Filosofía de la educación. Carlos Rojas Osorio. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Rojas Osorio
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587149432
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y es a través de este medio sensible como podemos pensar en otras cosas e incluso informarnos acerca de ellas. El signo se refiere esencialmente a una cosa distinta de sí misma: “Cuando decimos ‘piedra’ esta palabra es un signo porque significa algo, sin que por esto sea un signo lo que ella significa”.9 El signo se refiere a las cosas, no es un mero juego circular de los signos entre sí. Es preciso ver en esta posición agustiniana un momento de realismo. También es importante notar que aquí Agustín muestra que la instrucción se hace por medio de signos: “Toda instrucción se reduce a enseñanza de cosas o de signos, mas las cosas se conocen por medio de signos”.10

      El obispo de Hipona pasa luego a caracterizar las palabras como signos: “Nadie utiliza las palabras sino para significar algo”.11 Y en De magistro dice, acerca de la palabra, que “todo lo que, significando algo, brota mediante articulación, hiere el oído para despertar sensación y se trasmite a la memoria para dar conocimiento”.12 En esta caracterización se toma en cuenta la doble dimensión de la palabra: su ser sensible como voz articulada y la asociación mental que produce; el sonido y la significación. Como todo signo, la palabra significa, pero significa mediante una materia sensible que es el sonido producido por la voz y es recibido por el oído. La especificidad del signo verbal es la de ser un signo audible.

      Los signos verbales significan primariamente según han sido instituidos, pero pueden también significar traslaticia o metafóricamente:

      Los signos son propios o metafóricos. Se llaman propios cuando se emplean a fin de denotar las cosas para las cuales fueron instituidos, como cuando decimos ‘buey’ […]. Los signos son metafóricos o trasladados cuando las mismas cosas que denominamos con sus propios nombres se toman para significar alguna otra cosa, como cuando utilizamos ‘buey’ para referirnos al predicador del Evangelio.13

      El término instituta es la expresión latina que se usa para traducir el término griego sinteké, el cual es usado por Aristóteles para definir la forma de significación de las palabras. Aristóteles nos dice que las cosas no significan por naturaleza, sino por institución social.14 De modo que Agustín sigue aquí a Aristóteles, en el sentido de la significación de la palabra por costumbre, uso o institución social. La doble posibilidad de significación del signo verbal (por institución o sentido propio y por metáfora o traslación) es importante para Agustín, pues le permite pasar de la significación literal del lenguaje bíblico a su significación metafórica —práctica que es constante en él.

      San Agustín distingue entre palabra y nombre. Toda palabra es nombre. Palabra (verbum) es el sonido audible; nombre (nomen) es el significado: “¿Por qué una cosa de estas dos ha sido llamada palabra y la otra nombre? [...] Lo primero se dirige al oído y lo segundo al espíritu”.15 La palabra no se limita a ser signo audible, pues su función esencial es la designación. Lo que San Agustín está diciendo es que toda palabra es significativa.16 Luego el nombre es también palabra, pues vemos que se profiere mediante articulación de la voz con algún significado.17

      Ahora bien, la significación parece ser la cosa a la cual se refiere el signo: “El nombre es signo audible de signos audibles, mientras las cosas son signos, pero no de signos, sino de cosas ya visibles, como Rómulo, Roma, río, ya inteligibles, como “virtud”.18 La significación del nombre se refiere, pues, a una cosa (res) que puede ser material o inmaterial. Pero Agustín pregunta a su hijo Adeodato, con quien dialoga, si esta tesis no es problemática, puesto que hay palabras que no “representan” cosas: ¿qué cosa representa la palabra nihil (nada)? ¿Nihil quid aliud significat, nisi id quod non est? (¿Nada que significa sino lo que no es?”). A lo cual responde el mismo Agustín: “decimos que con esta palabra, más bien que una realidad —que no existe— se significa una afección del ánimo (an affectionem animi).19 “Afección del alma” es la expresión aristotélica para la idea en cuanto la voz se asocia a ella en la significación verbal. Las palabras son signos de las ideas, y las ideas son signos de las cosas.

      San Agustín agrega algo más a su idea de la significación; se trata del hecho de que hay signos que se refieren a sí mismos: “Por tanto, hay signos que, entre las cosas que significan, se significan a sí mismos”.20 También en su famoso tratado De Trinitate reconoce la reflexividad de las palabras: “Del mismo modo que la palabra significa algo, así también se significa a sí misma”.21 Significación esencial de las palabras es referirse a las cosas, pero también las palabras aluden a sí mismas. El propio Agustín da un ejemplo: “Al decir ‘signo’ también significamos una palabra, y al decir ‘palabra’ también denotamos un signo; porque los términos signo y palabra son a la vez dos signos y dos palabras”.22

      En resumen, las palabras son signos, y, como todos los signos, su función es significar. Ahora bien, las significaciones han sido establecidas por institución social. Es la sociedad la que establece la significación usual de las palabras. Pero ¿en qué consiste propiamente la significación? La significación consiste en una asociación entre el sonido y las cosas significadas (significabilia); excepto en algunos casos en los cuales los significados son solo “afecciones del alma” y en otros en que los signos se refieren a sí mismos.

      Un principio que San Agustín establece es que el conocimiento de las cosas es más importante que el conocimiento de los signos y las palabras. Recordemos que De Magistro es un diálogo entre Agustín y su hijo Adeodato, y trata de lo que se debe enseñar. Resulta interesante que el diálogo versa en su totalidad sobre las palabras y los signos, a pesar de que el obispo recalca la idea de que lo que se debe enseñar son las cosas y no solo las palabras o los signos. Agustín establece que la enseñanza es la finalidad del lenguaje y que la enseñanza puede ser instrucción acerca de las cosas o acerca de palabras. Después de analizar sus ideas acerca de la significación, concluye, sin embargo, que lo decisivo es la enseñanza de las cosas:

      No aprendemos nada por medio de los signos que se llaman palabras; porque, como ya he dicho, no es el signo el que nos da a conocer la cosa, antes bien el conocimiento de la cosa nos enseña el valor de la palabra, es decir, la significación que entraña el sonido.23

      La posición de San Agustín es enérgica: nada aprendemos por las solas palabras; su posición es realista: son las cosas las que establecen el valor de las palabras (tesis que concuerda con su teoría de la significación). Las palabras son medios de significación, pero no es mediante ellas como fundamentalmente obtenemos conocimiento de las cosas.

      Puede notarse, como vimos, que aquí lo que importa no es la palabra exterior sino el pensamiento y las cosas, y por encima de todo ello el verbo divino. La palabra funge como manifestación externa del pensamiento; es la ancilla o sierva de todo el sistema, su más humilde servidor. Si Jacques Derrida ha constatado que la escritura ha sido pensada en la metafísica occidental como suplemento, aquí la palabra (oral) es ya pensada en la exterioridad de su carácter suplementario. La escritura quedaría aun mayormente marginalizada. Primero está el verbo divino, luego el verbo mental, luego el verbo oral, y sólo en última instancia el verbo escrito, el cual Agustín ni siquiera menciona en su texto. El verbum mentis (concepto) refleja la idea tal como esta se da en el logos divino. En este sentido, Todorov comenta:

      San Agustín imagina un estado del significado en el que el significado no es dado todavía por el lenguaje. Es un significado universal aparte, ya que el lenguaje es descrito en términos fonéticos. La situación no es muy diferente a la de Aristóteles. Hay estados de la mente que son universales y unos lenguajes particulares.24

      Solo antes de Babel había un lenguaje universal: después solo la idea es universal y las lenguas son sus reflejos particulares.

      El sentido intencional

      Cuando San Agustín estudia las palabras, afirma que estas no son signos naturales, y las caracteriza luego como signos convencionales y voluntarios. Los signos naturales son tales porque significan con independencia del deseo o la voluntad humana. En cambio, las palabras son signos en los cuales sí interviene la voluntad humana. La huella que deja el animal al pasar es un signo natural, independiente de los deseos humanos. Todorov llama la atención sobre la mala interpretación que se suele hacer en relación con los signos voluntarios y convencionales: “Agustín no iguala lo intencional con lo convencional”.25 Lo tradicional, desde el Cratilo platónico, es oponer