Filosofía de la educación. Carlos Rojas Osorio. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Rojas Osorio
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587149432
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se trata de principios que uno pone a disposición de los otros para cuidar de sí mismo o de los otros”. Ibíd., p. 140.

      25 Ibíd., p. 138.

      26 Séneca nos enseña que “el individuo debe tender hacia un estado de sujeto”. Ibíd., p. 133.Ibíd., p. 260.

      27 Ibíd., p. 272.

      28 Ibíd., p. 418.

      29 Epicteto nació en Hierápolis, Frigia (circa 50-138). Era hijo de un esclavo, y esclavo él mismo. Al ser liberado se dedicó a la filosofía y asistió en Roma a las enseñanzas del estoico Musonio Rufo. Un decreto del emperador Domiciano, mediante el cual se expulsaba a todos los filósofos de Roma, obligó a Epicteto a emigrar a Nicópolis, en el Epiro, donde tuvo su propia escuela filosófica. No escribió ninguna obra. Su pensamiento lo conocemos por los apuntes de su discípulo Flavio Arriano.

      30 Michel Foucault, Historia de la sexualidad. La inquietud de sí, 3, México, Siglo XXI, 1992, p. 51.Ibíd., pp. 46-47.

      31 Epicteto. Máximas. Los estoicos, Madrid, Ediciones Ibéricas, 1963, p. 53.

      32 Ibíd., p. 68.

      33 Ibíd., p. 64.Ibíd., p. 62.

      34 Ibíd., p. 110.

      35 Ibíd., p. 100.

      36 Marco Aurelio (121-180), hijo de familia noble, llegó a ser emperador romano (año 106), como sucesor de Antonino Pío. La mayor parte de su libro Meditaciones lo escribió en su campamento militar, en los ratos libres. Cuando visitó a Atenas, en uno de sus viajes militares, creó cuatro cátedras de filosofía; cada cátedra representaba una de las escuelas filosóficas que estaban vigentes: aristotelismo, platonismo, estoicismo y epicureísmo.

      37 E. Tollinchi, Óp. cit., p. 397.

      38 Ibíd.Ibíd., p. 398.

      39 Ibíd.

      40 Ibíd.

      41 W. Dilthey, Historia de la pedagogía, Lorenzo Luzuriaga (trad.), Buenos Aires, Losada, 1968, p. 63.

      42 Mercedes Moreno Moreno, “Cornelia, madre e hija de héroes”, en: Jesús de la Villa (ed.), Mujeres de la Antigüedad, Madrid, Alianza, 2004, p. 130.S. Bonner, Óp. cit., p. 282.

      43 Ibíd., p. 283.

      44 Ettore Bignone, Historia de la literatura latina, Buenos Aires, Losada, 1952.

      45 Esteban Tollinchi, Arte y sensualidad. Cincuenta imágenes del hombre y la tierra, Río Piedras, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1981, pp. 61-62.Ibíd., p. 62.

      46 S. Bonner, Óp. cit., p. 285.

      47 Plinio, Historia naturalis, II, XIV, 117.

      48 J. Bowen, Óp. cit., tomo I, p. 293.

      49 Vitrubio, “Sobre la arquitectura”, en: Servando Montaña, El hombre occidental, Santurce, Alpha, 1982, p. 101.Ibíd.

      50 J. Murphy, Óp. cit., p. 57.

      51 Robert Holmes Beck, Historia social de la educación, México, Uteha, 1965, p. 43.

      52 Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio (470-525), considerado por Martin Grabmann como el último romano y el primer escolástico, se ocupó detenidamente del cuadrivio; escribió De Arithmetica y De musica, y parece ser que también escribió sobre geometría y astronomía, pero nada se conserva de estas últimas. Mientras estaba preso por orden de Teodorico, acusado de magia y conspiración, escribió la obra que lo ha hecho más famoso, La consolación de filosofía.

      53 Enrico Fubini, La estética musical desde la Antigüedad hasta el siglo xx, Madrid, Alianza, 1999, p. 94.S. Bonner, Óp. cit., p. 431. Cursivas en el original.

      54 Ibíd., p. 430. Cursivas en el original.

      55 A. Fontán, Óp. cit., p. 78.

      56 J. Bowen, Óp. cit., tomo I, p. 287.E. Tollinchi, La metamorfosis de Roma, Óp. cit., p. 194.

      57 É Durkheim, Historia de la educación y de las doctrinas pedagógicas, Madrid, La Piqueta, 1982, p. 63.

      58 Ibíd., p. 180.

      59 E. Tollinchi, La metamorfosis de Roma, Óp. cit., p. 198.

      4. San Agustín: la educación

      por signos y cosas

      He partido de un momento que creo privilegiado (otra crisis):

      el nacimiento de la semiótica en la obra de San Agustín.

      Tzvetan Todorov, Teorías del símbolo

      El cristianismo se convirtió en una nueva fuerza cultural muy diferente de lo que había sido la cultura griega, la helenística o la romana. El entusiasmo por difundir y convencer a todo el mundo para seguir las nuevas creencias obligó a dar un gran impulso a la educación. La gramática, la retórica y la dialéctica, como fuentes principales de inspiración de la enseñanza, son sustituidas por la doctrina cristiana,1 como la llama San Agustín.2 El rechazo de los saberes antiguos fue mayor a comienzos del desarrollo de la cristiandad, pero poco a poco esta doctrina fue abriéndose a ellos. Y en este proceso, San Agustín, que se había formado en la retórica y la dialéctica antiguas, y por tanto llegó a conocer amplia y profundamente el laberinto del lenguaje, desempeñó un papel muy importante.

      Dilthey3 resalta el tratado De Doctrina Christiana (en adelante DC) como un documento fundamental para el estudio del signo y del lenguaje en el obispo de Hipona. Todorov, por su parte, señala que “este texto es considerado como el primer texto semiótico”.4 En esta obra, así como en su libro De Magistro, donde desarrolla su filosofía del signo, San Agustín expone su teoría de la educación. Algunos de los temas importantes que pueden hallarse en estas dos obras agustinianas son: los signos y las cosas; las palabras como signos; el conocimiento de las cosas y el conocimiento de los signos, y la enseñanza por medio de cosas y por medio de signos. Asimismo, estas obras nos hablan de filosofía y teología del verbo, la interpretación alegórica y el lenguaje como poder social. San Agustín se interesa en el lenguaje en dos sentidos: en el contexto de una hermenéutica cuya finalidad es la recta interpretación de la escritura bíblica, y en el lenguaje como medio de enseñanza. De ahí que figura como pionero en la determinación de las reglas de interpretación y como programador de lo que debe ser la educación como doctrina cristiana y en función de ella.5

      Signos y cosas

      San Agustín plantea una dicotomía fundamental: hay cosas y hay signos. Este es el supuesto básico de su teoría del signo y del lenguaje. Se trata de un postulado ontológico expuesto con claridad:

      Denominamos ahora cosas a las que no se emplean para significar algo, como son una vara, una piedra, una bestia y demás cosas por el estilo. Todo signo es al mismo tiempo una cosa... pero no toda cosa es un signo.6

      Cosas y signos son, pues, el moblaje primario de cuanto hay en el mundo. Para Agustín, cosas o realidades son todo aquello que no es signo ni se limita a ser mero signo, y viceversa: los signos son cosas que no se limitan a ser meras cosas, sino que también significan. No hay, pues, que extrañarse de que Agustín, en este contexto, defina “cosas” y “signos” circularmente, pues define las cosas por relación a los signos, y los signos por relación a las cosas. Como se verá, Agustín da preferencia a las cosas por sobre los signos. Asimismo, la educación va primariamente a las cosas, pues los signos son solo una mediación necesaria.

      Agustín pasa a definir lo que es un signo: “De aquí se deduce que llamamos signo a toda cosa que se emplea para conocer otra cosa”.7 El traductor de la obra consultada vierte “significandum” por “conocer”; pero la traducción literal, en este caso, sería “significar”. En el signo, la cosa no es mera cosa, sino que en ella sobreviene otra función, la de significar. El signo se define, pues, por su función propia, que es la de significar. Pero el signo mismo es “cosa”, algo sensible.

      El signo es toda cosa que, además de la fisonomía que en sí tiene y presenta a los sentidos, hace que nos venga al pensamiento otra cosa distinta. Así, cuando vemos una huella, pensamos que pasó un animal que la imprimió.8

      La