En la época helenística se desarrolla también la idea de la educación generalizada para toda la vida; es decir, la vida entera se hace educación. El cuidado de sí reconducido a la totalidad de la vida consiste en que
Uno va a educarse a sí mismo a través de todas las desventuras de la vida. Ahora hay algo así como una especie de espiral entre la forma de la vida y la educación. Debemos educarnos perpetuamente a nosotros mismos, a través de las pruebas que se nos envían y gracias a esa inquietud de sí mismo que hace que la tomemos en serio. Nos educamos a nosotros mismos a lo largo de toda la vida, y al mismo tiempo vivimos para poder educarnos. La coextensividad de la vida y la formación es la premisa característica de la vida como prueba.35
También en Epicteto36 halla Foucault bien trabajada la ética del cuidado de sí mismo:
Epicteto [...] enseñaba en un marco que se parecía mucho más al de una escuela; tenía varias categorías de alumnos: unos sólo estaban de paso, otros se quedaban más tiempo a fin de prepararse para la existencia de ciudadanos ordinarios o incluso para actividades importantes, y algunos otros, finalmente, destinándose a convertirse en filósofos de profesión, debían formarse en las reglas y las prácticas de la dirección de la conciencia.37
Asimismo, la más alta elaboración filosófica de la ética del cuidado de sí la encuentra Foucault en Epicteto:
El ser humano es definido, en las Conversaciones, como el ser que ha sido confiado a la inquietud de sí. Ahí reside la diferencia con los otros seres vivos [...]. El hombre debe velar por sí mismo. Zeus ha querido que el ser humano disponga libremente de sí mismo y es por ello que le ha concedido la razón. La razón se caracteriza porque es capaz de valerse de sí misma. Zeus nos ha dado el poder y el deber de ocuparse de sí. En la naturaleza al ser humano es al único que le ha sido encomendado cuidar de sí mismo. La inquietud de sí es para Epicteto un privilegio-deber, un don obligación que nos asegura la libertad obligándonos a tomarnos a nosotros mismos como objetos de toda nuestra aplicación.38
De acuerdo con Epicteto, todo ser humano posee alguna noción del bien y del mal, de lo que es la felicidad y del deber. A cada uno se le ha confiado un papel en el drama de la vida; dicho papel no depende de uno, pues uno no es su autor, pero sí depende de uno representarlo como es debido. Cada uno ha de desempeñar su papel de acuerdo con sus fuerzas, y no hay que pretender ir más allá de las propias fuerzas. Cada ser humano valora su propio ser; está en uno mismo valorarse como un ser libre o como un esclavo. Uno no ha de ser obstáculo para sí mismo. “Empieza a juzgarte digno de vivir como hombre”.39
Para Epicteto, la libertad del alma está en la virtud; el vicio, por tanto, es esclavitud. La filosofía debe comenzar por reformarlo a uno mismo, y solo después a los demás: “El ser libre o esclavo no depende de la ley ni del nacimiento, sino de nosotros mismos”.40 Existen otras formas de esclavitud: se puede ser esclavo de las pasiones, esclavo del cuerpo, esclavo de los bienes materiales, etc. La educación filosófica nos ayuda a saber aplicar los conceptos universales a los casos particulares y a distinguir lo que depende de nosotros de lo que no depende de nosotros. Lo bueno y lo malo solo pertenece a lo que depende de nosotros, es decir, de nuestro albedrío. Depende de nosotros el uso que hagamos de las representaciones. Los conceptos son comunes a todo el género humano, pero la aplicación de esos conceptos varía mucho, y de manera individual. Cada uno entiende a su modo lo que es racional o irracional. Nuestras decisiones dependen de nuestras opiniones. En este sentido, vemos que Epicteto da mucha más importancia a la libertad y a la voluntad que los estoicos anteriores. Lograremos la tranquilidad del alma si deseamos solo lo que depende de nosotros, lo que es parte de nuestra libertad.
El pensamiento de Epicteto lo podemos deducir de sus máximas, según veremos a continuación. La ética de la generosidad está presente en este filósofo: “Al sol no hay que suplicarle para que dé a cada uno su parte de luz y de calor. Del mismo modo, haz todo el bien que de ti dependa sin esperar a que te lo pidan”.41 El perdón es mejor que la venganza. La venganza es la conducta de las fieras, mientras que el perdón es la virtud del sabio. Epicteto reconoce que el aprendizaje verdadero se halla por fuera de los libros: “Lo que verdaderamente instruye no son los libros, sino las ocasiones”.42 La ética no es solo aprender a vivir, sino a bien morir: “Cuando sea llegada la hora de morir, moriré; pero moriré como debe morir un hombre que no hace más que devolver lo que se le concedió”.43 El hombre sabio o virtuoso acepta el orden armónico del universo presidido por los dioses. Por eso es preciso aceptar la realidad, sin cambiarla. Lo que es necesario cambiar son nuestras opiniones sobre las cosas: “Lo que perturba a los seres humanos no son precisamente las cosas, sino la opinión que de ellos se forman”.44 El orden del mundo es bueno porque es obra de la providencia divina, que es lo mismo que el destino. Si algún mal se da, tiene sentido dentro del conjunto universal de las cosas, contribuye a su armonía; por eso también hay que aceptarlo, pues hace parte de la necesidad que une todas las cosas en un destino común.
Para Marco Aurelio,45 la ética consiste en fijarse un objetivo en la vida, y no desviarse de él. Foucault destaca la idea de que con los estoicos, especialmente con Marco Aurelio, se produce una autofinalización de la inquietud de sí mismo. Es decir, el cuidado de sí no tiene otra finalidad que uno mismo, es una actividad soberana. En el Alcibíades platónico el cuidado de sí era un complemento de la educación (véase el capítulo 2). Pero más adelante la inquietud de sí se identifica con el arte de vivir (tekhne tou biou) y, por tanto, es un arte necesario para toda la vida, no solo para la juventud. El cuidado de sí implica un volverse hacia sí mismo (convertere ad se, dice Séneca); es, por tanto, una liberación. Hay cierta incertidumbre en saber si el yo es algo que ya está ahí o más bien una meta que ha de alcanzarse. La epistrophe (conversión) de que hablan los estoicos, epicúreos y cínicos, ya no sigue el modelo platónico de la reminiscencia.
Marco Aurelio distingue entre el ciudadano de una patria y el ser humano como partícula del Universo. El sabio participa de la razón del Universo: “a la vez que se resalta el carácter divino de la Naturaleza se evidencia la posibilidad de una relación personal con ella”.46 Plotino recibe esta sugerencia y la transforma “en una condición verdaderamente mítico-religiosa”.47 La sabiduría es conocimiento de lo Uno y ascenso del alma hacia él. El bien es unión mística con lo Uno:
La polis y el imperio han desaparecido por completo del panorama intelectual del sabio. En su lugar, lo que advertimos es la nostalgia de la unión; de identificación con lo Uno, frente a lo cual la virtud moral o política pierde todo sentido. La platonópolis de Plotino no es ni siquiera un remedo de la Academia platónica; apunta más bien al retiro del mundo, al monasterio cristiano.48
La cultura occidental es inimaginable sin Roma y su pensamiento religioso y filosófico. “El realce que el sabio estoico dio a la autonomía moral del individuo tiene que haber servido para humanizar la cultura de los tiempos”.49 Con Epicteto la humanitas experimenta por primera vez la igualdad y, de acuerdo con Tollinchi, se atenúan las diferencias de clase.50 El impacto del estoicismo se nota también en la separación de política y religión, separación que se da completamente en la modernidad, cuando el Estado no se concibe para el bien común sino para el poder (como en la teoría de Maquiavelo). Por ello, agrega Tollinchi, no es casual el resurgimiento moderno del estoicismo, como en el pensamiento de Montaigne, Locke o Spinoza. La tolerancia de la que habla Cicerón también fue bien acogida en el mundo liberal moderno.
La educación de la mujer
en Roma
El papel de la mujer en la educación fue más importante en Roma que en Grecia:
La mujer fue aquí la educadora en el más completo sentido de la palabra [...]. El pater familias reina aquí con un poder jurídicamente ilimitado, pero la madre tiene asegurado el predominio, por una costumbre sólida, en la educación de los niños.51
Los escipiones pensaban que la educación de la mujer era necesaria. Asimismo, el filósofo estoico Musonio Rufo consideraba que la educación debe ser igual para el hombre y para la mujer. Un ejemplo de mujer educada en Roma lo encontramos en Cornelia (hija de Publio Cornelio Escipión, el africano, y madre de Tiberio