Es esta renovación de la vida civil y la educación lo que trae el Renacimiento, el cual pasaremos a estudiar en el siguiente capítulo.
Acerca del nombre y los enfoques sobre la Edad Media, ver Gonzalo Soto, Filosofía medieval, Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional, 2007.
1 Henry Marrou, St. Agustin et l’augustinisme, París, Seuil, 1978, p. 175.
2 Robert Holmes Beck, Historia social de la educación, México, Uteha, 1965, p. 43.Émile Durkheim, Historia de la educación y de las doctrinas pedagógicas, Madrid, La Piqueta, 1982, p. 73.
3 “En Roma se llamaba trivialis scientia a la ciencia elemental que enseñaba el literato”. Ibíd., p. 79.
4 Ibíd., p. 87.
5 Ibíd., p. 86.
6 H. Marrou, Óp. cit., p. 159.Ibíd., p. 170.
7 Jacques le Goff, Los intelectuales en la Edad Media, Barcelona, Gedisa, 2006, pp. 25-26.
8 Ibíd., p. 32.
9 Una síntesis de estos autores árabes puede verse en mi libro La filosofía: sus transformaciones en el tiempo, San Juan/Santo Domingo, Isla Negra, 2006, cap. 22.Abentofail, El filósofo autodidacto, José Berga (ed.), Madrid, Ediciones Ibéricas, 1965, p. 60.
10 Ibíd., p. 103.
11 Hugo de San Víctor (1096-1141) fue filósofo, teólogo y místico. Nació en Hartingham (Sajonia), y fue abad del monasterio de San Víctor. El Didascalicon es una de sus obras más importantes.
12 El término docere significa en la Iglesia latina ‘enseñar’, pero se asociaba también a predicar e instruir.
13 Iván Illich, En el viñedo del texto. Etología de la lectura: un comentario al Didascalicon, de Hugo de San Víctor, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 17.
14 Ibíd., p. 18.
15 Ibíd.
16 Ibíd., p. 20.Ibíd., p. 25.
17 Ibíd., p. 26. El término disciplina también se usa en latín con el sentido de paideia (educación, pero llega incluso a significar guía, corrección).
18 Ibíd., p. 28.
19 Pierre Courcelle, Connais-toi toi-même, de Socrate à Saint Bernard, París, Études Ausgustiniennes, 1974.
20 I. Illich, Óp. cit, p. 34. Illich advierte, sin embargo, que no está sugiriendo que el ‘yo’ moderno haya comenzado en el siglo xii.
21 Ibíd., p. 35.Ibíd., p. 44.
22 Maurizio Ferraris, Historia de la hermenéutica, México, Siglo XXI, 2007, p. 25.
23 Esta es también la línea de pensamiento de Dionisio Aeropagita.
24 Illich aprovecha para decirnos que en la actualidad, época de las computadoras, estas técnicas memorísticas han desaparecido. “El arte de la memoria está profundamente entrelazado con el arte de la lectura”. I. Illich, Óp. cit, p. 59.
25 Ibíd., p. 60.Ibíd., p. 63.
26 Ibíd., p. 69.
27 “La historia no tenía un lugar en las artes liberales y, consecuentemente, tampoco en el curriculum universitario posterior”. (G. A, Zinn, citado en Illich, Óp. cit., p. 86). Hugo de San Víctor recurre a la historia para la interpretación literal del texto bíblico. Pedro Abelardo, en cambio, afirma que el significado de un texto de las Escrituras debe ser constante en el tiempo para que sea un enunciado de fe.
28 I. Illich, Óp. cit., p. 78.
29 Ibíd., p. 77.Ibíd., p. 113.
30 Ibíd., p. 121.
31 Ibíd., p. 151.Citado en Le Goff, Óp. cit., p. 66.
32 Émile Durkheim, Educación y pedagogía, Inés Elvira Castaño y Gonzalo Cataño (trads.), Buenos Aires, Losada. 1998, p. 159.
33 James Bowen, Historia de la educación occidental, vol. II, Barcelona, Herder, 1992, p. 77.Ibíd., p. 78.
34 R. H. Beck, Óp. cit., p. 59.
35 Regine Pernoud, Abelardo y Eloísa, Madrid, Austral, 1973, p. 13.Ibíd.
36 Ibíd., p. 22.
37 Pedro Abelardo (1079-1142) nació en Le Pallet (Nantes, Francia). Estudió en París y fundó una escuela para enseñar sus propias doctrinas en Melun, la cual trasladó luego a Corbeil. Volvió a París para estudiar con Anselmo de Laon. Fundó otra escuela en santa Genoveva, donde tuvo mucho éxito. Se enamoró de Eloísa y se casó con ella, pero ambos decidieron vivir separados en conventos. Fue perseguido por Bernardo de Claraval, y sus doctrinas fueron condenadas por los concilios de Soissons (1121) y de Sens (1140). En Historia de mis calamidades cuenta su amorío con Eloísa; se conservan también las cartas que ambos amantes intercambiaron.
38 R. Pernoud, Óp. cit., p. 95.Victor Cousin, citado en: Ibíd., pp. 102-103.
39 R. Pernoud, Óp. cit., p. 48.
40 J. le Goff, Óp. cit., p. 51.
41 Tomás de Aquino nació en el castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, el 7 de marzo de 1225. Estudió en el monasterio benedictino de Monte Casino y luego en la Universidad de Nápoles. Ingresó en la orden de los dominicos. En París tuvo como maestro a San Alberto Magno, y con él continuó luego a Colonia. Enseñó en París y fue también maestro en la corte pontificia. Murió en el monasterio de Fossanova, en 1274.Tomás de Aquino, De Magistro, San José de Costa Rica, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1987, p. 46.
42 Ibíd., p. 47.Ibíd., p. 48.
43 Ibíd., p. 49.
44 Ibíd., p. 50.
45 El amor de benevolencia fue definido por Cicerón como “un sumo consentimiento en las cosas divinas y humanas con amor y benevolencia” Citado en Gonzalo Soto, Filosofía y cultura, Medellín, Universidad Pontifica Bolivariana, 2006, p. 23.
46 Ibíd., p. 29.
47 Ibíd., p. 25.Ibíd.
48 Óscar Mas Herrera, “Prólogo” a Tomás de Aquino, De Magistro, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1987, p. 39.
J. Le Goff, Óp. cit., p. 138.
6. Studia humanitatis: Renacimiento, filosofía, humanismo y educación
No es un alma, no es un cuerpo lo que se educa; es un hombre;
es preciso no hacer de él dos.
Miguel de Montaigne, Ensayos
Con el Renacimiento comienza la época de las autonomías, es decir, de la li-
beración de las distintas esferas de va-
lor —como diría Max Weber— y del dominio de la religión, dominio que se había prolongado a lo largo de la Edad Media. Grecia y Roma habían alcanzado en la Antigüedad la autonomía de algunos de esos dominios, y por eso vuelven a ser modelos para la cultura renacentista. La filosofía gozó de libertad y autonomía en Grecia y Roma, pero en el Medioevo católico pasó a ser ancilla theologiae (sierva de la teología). Platón desde la temprana Edad Media y Aristóteles desde el siglo xii eran los filósofos más frecuentados, pero el pensamiento de uno y otro debía acomodarse a las exigencias religiosas del cristianismo. En algunos momentos cierto aristotelismo fue considerado peligroso para la dogmática católica y hubo tesis aristotélicas (y supuestamente averroístas) condenadas por las autoridades eclesiásticas.
En el Renacimiento hay un doble movimiento: por un lado, un rechazo al plato-aristotelismo “bautizado”, es decir, acomodado a la religión, y por otro lado, una lectura más libre de Platón y Aristóteles. Para ello fue necesaria una vuelta a los textos y una lectura más filológica de sus obras. Un ejemplo de rechazo rotundo lo podemos ver en el filósofo renacentista francés Petrus Ramus cuando afirma que todo lo que había dicho Aristóteles era falso.