El efecto de esta transformación de la página y el libro sobre la etología y la semántica de la lectura y, por tanto, sobre el pensamiento, fue más importante que el de la imprenta. El principal efecto de esta última invención fue el de mecanizar el procedimiento mediante el cual la página del siglo xii aún se sigue reproduciendo hoy en día. Hacia el año 1240 el libro ya se parecía mucho más en lo esencial al objeto que nosotros conocemos que al libro que Hugo contempla.39
De los gremios de artesanos
al gremio de estudiantes
y maestros: la universidad
Hugo de San Víctor no solo programa la educación sobre la base de las artes liberales, sino que también tiene en cuenta las artes mecánicas. Y Honorio de Autun lo confirma, al señalar que, además del trivium y el quadrivium, enumera la física y la mecánica, por medio de las cuales
los peregrinos aprenden a trabajar los metales, la madera, el mármol, la pintura, la escultura y todas las artes manuales [...]. Noé construyó el arca, enseñó el arte de la fortificación y los diversos trabajos textiles.40
El gran medievalista agrega que los intelectuales se consideraban, en cierto modo, artesanos; su taller era la escuela, el colegio y luego la universidad. Arte es techné, afirma Hugo de San Víctor, recordando la clasificación aristotélica de los saberes. Por su parte, Tomás de Aquino define el arte así: Ars est recta ratio factibilium (arte es la recta razón de lo que puede hacerse), o sea, la aplicación de la razón a lo que debe producirse. El carpintero y el herrero producen artesanalmente; el arte del maestro es la enseñanza, que es también un saber hacer. No es pues casual que, así como las distintas clases de artesanos se asociaban en gremios, también los profesores e intelectuales llegaran a asociarse en un nuevo gremio que se llama ‘universidad’.
La forma normal de asociación era en aquel tiempo la corporación. Con sus estudiantes crearon entonces una corporación, una Universitas; el término técnico para designar toda asociación corporativa. Fue así como nació la Universidad de París, esto es, la corporación de maestros y estudiantes parisinos.41
La construcción de monumentales catedrales, como Nuestra Señora de París, requería de una inmensa masa de artesanos de diferente tipo. Estos artesanos formaron corporaciones o gremios, universitas. Los artesanos ubicaban sus talleres cerca de las catedrales donde trabajaban y allí se reunían también para el cuidado de las actividades del gremio. Estas asociaciones gremiales fueron reuniendo secretos relativos a los oficios que ejercían. El aprendizaje de cada arte o técnica (albañiles, canteros, herreros) se hacía en el taller. Así que los talleres gremiales fueron centros educativos donde se aprendían las técnicas artesanales.
Esto dio pie a que se montara un sistema de calificaciones para la admisión de nuevos miembros, sistema que no era otra cosa que el equivalente técnico del que paralelamente se desarrollaba en las escuelas catedralicias.42
El gremio establecía rigurosas exigencias en el aprendizaje de un oficio determinado para mantener la competencia (o habilidad) en cada arte. Cada nuevo miembro debía someterse a estas exigencias gremiales. Quien quisiera dedicarse a un oficio determinado debía ineludiblemente unirse al gremio correspondiente, y allí tenía lugar el aprendizaje en el oficio. La meta a alcanzar por el aprendiz era llegar al grado de maestro. Este entrenamiento duraba hasta siete años.
Los gremios fueron el instrumento que permitió a la Europa medieval conservar sus conocimientos técnicos, y en muchos casos esos mismos gremios asimilaron y experimentaron nuevas ideas.43
Los gremios fueron creando una literatura propia con los resultados de los conocimientos adquiridos en el taller; incluso se redactaron manuales, como lo hacían los romanos y los griegos. Para conservar los secretos de sus conocimientos adquiridos en los talleres llegaron hasta fundar escuelas propias donde estudiaban los hijos de los artesanos y maestros. Se formó así una doble forma de educación: por un lado, la educación técnica o artesanal de los gremios y, por otro lado, la educación literaria de las artes liberales, más cercana a los clérigos y a los profesores, o intelectuales, como los llama Le Goff.
Pedro Abelardo y el método escolástico
Scholasticus era alguien que enseñaba en la escuela, un maestro. Se trataba de escuelas municipales como las que habían existido en Roma.
En toda ciudad de la Edad Media, lo más probable es que hubiera un Scholasticus con uno o más maestros bajo su vigilancia. El escolástico, clérigo bajo la jurisdicción del obispo, era un maestro con licencia, nombrado y pagado por éste. Podía ser, acaso, la única persona en la localidad que sabía escribir bien. A medida que los negocios y el comercio se iban desarrollando, había gran demanda de sus servicios, y para el siglo xiv un solo escolástico era insuficiente para satisfacer las necesidades de una población. Reforzaba la demanda de escolásticos el hecho de que muchos padres se daban cuenta de que el escribir, la gramática y la lectura eran los mejores medios para emprender una carrera de escribiente. Lo mismo que en la Mesopotamia y el Egipto antiguos, hacerse escribiente se consideraba como medio de mejorar la posición económica y social.44
Sin saber de qué se habla, se suele tomar el término ‘escolástica’ en sentido peyorativo. Pero, en realidad, se trataba de un método, el método escolástico, que fue el que los maestros de artes liberales y de teología implantaron en las escuelas de artes y luego en las universidades medievales. El método escolástico es un método dialéctico, y la dialéctica es, desde Platón, la lógica, y está entre las artes que forman el trivium. Es esta dialéctica, entendida como método, la que tiene preferencia a partir del siglo xii en Europa. Régine Pernoud señala que
Ser estudiante en el siglo xii es discutir interminablemente de tesis y de hipótesis, de mayor y de menor, de “antecedente” y de “consecuente” […]. Pero lo que entonces preocupa a la inteligencia es la dialéctica, es decir, el arte de razonar, considerado en esos tiempos como el arte por excelencia o, como escribía años antes un gran pensador, Rabano Mauro, “la disciplina de la disciplinas; es la que enseña a enseñar, la que enseña a aprender”; en ella la razón descubre y muestra lo que es, lo que quiere, lo que ve.45
La dialéctica enseña a usar la razón como instrumento de búsqueda de conocimientos. Siguiendo a Aristóteles, los medievales vieron en la lógica un instrumento preferencial para la investigación de las verdades naturales: aquellas que la razón humana, por su propio esfuerzo, puede encontrar. Desde luego, para el hombre medieval primero están las verdades sobrenaturales de la fe; pero en este periodo intelectual eminentemente renovador hay un gran interés por la verdad natural de la razón. La dialéctica como método se aplicará también en la teología. Usando la lógica, el filósofo y el teólogo medieval buscarán que no haya contradicción entre las verdades de la fe y las verdades de la razón. Lo nuevo es que no temen avanzar todo lo que es humanamente posible en esa búsqueda de conocimiento racional e incluso de comprensión racional de la fe. La escolástica busca hacer compatible la fe y la razón.
La lógica entendida al modo de la dialéctica “supone discusión, conversación, intercambio. Y bajo esta forma se persigue entonces, en todos los campos, la búsqueda de la verdad: por medio de la discusión, o disputa”.46 Maestros y estudiantes tratan de llegar a la verdad natural (o racional) por la vía de la discusión; esto implica aceptar solo las verdades que hayan sido disputadas, discutidas. La dialéctica enseña a plantear las bases de una argumentación, los conceptos o términos adecuados que deben utilizarse y las formas de razonamiento válido. Dentro de este marco estrictamente lógico es como debe llevarse a cabo la discusión. “La expansión de la dialéctica será tal en el siglo xii, que este método de ‘cuestiones disputadas’ se extenderá a todas las ciencias profanas y sagradas”.47
Pedro Abelardo48 es un abanderado de la dialéctica, “es uno de los que contribuirá a presentar la ciencia sagrada como una exposición sistemática de doctrinas, con definiciones y demostraciones: lo que serán las sumas teológicas del siglo siguiente”.49 Por eso se lo ha denominado