Filosofía de la educación. Carlos Rojas Osorio. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Rojas Osorio
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587149432
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la que recibió la Edad Media latina, y durante mucho tiempo estas fueron las únicas conocidas obras del filósofo, hasta que se tradujeron del árabe al latín el resto de las obras. Boecio también escribió una introducción a La Isagoge de Porfirio, donde comenta el problema de los universales, que va a ser reiterativo en la Edad Media.

      Conclusiones

      Evaluando lo que fue la educación romana, escribe Stanley Bonner:

      Naturalmente, esta sobrevaloración del discurso no la podríamos recomendar para nuestra época, pero sigue siendo verdad que, en una democracia moderna, la habilidad de presentar un caso a un auditorio de modo persuasivo es aún constantemente necesario en muchas etapas de la vida. Hay todavía algo que aprender de la antigua insistencia en el análisis cuidadoso y considerado, en la claridad en la disposición y en la argumentación, en el uso de los recursos de estilo y en la eficaz enunciación y pronunciación del discurso.67

      Otro aspecto muy positivo que Bonner presenta con relación a la educación romana es el hecho de haber atendido a dos lenguas (latín y griego) y no solo a una, como ocurría en la educación griega:

      Permitía a los alumnos leer la mejor poesía y la mejor prosa en las dos lenguas hermanas, y abría el campo fructífero del estudio comparativo de la literatura. Los romanos fueron así los verdaderos pioneros de una educación clásica.68

      Tollinchi afirma que la retórica como ideal de formación humana no sobrevive a Cicerón, pues la auténtica retórica necesita de libertad, como en la democracia griega o en la república romana, y bajo el imperio esa democracia ya no existe. La retórica pasa entonces a ser un saber literario: se llama retórica “en la época imperial a toda obra literaria de alta calidad”.69 De hecho, como explica Bowen, hay en esa época una represión del pensamiento crítico.

      Sólo los ingenui, miembros de las familias tradicionalmente libres, trataron de mantener en vigor la práctica de la libertad de expresión y los ideales republicanos de la democracia participante. También los filósofos, formados en Grecia y muy influidos por lo helénico, procuraron resistirse a los abusos en la limitación de las libertades y al decaimiento de la educación que se produjeron durante el imperio.70

      Vespasiano se limitó a soportar la crítica de los filósofos, pero Augusto practica la censura y procesa rétores hostiles a los intereses del imperio; Domiciano, por su parte, desterró a todos los filósofos, incluido el gran estoico Epicteto.

      La invasión de los bárbaros poco a poco puso fin a la incómoda convivencia de la cultura pagana y la cristiana. También puso fin a la educación pagana. Ya entonces Casiodoro proponía un nuevo tipo de currículo que incluyera algo más que la gramática y la retórica. Boecio le dio el nombre de ‘cuadrivio’ a esos estudios que se proponían ampliar los estudios romanos. Y el recuerdo de la retórica pareció apagarse de una vez por todas cuando Gregorio Magno ordenó la destrucción de las obras de Cicerón.71

      Fue también Gregorio Magno (siglo vii) quien fustigó a Didie, arzobispo de Viena, por enseñar gramática, pues le parecía “impío” que un obispo hablara de esas cosas “que deben ignorar incluso los laicos”.72 Y Gregorio de Tours, gran predicador, confesaba que nunca aprendió retórica ni gramática (sum sine litteris rhetoricis et arte grammatica).

      Pero pasado mucho tiempo, el humanismo del Renacimiento va a ponerse bajo la égida de Cicerón. Erasmo de Rotterdam se inclina reverente ante las obras del maestro de la elocuencia: “Quizás no sea muy exagerado afirmar que, de algún modo, toda la conciencia de la modernidad depende del ritmo de los periodos de Cicerón”.73 Petrarca cuenta su experiencia cuando su padre le leía pasajes de Cicerón y experimentaba cierta dulzura en las palabras (dulcedo quaedam). La defensa de los derechos naturales también depende de la filosofía de Cicerón. En cierto modo, advierte Tollinchi, se idealiza a Cicerón como a ningún otro escritor romano. Pero “Cicerón parece haber resistido los esfuerzos milenarios por denigrarle”.74 Ninguna figura romana ha sido tan estudiada como él.

      Así pues, dos grandes tendencias dominaron la filosofía de la educación en Roma: la tendencia retórica, cuyos máximos representantes fueron Cicerón y Quintiliano, y la tendencia filosófica, representada por las escuelas filosóficas inspiradas en el estoicismo: Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. Los filósofos no defendían la retórica, sino la sabiduría, el cuidado de sí y el cuidado del otro. Cicerón era estoico en la ética, como hemos visto, aunque escéptico en epistemología; pero tanto él como Quintiliano incluían la ética en la formación completa de lo que ellos denominaban “el orador”. Esta aceptación de la ética en la educación retórica había aparecido ya en Grecia con Isócrates. De todos modos vuelve a repetirse aquí la dualidad que se dio en la educación griega entre la formación filosófica y la retórica, con claro predominio de esta última.

      Aulo Gelio, Noches áticas, México, UNAM, 2002, XII, p. 16.

      1 Marco Tulio Cicerón (106 a.C.-43 a.C.) nació en Arpino, Italia. Su padre era el jefe del partido aristocrático en su provincia. En Roma se educó en el círculo de los escipiones, donde estudió retórica, jurisprudencia y filosofía griega; además, pasó dos años en Atenas estudiando filosofía. Creó para la filosofía un vocabulario en lengua latina. Hizo carrera política y llegó a ser cónsul en 63 a.C. Defendió a la república en vano, pues de todos modos triunfó el imperio. Después del asesinato de Julio César, Cicerón fue senador por dos años. Fue mandado a asesinar por el triunvirato (Antonio, Octavio y Lépido).Esteban Tollinchi, La metamorfosis de Roma, Río Piedras, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998, p. 376.

      2 Ibíd.

      3 Ibíd., p. 377.

      4 Cicerón, Los deberes, I, V, 15.

      5 E. Tollinchi, Óp. cit, p. 379.Ibíd., p. 384.

      6 Ibíd., p. 388.

      7 Ibíd., p. 391.

      8 Antonio Fontán, Humanismo romano, Barcelona, Planeta, 1974, p. 25. Un ejemplo de ese tipo de virtud lo encontramos en Eneas, el héroe de la Eneida de Virgilio, para quien la pietas es la virtud por excelencia. Piedad o respeto para con los dioses, para con los padres y para con la patria.

      9 James Murphy, La retórica en la Edad Media, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, pp. 23-24.E. Tollinchi, Óp. cit, p. 172.

      10 Ibíd., p. 191.

      11 Marco Fabio Quintiliano (circa 36 a 96) nació en Calagurris, España. Estudió en Roma, donde ejerció como maestro de retórica durante veinte años. Escribió Institutio Oratoria, en el que dedica gran atención a la enseñanza y al ideal de la elocuencia.

      12 Cicerón, De oratore, III, 2, 3.

      13 Stanley Bonner, La educación romana, Barcelona, Herder, 1984, p. 431.

      14 En el programa educativo de Quintiliano se incluía también la matemática, especialmente la geometría, por considerarse que esta es un buen medio de razonamiento. No se buscaba la educación matemática por sí misma.James Bowen, Historia de la educación occidental, 4.ª ed., Barcelona, Herder, 2001, vol. I, pp. 278-279.

      15 Cicerón, Los deberes, XLII, 151.

      16 E. Tollinchi, Óp. cit, p. 391.Lucio Anneo Séneca nació en el año 4 de la era cristiana, en Córdoba, España. En el año 12 viajó a Roma y estudió oratoria y filosofía. Fue cuestor, senador y cónsul. Fue además maestro de Nerón. Después de una fracasada conspiración contra Nerón, Séneca fue acusado, por lo cual el propio emperador le ordenó que se suicidara, y él así lo hizo (año 65).

      17 Ibíd., p. 394.

      18 Séneca, Cartas, 88.

      19 En este sentido, Foucault señala que “la inquietud de sí debe invertir por completo el sistema de valores vehiculizados e impuestos por la familia”. Michel Foucault, La hermenéutica del sujeto, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 107.

      20 “La inquietud de sí implica siempre una elección de un modo de vida”. Ibíd., p. 119.

      21 Ibíd., p. 122.

      22 “Para que la práctica de sí