Los visigodos. Hijos de un dios furioso. José Soto Chica. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Soto Chica
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788412207996
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recogía textos hoy perdidos para nosotros, relata que un grupo se dedicó a reunir los libros de las bibliotecas de la ciudad para prenderles fuego. En cualquier caso, los bárbaros no advirtieron que los atenienses, bajo la dirección del ingeniero militar Cleodamo, habían recobrado el valor y recompuesto sus filas y que caían sobre ellos en un devastador contraataque combinado que, desde la Acrópolis y desde el mar, pues muchos ciudadanos se habían refugiado en Salamina, los rodeó y aplastó ocasionándoles muchos muertos y obligándoles a huir de Atenas.

      Incapaces de tomar ninguna otra ciudad griega, los godos siguieron sembrando el terror en los campos de la Hélade. En su auxilio acudió la caballería romana capitaneada por Aureliano. Muy despacio fue limpiando de enemigos las tierras de Grecia y Tesalia y obligó a los godos a reunirse de nuevo y tratar de escapar hacia Tracia.

      Para ese entonces, los bárbaros estaban agotados y al borde de la inanición. Al respecto Zósimo nos dice: «A medida que marchaban, extenuados por el hambre, pues carecían de víveres, iban pereciendo tanto ellos como sus animales». Trataron de pasar el monte Hemo y alcanzar el Danubio, pero una vez más Claudio II los interceptó. La batalla librada entonces contempló la desesperación de los godos y la desesperación les dio fuerzas para resistir. Por el contrario, la falta de coordinación entre la caballería y la infantería casi propició la derrota de los romanos que no se consumó gracias a la oportuna carga que Aureliano lanzó con sus jinetes.

      Sin embargo, la batalla se podía dar por terminada en tablas. Los godos habían resistido en el campo de batalla, pero se morían de hambre. Aureliano fue encargado de seguir acosándolos, cosa que el dux equitum hizo con maestría atacando una y otra vez a las partidas de forrajeadores godos y acosando a sus bandas y campamentos hasta lograr copar a un gran número y obligarlos a rendirse a finales del verano del 270. Docenas de miles de mujeres, niños y hombres bárbaros fueron vendidos como esclavos o asentados como colonos en Mesia en donde pasaron a ser llamados mesogodos: «El que antes era godo se convirtió en colono del limes bárbaro. No hubo región alguna que no dispusiera de esclavos godos». Además, las fuentes destacan la enormidad del botín hecho y en concreto el increíble número de caballos, bueyes, ovejas y cabras. En fin, el Imperio no solo obtuvo esclavos, colonos y botín, sino también soldados, pues miles de guerreros godos fueron alistados en el ejército romano.

      En cuanto a los godos y hérulos que se habían echado al mar y puesto proa a las Cícladas, atacaron estas islas y asaltaron, asimismo, Creta y Rodas. Pero sus correrías no tuvieron mucho éxito, pues las ciudades estaban ya prevenidas y habían restaurado sus murallas y ello a la par que la flota romana, dirigida por el prefecto Probo, los acosaba de continuo. Al cabo, regresaron a tierra y trataron de unirse de nuevo a sus tribus y así, al igual que estas, se vieron obligados a rendirse a Aureliano.

      El emperador fue el primero desde los días de Gordiano III (238-244) que logró mantener el orden en los Balcanes y restablecer la seguridad en las costas del mar Negro. Su capacidad se demostró de forma fulgurante en el aplastamiento del Imperio de Palmira que sometió por completo, restaurando así el Oriente romano y en la sumisión, asimismo, completa del Imperio galo que fue reintegrado al Imperio. Al llegar el año 275, la gravísima crisis que se abrió con la muerte de Decio ante los godos, 251, y la captura de Valeriano por los persas, 260, se había superado y Roma volvía a ser fuerte y a estar unida bajo un solo emperador.

      Probo (276-282), Caro (282-283) y Carino (283-284) batallaron con éxito en Panonia, pero no contra los godos, sino contra sármatas y cuados.

      Diocleciano, Maximiano y Galerio apenas si tuvieron que hacer frente a los godos, solo se registra una campaña en los años 294 y 295, pero sí tuvieron que combatir de forma reiterada a sármatas, carpos y bastarnos, señal inequívoca de que los godos, tras tantas derrotas, aflojaban la presión sobre el limes romano y de que, tras la cesión de Dacia, tenían un nuevo vector de expansión.