Los visigodos. Hijos de un dios furioso. José Soto Chica. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Soto Chica
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788412207996
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en el que se establecía el pago de subsidios y el alistamiento de miles de guerreros godos en el ejército romano que debía de enfrentar a los persas. El pago de subsidios a los godos queda recogido en diversas fuentes y, sobre todo, en Jordanes. En cuanto a la participación de guerreros godos en la guerra contra Persia emprendida por Gordiano III se nos muestra con claridad en la inscripción triunfal que el shahansha, o «rey de reyes», Sapor I, mandó esculpir para conmemorar sus grandes victorias sobre Gordiano III y Filipo el Árabe y en la que los godos aparecen como integrantes del ejército romano derrotado en el 244 en Misikhe por el soberano sasánida. Como esta noticia no es muy conocida por los especialistas que abordan la historia de los godos y las fuentes romanas no la transmiten y solo la conocemos por la inscripción de Sapor, reproducimos aquí el pasaje en cuestión:

      La mención explícita de los godos entre las fuerzas que Gordiano III y Filipo el Árabe llevaron contra la Persia sasánida en el año 244 es harto significativa, sobre todo si se tiene en cuenta que seis años antes acababan de establecer contacto directo y violento con los romanos y apunta a que su fuerza les estaba singularizando rápidamente y les hacía destacar entre las numerosas tribus que pululaban en las lindes de los limes danubiano y dacio.

      Ese poderío gótico volvió a desatarse de inmediato contra Roma. Jordanes alude a que los romanos dejaron de pagar los subsidios a los godos y es posible que la derrota y muerte de Gordiano III tuvieran algo que ver pues, como se evidencia en el texto de la inscripción de Sapor I que acabamos de reproducir, miles de godos militaron en el ejército romano y miles debieron de morir y de ser hechos prisioneros, con el consiguiente malestar y desazón entre las gentes de sus belicosos pueblos que habían quedado en sus asentamientos transdanubianos y pónticos. Así que podemos colegir que los godos «olían» la debilidad del Imperio y que mezclaban la oportunidad de hacerse con cuantiosos botines con el deseo de cobrarse venganza por el desastre en el que se habían visto hundidos los guerreros que habían partido junto a las legiones para morir en las batallas libradas contra los persas. En cualquier caso, en la primavera del 245, los godos volvieron a cruzar la frontera romana y a devastar Mesia y Tracia. Sus correrías desmantelaron las defensas fronterizas y obligaron a Filipo el Árabe (244-249) a enviar contra ellos en el 246-247 al general Marino Tiberio Pacatiano quien logró derrotarlos en el otoño del año 247, aunque no de forma decisiva. Además, Marino Tiberio Pacatiano se levantó contra Filipo el Árabe en la primavera del 248 y tuvo que ser derrotado por Decio, a la sazón enviado por el emperador para aplastar la rebelión y los godos sacaron provecho de la guerra civil acogiendo entre sus filas a miles de desertores del derrotado ejército de Pacatiano y reanudando sus correrías contra territorio romano que Decio, encargado ahora de la defensa del limes, trataba de frenar.

      Vencidos los gépidos, apareció un nuevo jefe godo, Cniva, señal inequívoca de que, pese a los afanes de Jordanes, los godos no estaban en modo alguno sujetos a una monarquía regulada ni poderosa, sino divididos en muchos grupos y jefaturas entre las cuales se establecían cambiantes hegemonías que, en ocasiones, elevaban a un jefe sobre los demás y agrupaban a varios contingentes tribales bajo su liderazgo. En esos cambios de hegemonía y dominio, de reunión de bandas guerreras y de disgregación de las mismas, la guerra y con ella la obtención de botín y victorias eran el elemento principal.

      Pero, entonces, ¿por qué el victorioso Ostrogota desapareció de la escena principal y cedió su sitio a Cniva? Pues porque es probable que los triunfos de Ostrogota no fueran tan notables como pretende hacernos creer Jordanes y, ante todo y en ese punto, el autor de los Getica sí se ve obligado a reconocerlo a regañadientes, porque la victoria de Ostrogota sobre los gépidos se logró a costa de numerosas bajas y sinsabores.

      En cualquier caso, en la primavera del año 250 y aprovechando que los carpos habían invadido Mesia Superior y Panonia Inferior y atraían hacia ellos la atención de los romanos, Cniva reunió una gran hueste de godos y carpos que, según Jordanes, sumaba 70 000 guerreros y cruzó el Danubio para volver a devastar la provincia de Mesia Inferior. La cifra de guerreros que condujo Cniva, 70 000 hombres, puede ser exagerada. No obstante, a tenor de lo que los bárbaros lograron y, sobre todo, teniendo en cuenta a las fuerzas romanas con las que se enfrentaron, es harto posible que Cniva reuniera no menos de 40 000 hombres. En esa gran horda bárbara, godos y carpos debían de estar muy igualados en número, tanto como para que Lactancio les otorgue a estos últimos, a los carpos, el mérito principal, aunque las fuentes mejor informadas dan la primacía a los godos y ponen el acento en el caudillaje de Cniva.

      Tan formidable hueste se dividió en dos saqueadoras columnas: una marchó contra Oestus y Novae y la otra contra Marcianópolis, pillando e incendiando a su paso aldeas y villas. Pero el recién nombrado gobernador, Treboniano Galo, al frente de sus dos legiones, la I Italica y la XI Claudia, logró hacer frente con cierto éxito a los invasores godos derrotándolos cerca de Novae y limitando sus asaltos y devastaciones, consiguiendo así tiempo suficiente como para que, al año siguiente, 251, acudiera en su auxilio el mismísimo emperador Decio.

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      Figura 7: Busto del emperador Decio, conservado en la Gliptoteca de Múnich.

      Que el augusto Decio marchara al frente de un gran ejército y acompañado por su hijo y coemperador, Herenio Etrusco, da fe de que la invasión goda de 250-251 era un asunto grave. Decio acudió en ayuda de la sufrida provincia de Mesia Inferior a la cabeza de los pretorianos, no sabemos si al completo o en parte, así como de la totalidad de los equites singularis augusti, 1500 jinetes de élite, y de la legión II Parthica al completo, sumando además nutridas vexillationes procedentes de las legiones X Gemina, XIV Gemina, I Adiutrix y II Audiutrix, completándose el ejército con las correspondientes unidades auxiliares legionarias de caballería y de infantería ligera. Así que Decio debió de llegar al Bajo Danubio a la cabeza de un ejército que debía de rondar los 30 000 hombres.

      En la primavera del año 251, el emperador llegó a Mesia Inferior y logró sumar sus tropas a las del gobernador Treboniano Galo y, con ello, el ejército romano debió de ascender a unos 45 000 hombres y pudo enfrentar con