25 Jordanes, Getica, IV 26-27.
26 Sulimirski, T.: «Los nómadas sármatas. Un pueblo ahora olvidado, disperso entre las naciones», 289-297; Brzezinski, R., Mielczarek, M., 2002, 12-32; Melyukova, A. I., Crookenden, J.: «The Scythians and Sarmatians», 108-114.
27 Jordanes, Getica, 35 y XXII, 119 y Procopio de Cesarea, VII, 14.29.
28 Sanz Serrano, R., 2009, 96-98. Estoy en desacuerdo con la posibilidad de identificar a los getas asentados por Augusto en Mesia con grupos godos. El etnónimo geta correspondía desde los días de Heródoto a una tribu tracia que habitaba a ambos lados del Bajo Danubio y que fue combatida por Augusto y sus sucesores que seguían teniendo muy claro que los getas eran tracios y no germanos de ninguna clase. Es el gusto por los arcaísmos cultos y el hecho de que los getas hubieran destacado por su valor y, sobre todo, el de que los godos se instalaran en el siglo III en las tierras que antaño ocuparan los getas, lo que llevó a que muchos autores latinos y griegos de los siglos III al VII los denominaran getas. Sobre el etnónimo getas como arcaísmo erudito véase Ibid., 34-43. Sobre los getas como tribu tracia famosa por su valor: Heródoto, Historia, IV, 93-95, en Schrader C., García Gual, C., 1979. Tampoco estoy de acuerdo con asignar a los hérulos una ascendencia escita. Los hérulos eran un pueblo germano y, aunque se mezclaron profusamente con los alanos y otros pueblos sármatas o escitas, nunca se sarmatizaron, sino que conservaron su lengua y costumbres germanas. Ibid., 97-99.
29 Green, H.: «Linguistic Evidence for the Early Migration of the Goths», 37-40. Inscripción citada por Schwarcz en la discusión con Heather, en Heather, P., 1996 (reed. 1997), 70-71.
30 Jordanes, Getica, III 22.
31 Tácito, Germania, 6, 3-4; Green, H.: «Linguistic Evidence for the Early Migration of the Goths», 12-16 y 27-30.
32 Jordanes menciona a varias tribus finoúgrias sometidas a los godos: merenos, mordenos e inmiscaros. Véase, Jordanes, Getica, XXIII 116. Para la influencia goda en las lenguas finoúgrias y eslavas, véase Green, H.: «Linguistic Evidence for the Early Migration of the Goths», 19-24.
33 Jordanes, Getica, XVII 94-100 y XXII 113-115.
34 Jordanes, Getica, V 41 y Procopio de Cesarea, V, 15, 24-26; Halsall, G., 2012, 135. Aunque san Isidoro da otra explicación al etnónimo godo y afirma que, en realidad, significaba «techo» o «fortaleza»: San Isidoro, 2; Heather, P., 1996 (reed. 1997), 78-91.
35 Musset, L., 1982, 30-32; Halsall, G., 2012, 134-152.
36 Jordanes, Getica, XVI 89. El pago de subsidios o tributos por parte de varios emperadores romanos a los godos se halla también evidenciado en otras fuentes como por ejemplo Eusebio de Cesarea, quien reconoce que antes del favorable foedus firmado por Constantino con los godos en el año 332, los romanos pagaban subsidios a los godos: Eusebio de Cesarea, Vida de Constantino, IV, 5. La inscripción de Sapor I en Frye, R. N.: «Res Gestae Divi Saporis», 371-373.
37 Jordanes, Getica, XVI 90-93; Zósimo, Nueva Historia, I, 20.
38 Jordanes, Getica, XVII 94-100.
39 Zósimo, Nueva Historia, I, 23; Lactancio, De mortibus persecutorum, 4, 3, en: Teja, R., 1982; Aurelio Víctor, Libro de los Césares, 29, 2-5; Paulo Orosio, VII, 20.3; Jordanes, Getica, XVIII 101-103; Amiano Marcelino, Historia, 31.5.16-17 y 31.13.13, en Harto Trujillo, M.ª L., 2002; Eutropio, Breviario, IX, 4; Sanz Serrano, R., 2009, 97-99, que comete el error de situar la batalla de Abrittus en Hisarlak, en el territorio europeo de la actual Turquía y a más de 300 km del verdadero emplazamiento de la batalla que, en efecto, fue cerca de Hisarlak, pero en este caso no en Turquía, sino en la ubicación del mismo nombre situada en Bulgaria, en la región fronteriza con Rumanía de Dobrudja y muy cerca de Razgrad. Para una correcta ubicación de la batalla y de sus pormenores: Rodríguez González, J., 2005, 11.
40 Sulimirski, T.: «Los nómadas sármatas. Un pueblo ahora olvidado, disperso entre las naciones», 289-298; Heather, P., 1996 (reed. 1997), 78-90.
41 Jorge el Sincelo, Crónica universal, 5754, 466, en Adler, W., Duffin, P., 2002.
42 Zósimo, Nueva Historia, I, 24-38; Jordanes, Getica, XIX y XX; Amiano Marcelino, Historia, 31.5.16-17; Aurelio Víctor 33, 1-12; Paulo Orosio VII, 22.7-9; Rodríguez González, J., 2005, 532; Sanz Serrano, R., 2009, 98-102.
43 Aurelio Víctor, Libro de los Césares, 33, 2-29 y Eutropio, Breviario, IX, 8; San Jerónimo, Crónica, 1832; Paulo Orosio, VII, 22.7-9 y VII, 41.2; Jorge el Sincelo, Crónica universal, 466-467. Sigue siendo de utilidad la lectura de Sánchez Real, J.: «La invasión germánica del 259», 129 y ss.
44 Frye, R. N.: «Res Gestae Divi Saporis», 371-373; Lactancio, De mortibus persecutorum 5, 1-7; Zósimo, Nueva Historia, I, 36-37; Paulo Orosio VII, 22.4-7; Aurelio Víctor, Libro de los Césares, 31, 5; Eutropio, Breviario, IX, 7; San Isidoro, Historias, 4. Los «Alpes» que nombra en este pasaje san Isidoro como morada de los godos se refieren a la sección meridional de los Cárpatos, los llamados Alpes transilvanos.
45 Las fuentes constatan la existencia de leones y uros en esta región de Macedonia desde la época de Heródoto a la de Pausanias. Esto es, hasta el año 180 de nuestra era como poco. Al ser el de Pausanias el último testimonio sobre la cuestión, es probable que los leones europeos se extinguieran en los siglos III o IV. Véase Heródoto, Historia, VII, 126 en Schrader, C., Cabellos Álvarez, B., García Gual, C., 1985; Pausanias, Descripción de Grecia, VI, 5, 4.
46 Zósimo, Nueva Historia, I, 29 y I, 37-39; Jordanes, Romana, 287; Historia Augusta, «Los dos galienos», 23.8-9, en Picón, V., Cascón, A. (eds.), 1989; Jorge el Sincelo, Crónica universal, 468; Juan Zonarás XII,23 y 26, en: Grigoriadis, I., 1995; Rodríguez González, J., 2005, 73-74 y 491-492; Heather, P., 1996 (reed. 1997), 69-78, quien sitúa las batallas de Nessos y Naisus no en 267 y 269, como es correcto, sino en 268 y 270.