Por ejemplo, tras su gran éxito sobre Ariarico, Constantino se vio obligado a enfrentarse en 334-335 a los sármatas yaciges. Estos se mostraban belicosos, pero cuando estalló la guerra con Roma, sus siervos y esclavos se alzaron contra ellos y muchos solicitaron entonces asilo a Constantino que dejó entrar en el Imperio a 300 000 hombres, mujeres y niños sármatas y los asentó como colonos con obligaciones militares en Italia, Macedonia, Mesia y Escitia Menor (la Dobrudja actual, territorio de Rumanía y Bulgaria). Durante estas campañas en territorio sármata, en la antigua Dacia romana, Constantino destruyó por completo a una poderosa tribu goda: «Destruyó a la más poderosa y numerosa de las tribus godas», nos dice el autor de Origo Constantini imperatoris y ello nos lleva a pensar que la consolidación de los tervingios recibió «un empujón» de Constantino. Pero ya volveremos sobre esto en el siguiente capítulo.
Esta segunda victoria de Constantino sobre los godos, la del 334, quedó reflejada en la intitulatura conmemorativa que recogía sus triunfos y potestades. En ella, Constantino dice que ostentó por dos veces el título de gothicus maximus.
Otro indicio de que pese a la paz con Ariarico los godos, los no sujetos a Ariarico, seguían siendo un peligro para el Imperio es el nombramiento, quizá en el 336 o 337, de su sobrino Dalmacio como césar con el encargo de que se ocupara de la defensa de las costas frente a los ataques godos. Es decir, que los godos asentados al norte del mar Negro seguían pirateando y que sus incursiones piráticas, seguramente sobre las costas de Bitinia, Paflagonia y Ponto, debían de ser tan graves como para que Constantino confiara a todo un césar la defensa de las provincias minorasiáticas amenazadas.59
Nos hemos detenido en aclarar los orígenes de los godos y en glosar con cierto detalle sus primeras guerras contra Roma porque en general la historiografía no suele detenerse en ello y, sobre todo, porque en particular los historiadores españoles apenas si suelen dedicar unas líneas a esta etapa de la historia de los godos, una etapa que, sin embargo, es decisiva en su conformación y en cuyas experiencias y hechos se hallan muchas de las claves del posterior éxito de los godos sobre Roma y sobre todo en su modelo de relación con los provinciales.
Como veremos a continuación, fueron las experiencias vividas por los godos en el «salvaje mundo» de Gotia y del Imperio romano en crisis, las que crearon a los «nuevos godos». Unos «nuevos godos» que eran un pueblo muy distinto al que salió de las pantanosas tierras del Bajo Vístula y que sería la base del pueblo de Alarico: los visigodos.
Notas
1 Entre otros muchos ejemplos: Beowulf, vv. 195, 205, 260 y 325, en Larate Castro, L., 1974.
2 Saavedra Fajardo, D. de, 2008.
3 Jordanes, Getica, IV 25, en Sánchez Martín, J. M., 2001.
4 Jordanes, Getica, III 19-21; Procopio de Cesarea, V, 2.15, en García Romero, F. A., 2006 y Pablo Diácono, Historia de los lombardos, 1, 5, en Herrera Roldán, P., 2006.
5 Jordanes, Getica, III 19-24.
6 Jordanes, Getica, III 24.
7 Procopio de Cesarea, VI, 15, 27-35 y Procopio de Cesarea, III, 2.1-6, en García Romero, F. A., 2000.
8 Jordanes conocía de primera mano los cantos y poemas épicos de los godos y los menciona, de forma directa o indirecta, en repetidas ocasiones. Por ejemplo: Jordanes, Getica, V 43, enumera cantares godos dedicados a Etherpamara, Hanala, Fritigerno y Vidigoya. En el mismo pasaje aclara que dichos cantos no eran los únicos que poseían los godos.
9 Procopio de Cesarea, VI, 14-15.
10 Procopio de Cesarea, VI, 15, 7-10.
11 Hidacio, Cronicón, a. D., 456, en Díaz, M., 1906.
12 Roseman, Ch. H., 1994, 71 y ss.; Gómez Espelosín, F. J., 2000, 135-150.
13 Plinio el Viejo, Historia natural IV, 99-100, en García Arribas, I., 1998.
14 Sobre esta cuestión, véase Heather, P., 1996 (reed. 1997), 14-70 y 78-90; Sanz Serrano, R., 2009, 58-81 y 96-99; Green, H.: «Linguistic Evidence for the Early Migration of the Goths», 11-40 y muy en especial 15-17; Carbó García, J. R.: «Godos y getas en la historiografía de la Tardo Antigüedad y el Medievo: un problema de identidad y de legitimación socio-política», 179-206; Svennung, J., 1967, 5-48 y Bierbrauer, V.: «Archäologie und Geschichte der Goten», 51-71. Por supuesto, sigue siendo imprescindible partir de los capítulos introductorios e iniciales de las obras de P. Heather, H. Wolfram y M. Kazanski: Heather, P., 1991; Heather, P., Matthews, J., 1991; Wolfram, H., 1990; y Kazanski, M., 1991.
15 Green, H.: «Linguistic Evidence for the Early Migration of the Goths», 11-40.
16 Estrabón, Geografía VII, 1, 2-13, en Vela Tejada, J., Gracia Artal, J., 2001; Claudio Ptolomeo, Geográfica II, 11 y III, 5-11, en Nobbe, K. F. A., 1843-1845; y Tácito, Germania, 43, 6, en Requejo, J. M., 1981.
17 Las guerras marcomanas y sármatas de Marco Aurelio y Cómodo son narradas por Dion Casio, Historia romana. Epítomes de los libros LXXI, 3, 5, 7-21 y 33, y libro LXXII, 2-3, en Cary, E., 1914-1927. La biografía de referencia para Marco Aurelio es la de Birley, A., 2009. Se puede encontrar un detallado estudio de las campañas en el Danubio en López Fernández, J. A., 2018, 83-131; Roldán, J. M., Blázquez, J. M., Castillo, A., 1995, 223-228.
18 Tácito, Germania, 43, 6; Plinio el Viejo, Historia natural IV, 99-100 y Jordanes, Getica, IV 25-26.
19 Musset, L., 1982, 9-11.
20 Tácito, Germania, 6, 1-3; Vegecio, Epitoma rei militaris, I.XX.21, en Paniagua Aguilar, D., 2006.
21 Jordanes, Getica, IV 27.
22 Brzezinski, R., Mielczarek, M., 2002, 25-26; Sulimirski, T.: «Los nómadas sármatas. Un pueblo ahora olvidado, disperso entre las naciones», 291-296; Melyukova, A. I., Crookenden, J.: «The Scythians and Sarmatians», 97-117.