo de San Víctor, es necesario entrenar la memoria para obtener una buena lectura, y para ello se utilizaban distintas estrategias memorísticas. En este sentido se puede decir que de San Víctor recupera el arte de la memoria, que había sido tan importante en la Antigüedad. El bardo unía en su memoria retazos del pasado; Homero era un cantor de este tipo, pero vivió en una época en que ya el alfabeto se había difundido. Platón sostiene que la memoria viva es superior a la escritura, y Cicerón, por su parte, afirma que la memoria abarca todas las cosas. En la retórica, el orador prepara mentalmente el discurso.30 Illich nos dice que “Hugo recupera el antiguo arte del orador y lo enseña como una habilidad de lectura”.31 El entrenamiento de la memoria era un preludio de la sabiduría.

      Hugo parece ser el primero en restablecer seriamente el adiestramiento clásico de la memoria y, por lo tanto, fue la última gran figura que propuso la memoria como la única o principal manera de recordar la información.32

      Para Hugo de San Víctor hay que ir primero a los hechos históricos, y solo después a la interpretación alegórica:

      Primero aprende la historia y confía diligentemente a tu memoria la verdad de los hechos, recordando desde el principio hasta el fin lo que se ha hecho, cuándo se ha hecho, dónde se ha hecho. Y quiénes lo han hecho [...] Y no creo que puedas llegar a ser perfectamente sensible para la alegoría si no tienes antes una buena base en la memoria.33

      Es preciso, asimismo, ir de lo corporal a lo espiritual.34 Como para San Agustín, también para Hugo el significado primero de un texto es el literal o histórico: con el sentido alegórico significamos una cosa por medio de otra; y el sentido tropológico es entendido como un decir que prescribe un hacer, una acción.

      Cuando Hugo lee, cosecha; recoge los frutos de las líneas. Sabe que Plinio ya había observado que la palabra página, ‘página’, puede referirse a las líneas de los viñedos en conjunto. Las líneas de la página eran los hilos del enrejado que sostienen las viñas. Mientras recoge el fruto de las hojas de pergamino, las voces paginarum caen en su boca; como un suave murmullo si van dirigidas a su propio oído.35

      En los monasterios se leía siguiendo el murmullo de los labios. El monje lee y rumia las Escrituras. Bernardo de Claraval, refiriéndose al Cantar de los Cantares, escribe: “lo rumio dulcemente, y se llenan mis entrañas, y mi interior se alimenta”.36 Para el monje la lectura es una forma de vida: ora et labora. La sabiduría la encuentra en el ocio; pero la lectura lleva al descanso del alma. Hugo de San Víctor no hace una fuerte distinción entre teología y filosofía; para él, la luz de la fe y la luz de la razón iluminan el texto. Hugo no desprecia los saberes naturales, pues todos los saberes pueden servir a la sabiduría como búsqueda del bien perfecto. La razón y la revelación son modos de conocer la obra divina. Hay conocimientos que se derivan directamente de la razón y, por tanto, son conocimientos necesarios; otros conocimientos son conformes a la razón, y solo son probables, y otros más están por encima de la razón, y versan sobre cosas admirables. Es objeto de la fe lo que está por encima de la razón, pero también lo que es conforme a la razón. Lo que está por encima de la razón, la fe, no puede ser ayudado por la razón. Lo que compete a la razón es todo el conocimiento natural; lo que compete a la fe es la revelación. Pero la razón no contradice a la fe, porque lo propio de la fe está por encima de la razón.

      La nueva tecnología de la lectura y la escritura que surge a finales del siglo xii se convierte inmediatamente en monopolio de los escribas. Los escribas se definen como los cultos, frente a los que únicamente escuchan la palabra escrita, los simples laicos.37

      Se empieza a leer con una nueva estructura mental. Esta lectura va a predominar en el mundo de los clérigos; es decir, la búsqueda de la sabiduría ligada a una forma de vida y a la lectura edificante era la de los monjes. El nuevo estilo clerical tiende ya a una forma laica. Ahora comienza la lectura silenciosa y Hugo contribuye a ello. En la Antigüedad la lectura silenciosa era una proeza.

      Hugo hablaba a sus alumnos. Un siglo más tarde, Tomás de Aquino les explicaba.

      Cuando Hugo hablaba delante de cualquier libro abierto, la página era de pergamino y él hacía comentarios sobre sus líneas. Tomás iba a clase con sus propias notas para la lección. A diferencia de Hugo, Tomás escribía en estilo cursivo apropiado para anotar palabras claves, y lo hacía en papel liso y barato, que no tenía que sujetarse como el cuero rebelde. Los novicios de Hugo leían sus palabras o expresiones (loquela, dicta), pero los estudiantes universitarios seguían la composición (compositio) de Tomás.38

      En el siglo xii se fabricaba papel y los artesanos formaban ya un gremio bien establecido. La cofradía de los escribanos utilizaba letras de molde fabricadas en China para editar sus manuscritos con sofisticados adornos para las letras mayúsculas. Hacia finales del siglo xiii los estudiantes ya se habían