Filosofía de la educación. Carlos Rojas Osorio. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Rojas Osorio
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587149432
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denominó El Paráclito, y adonde afluían numerosos estudiantes para seguir las lecciones con el más grande disputador lógico de su época. Este afán de someter todas las verdades al rigor de la dialéctica se vio como un racionalismo que pretendía impugnar el estilo mucho más místico del periodo anterior. De hecho, la forma de aplicar la solución que Abelardo da al problema de los universales fue sospechosa para las autoridades eclesiásticas de su época. Se pensó que su solución conceptualista al problema de los universales lo hacía caer en un triteísmo (considera que la Trinidad serían tres dioses), doctrina condenada por la Iglesia.

      ¿En qué consiste el problema de los universales? Las palabras y los conceptos son universales, es decir, no designan sólo a un individuo sino a un conjunto de individuos. Pero esto podría ser solo una comodidad o economía de pensamiento necesario para el funcionamiento del lenguaje. Entonces cabe la pregunta: ¿los términos o conceptos universales corresponden a algo en la realidad o son meras palabras? El maestro de Abelardo, Roscelino, sostuvo esto último, es decir, que los universales son solo palabras, flatus vocis. A esta solución se le denomina nominalismo. La forma como la presenta Roscelino es exagerada, pues el nominalismo puede entenderse como la teoría que defiende que los universales están en el lenguaje (y en el entendimiento) pero no en las cosas mismas, en la realidad (dado que las cosas mismas son siempre singulares). Aristóteles había enseñado que el ser como sustancia es individual y que solo la esencia es universal.

      La otra solución es el realismo de los universales, que se le atribuye a Platón y tuvo seguidores medievales, como el otro maestro de Abelardo, Guillermo de Champeaux, y antes de él, San Anselmo. Los defensores del realismo de los universales sostienen que estos existen ante rem (previos a la realidad natural); que existen también en el entendimiento y en la realidad natural. Los universales ante rem son las ideas platónicas entendidas como existentes en el mundo inteligible (topos ouranios) o “lugar celeste”. San Agustín da un giro monoteísta a la solución platónica y afirma que las ideas (universales) existen en la mente divina (afirmación en la que muchos lo siguieron). Así pues, el universal ante rem, anterior a la realidad natural, tiene dos formas: la platónica en el mundo celeste, y la agustiniana, que ubica las ideas en el verbo divino. Que las ideas universales existan en el entendimiento humano no parece tener mucho problema. El problema está con lo que el filósofo árabe Avicena denominó “el tercer estado de la esencia”. El primer estado de la esencia es el físico, el ser o esencia en cada individuo. El segundo estado es la idea en el entendimiento. Y el tercer estado de la esencia es la esencia como esencia, o sea, la idea universal pero dada en la naturaleza de las cosas. Según el realismo no existen solo los individuos, existen las esencias como universal in re (en la realidad). Por lo tanto, a las ideas universales del entendimiento corresponde un ser (o esencia) universal en la realidad. Las esencias como universal in re serían los géneros y las especies. Es decir, géneros y especies no serían solo clasificaciones humanas convencionales o arbitrarias, sino que dichas clasificaciones corresponden a la naturaleza de las cosas, pues en ellas se da el universal. La esencia individual es un caballo, por ejemplo. La esencia en el entendimiento es la idea de caballo. Y la esencia universal o tercer estado de la esencia es la equinitas, la especie como tal.

      Pedro Abelardo no siguió ni el nominalismo de su maestro Roscelino, ni el realismo de su otro maestro Guillermo de Champeaux (de hecho, a este lo hizo cambiar de opinión en el problema que nos ocupa). La posición de Abelardo se denomina conceptualista. Esta teoría hace de la especie y del género una idea colectiva que el entendimiento concibe por medio de la abstracción. Los universales no son para Abelardo meras palabras; tampoco son esencias celestes. La especie humana está constituida por una serie de individuos parecidos entre sí.

      Toda esta serie, aunque esencialmente múltiple, las autoridades en la materia la llaman especie, un universal, una naturaleza, del mismo modo que a un pueblo, aunque esté compuesto de varias personas, se lo llama uno [...]. La humanidad, reunida en las naturalezas de diferentes individuos, se resume en una sola y misma concepción, en una sola y misma naturaleza.50

      El entendimiento puede separar lo que en las cosas es particular de lo que es universal.

      En el mundo parisino en que se movió Abelardo en su juventud hubo una joven entregada al estudio de las letras y la sabiduría, que se movía con facilidad en los estudios filosóficos. Eloísa estudió sus primeros cursos en Nuestra Señora de Argenteuil, un convento que también tenía su propia escuela.

      Su formación fue la de su tiempo: los salmos, la Sagrada Escritura y los autores profanos, que se estudian en clase de gramática y que forman la base del caudal intelectual. Cita sin dificultad a los padres de la Iglesia, y también a Ovidio o a Séneca [...] La curiosidad de su espíritu es ilimitada, puesto que quiso estudiar, no sólo el ciclo completo de las artes liberales, la dialéctica en primer término, sino también, si se cree a Pedro el Venerable, la teología.51

      Su tío Fulberto, canónigo de París, se entusiasmó con la inteligencia de la sobrina y le facilitó los medios para su educación. Durante este tiempo Abelardo enseñaba en París con mucho éxito, y entonces el canónigo lo contrató para dar clases privadas a su sobrina. Maestro y discípula se enamoraron: “Bajo el pretexto de estudiar nos entregamos por entero al amor”, escribe el propio Abelardo en su Historia de mis calamidades.

      La mujer está, pues, presente, y la aparición de Eloísa junto a Abelardo apoyada por el movimiento de los goliardos que reivindican para los clérigos, incluso para los sacerdotes, los goces de la carne, manifiesta rotundamente un aspecto del intelectual del siglo xii. Su humanismo exige que sea plenamente hombre. El intelectual rechaza todo aquello que podría manifestarse como una disminución de sí mismo. Tiene necesidad de la mujer para realizarse.52

      Tomás de Aquino: De Magistro

      Con Tomás de Aquino53 llega la filosofía católica medieval a su más alta cumbre. En las primeras décadas del siglo xiii se propagaron por Europa algunas obras de Aristóteles que habían sido descubiertas recientemente. Desde Boecio se conocían solo algunas obras del gran filósofo, Las categorías y Sobre la interpretación, pero fueron los filósofos árabes quienes en aquel tiempo tradujeron y difundieron el pensamiento aristotélico. En efecto, Averroes comentó casi todas las obras del estagirita, y Tomás de Aquino estudió la obra de Aristóteles a través de la traducción del griego al latín que hizo Guillermo de Moerbecke. Solo en el siglo xiii quedó completamente concluida la traducción de las obras de Aristóteles.

      Tomás de Aquino es aristotélico; hace una síntesis entre la fe católica y la filosofía aristotélica. El aquinate comentó algunas de las obras más importantes de Aristóteles, en tratados como Comentario al De ánima, Comentario a la ética a Nicómaco, Comentario a la Metafísica. Su obra filosófica más importante es la Suma contra los gentiles, y su obra teológica sistemática más valiosa es Suma Teológica. En su libro De Veritate dedica una sección al tema del maestro: De Magistro, sobre la cual nos detendremos.

      El conocimiento humano

      Siguiendo las huellas de Aristóteles, Tomás de Aquino piensa que el conocimiento humano comienza con los sentidos y se perfecciona con la inteligencia. El objeto propio de la inteligencia humana es el ser, pero el ser de las cosas sensibles. La percepción aporta el material para la representación del mundo sensible; estas representaciones o imágenes son transformadas por el entendimiento para hacer de ellas ideas de validez universal. Tomás de Aquino reconoce que la percepción no es la causa completa del conocimiento, pues este se extiende más allá de sus bases materiales y sensibles. El entendimiento es activo; su actividad consiste en su poder generalizador y abstractivo. La abstracción separa lo esencial de lo meramente accidental, y separa lo universal de lo que sólo es particular. Por la abstracción el entendimiento supera el conocimiento sensible. A los seres espirituales los conocemos por analogía. Haciendo comparaciones con los seres materiales, podemos deducir los caracteres de los seres espirituales. Esto es claro en cuanto a la esencia de Dios, pues por vía negativa reconocemos sus cualidades; negamos en Dios todas las limitaciones e imperfecciones de los seres materiales.

      Tomás de Aquino elabora con mucho detalle la teoría de los grados de abstracción, la cual nos permite ver la ubicación de las diferentes ciencias en el plan total del conocimiento humano. Según