La constitución de las “artes liberales” en la educación romana
Cicerón designó con el término “artes liberales” al sistema pedagógico que los griegos denominaban educación general o enciclopedia (egkyklios paideia), la cual incluía siete artes liberales, agrupadas en lo que se conoce como el trivium y el quadrivium. El trivium está constituido por las artes del lenguaje (gramática, retórica, dialéctica), y el quadrivium está constituido por la música, la aritmética, la geometría y la astronomía. Entre todas ellas, la retórica fascinó a los romanos, y fue un arte que nos hizo más conscientes de los recursos del lenguaje. En la vida pública el arma es la palabra certera. La verdad en los tribunales la decide el juez; al abogado le basta la verosimilitud, que es mucho menos que la verdad. La elocuencia es una virtud, pero tiene que ir acompañada de honradez y prudencia.
Lo que en la modernidad denominamos literatura estaba comprendido, entre griegos y romanos, en la gramática y la retórica. En la poesía fue Virgilio, con su Eneida, quien se llevó la palma de la gloria y el ideal que la educación literaria propagaría. “Virgilio llegó a ser el texto latino escolar por excelencia, y siguió siéndolo durante siglos”.53 Para los griegos, la Ilíada de Homero había sido su texto escolar; los romanos, por su parte, partían de Homero y continuaban con Virgilio. Y todavía en tiempos de San Agustín se leían con atención dichas obras; el mismo San Agustín afirma haber aprendido los versos de Virgilio, la trágica muerte de Dido, el saqueo de Troya y los extravíos de Eneas.54 La grandeza de Roma, sus fuerzas y virtudes, es lo que la épica de Virgilio nos ha transmitido en forma perenne.
No hay página de la Eneida en que no vibre entera el alma de Roma, no sólo en sus mitos, sino también en sus luchas futuras y en las peripecias heroicas. Es por eso que Virgilio hace del héroe aventurero Eneas un personaje de austeridad, severidad, obediencia al Hado, que según el ideal romano de Virgilio, constituían las virtudes de la estirpe, y eran la razón de su triunfo a través del tiempo.55
Tollinchi contrasta el ideal del héroe homérico con el ideal del héroe latino de Virgilio:
El amor tan gratuito a la vida —a pesar de que es una vida que, salvo la actividad (guerra, deporte) no ofrece grandes placeres— de repente se ve condicionado por el deber. La actividad no se justifica por el simple despliegue de energías, por la pura delectación física, sino por el fin que se persigue con ella. La areté, la virtud más importante del hombre homérico, se ve ahora desplazada por la paciencia y la resignación; el desdén y hasta desprecio por el débil y el doliente por una compasión que casi no conoce límites. En vez de la alegría, una sensibilidad extremadamente receptiva al dolor, a la tragedia, e inclinada a la melancolía; en vez del desenfado y la despreocupación, un intenso sentido de cura, de inquietud y desasosiego.56
Esta nueva actitud repercute en una nueva manera de sentir el tiempo. Ya no se trata del tiempo homérico instalado en el presente, sino que el presente se amplía para comprender el pasado y el futuro.
El recuerdo de Troya, de Anquises, une a Eneas al pasado. La misión que se le descubre en el fondo de los infiernos le suscita la preocupación del futuro. El futuro tratará de realizar la memoria del pasado mediante la fundación de una nueva Troya. Desde ahora en adelante, Roma será el motor de sus anhelos y de sus andanzas, y ya no conocerá más el descanso.57
El hombre romano comienza a sentir la premura del tiempo. Con esta conciencia del presente cargado de pasado y expectante de futuro se llega también a una conciencia histórica.
En cuanto a la lectura de los más apreciados trágicos griegos (Sófocles, Esquilo, Eurípides) y latinos (Terencio, Plauto, Cecilio, Afranio), Quintiliano tiene sus preocupaciones morales:
tenía serias dudas y no quería que ninguna comedia se leyese enteramente hasta que la moral de los alumnos fuese considerada “segura”, aunque él personalmente tenía la más alta consideración por las obras de Menandro.58
Pasando a otro momento histórico de Roma, encontramos que durante el periodo imperial es importante la figura de Marco Terencio Varrón (116-27 a. C), quien escribió Disciplinarum libri IX, donde se acopia todo el saber relacionado con las siete artes liberales, y donde su autor pretendió sin éxito incluir dos materias adicionales a las siete artes liberales: la arquitectura y la medicina. Muchos manuales posteriores siguieron el ejemplo de Varrón; uno de los más famosos es la Historia natural de Plinio el Viejo, quien en esta obra hace una crítica severa a la educación que se practica en su época:
No se hacen investigaciones originales que aporten contribuciones nuevas al conocimiento; en realidad ni siquiera los descubrimientos de nuestros predecesores son estudios cabalmente.59
Quintiliano y Plinio, entre otros, latinizaron la expresión griega egkyklios paideia, y la vertieron como encyclopedia, “que servía para ellos también para designar la educación general”.60
Otra gran obra fue el manual de gramática escrito por Aelio Donato: Ars maior, Ars minor. Donato se inspira a su vez en la gramática de Dionisio Tracio. La obra de Donato influyó en otra gramática importante, la de Prisciano Institutiones grammaticae. La obra de Prisciano y la de Donato sirvieron de modelo permanente a lo largo de toda la Edad Media europea en los estudios gramaticales. El gran orador cristiano, San Jerónimo, aprendió la gramática con la obra de Donato.
Vitrubio escribió Sobre la arquitectura, obra en la que recomienda un aprendizaje no solo técnico sino también humanístico: “Los arquitectos que, sin conocimientos culturales, pretendieron alcanzar pericia manual, no lograron conseguir prestigio por su trabajo”.61 En sus escritos, Vitrubio incluye las letras, la historia, la filosofía, la música y hasta la astronomía. La necesidad de estudiar la historia y la filosofía la explica este autor así:
El conocimiento de la Historia le es conveniente, ya que muchas veces se utilizan en los edificios diversos adornos, de cuyos argumentos debe explicar el significado a quienes le pregunten […]. La filosofía, por su lado, hace que el arquitecto tenga espíritu elevado, sin arrogancia y más bien accesible, justo y fiel, y, lo más importante, sin avaricia, pues ninguna construcción puede llevarse a cabo sin buena fe y honestidad; le prescribe, también, que no sea ambicioso, ni ansioso por recibir regalos, sino que resalte su dignidad con la moderación y la buena fama.62
La filosofía, dice Vitrubio, nos ayuda al conocimiento de la naturaleza de las cosas. Y la música nos hace comprender “la relación entre la música y la leyes matemáticas de la construcción”, idea pitagórica que se ha heredado y que no deja de reiterarse.
A Marciano Capella (410-427), autor de De Nuptiis Philologiae et Mercurii, se le atribuye el haber introducido el sistema de las siete artes liberales en la Edad Media:63 “Aunque Disciplinarum libri novem proponía nueve materias en el plan de estudios romanos completo, la medicina y la arquitectura habían sido suprimidas en el siglo v y quedaban siete materias. Capella las presenta en el siguiente orden: gramática, dialéctica, retórica, geometría, aritmética, astronomía y música”. San Isidoro de Sevilla y Casiodoro siguen este mismo orden, con lo cual quedan definidos los famosos trivium y quadrivium. Casiodoro es quien aporta la expresión “siete artes liberales”: “Le confirió prestigio mágico al añadirles el número siete: ‘La sabiduría construyó su templo y talló incluso siete columnas’ (Prov. 9:1)”.64
Boecio65 sigue en la música la ya tradicional idea pitagórica. Habla de la música mundana, que es la de las esferas celestes y refleja la armonía del cosmos; de la música humana, que refleja en el alma humana la armonía cósmica, y de la música de instrumentos, a la cual no da mucha importancia. Para él, conocer la teoría de la música es un saber más elevado que saber practicarla. Al igual que Platón, Boecio defiende un enfoque ético (moralista) sobre la música. Como comenta Enrico Fubini:
A la naturaleza humana la ennoblece una melodía dulce y la exaspera una melodía bárbara; debido a esto la música (Boecio sigue las líneas marcadas de la República de Platón) es un poderoso instrumento educativo y sus efectos, benéficos o maléficos, se explican en función de los