Sin embargo, las tierras de Oium/Sarmatia no eran terrenos vacíos. Bandas de sármatas roxolanos, taifales y dacios no sometidos, como los carpos y costoboques, se entremezclaban con grupos muy complejos como los boranos, «gentes del norte», con otras agrupaciones de germanos como los burios, cotinos, hérulos, bastarnos y peucinos y con los alanos, el último grupo sármata que, empujando desde el Kubán, el Don y el Dniéper, se estaba instalando en las estepas del Dniéster y el Bug. Por si fuera poco, la arqueología y las fuentes de la época señalan evidencias en la región de grupos que podríamos denominar protoeslavos y que habitaban ya en los pantanos del Prípiat, en los valles y montes más aislados de los Cárpatos orientales y en las márgenes boscosas de los grandes ríos de la región: Dniéster, Dniéper y Don. Son los vénetos o esclavenos y antas que señala Jordanes y los esclavenos y esporos que cita Procopio.27
Los godos lograron hacerse sitio entre todos estos pueblos guerreando contra ellos y expulsándolos de sus tierras o sometiéndolos, pero también aliándose y mezclándose con ellos. Hacia el 215-225 ya estaban asentados en las llanuras del norte y centro de Moldavia y en las laderas orientales de los Cárpatos, en lo que hoy son las regiones fronterizas de Rumanía con Moldavia y Ucrania. Luego alcanzaron las fronteras de Dacia y del limes danubiano. De hecho, la primera evidencia de que los godos se estaban aproximando al limes romano,28 nos la suministra la inscripción de un oficial romano de tiempos de Caracalla (211-217), quien nos proporciona el nombre de su hijo: Guta. Nombre claramente gótico y que, teniendo en cuenta el rango de su padre, praepositus, apunta a que este último se había enrolado en las filas romanas en tiempos del emperador Septimio Severo (193-211).29
Ya en sus nuevos asentamientos, los godos no tardaron mucho en darse cuenta de las «posibilidades» de saqueo que ofrecían las cercanas provincias romanas de Dacia, Mesia y Tracia. Así que, a partir del año 238, comenzaron a asaltar la frontera junto con otras tribus.
El pueblo godo comenzaba a «poner a prueba el valor de los romanos» y sería una dura prueba, pues, como dice Jordanes, eran una «raza de hombres fieros y dispuestos siempre a combatir».30
«LOS HIJOS DEL DIOS FURIOSO»: LOS GODOS Y SUS PRIMERAS GUERRAS CON ROMA (238-337)
Hacia el año 230, las bandas guerreras y los asentamientos godos podían hallarse ya en una amplia zona que iba desde las fronteras nororientales de la Dacia romana, grosso modo la actual Rumanía, hasta las riberas occidentales del río Dniéper, en el corazón de la actual Ucrania. Desde el primer momento, estos grupos godos interactuaron con los pobladores del inmenso país batallando contra ellos, coaligándose con ellos, extorsionándolos, aniquilándolos o conquistándolos. Con los sármatas roxolanos, yaciges y alanos la relación oscilaría entre la alianza y la fascinación por su cultura y modo de vida, y la hostilidad y la guerra sin cuartel. Así, por ejemplo, los godos terminarían por expulsar a los sármatas roxolanos de las llanuras del Dniéster, del Bug y del Bajo Danubio, pero tomarían de ellos y de los alanos un nuevo estilo de vida, más pastoril y en el que el ganado y, sobre todo, el caballo se constituía en elemento central de la vida de los nobles y de los guerreros. Y no es que los godos no usaran antes el caballo, pero como demuestra la lingüística, es en los siglos III y IV cuando en estrecho contacto con los sármatas incorporaron a su idioma la palabra de origen indoiranio hors, vocablo que designaba a un tipo de caballo apto para guerrear y no solo para servir de montura y que sustituyó al vocablo germánico eorh que hasta entonces había sido el genérico usado para denominar al noble bruto. Este «descubrimiento» del caballo de batalla por mor de la relación más estrecha con los sármatas, queda ya apuntado en Tácito, quien señalaba que los germanos poseían caballos lentos y desmañados y que, por eso, la inmensa mayoría de sus guerreros preferían combatir a pie. Por lo demás, la influencia sármata se evidencia en múltiples campos: en el de las armas, estilos de lucha, organización militar, formas de contar, adornos y costumbres. Lo que se manifestaría en detalles tan curiosos como el «traje real godo», el llamativo atuendo de pieles de clara influencia sármata que lucían los reyes godos, o en que las denominaciones de los jefes de 100 guerreros y de un millar: hundafaps y msundifaf, fueran también de procedencia indoirania.31
Con los carpos y costoboques, dos pueblos dacios no sometidos por los romanos, y con los taifales, un oscuro pueblo que con toda probabilidad era una mezcla de germanos con elementos dacios y sármatas, la hibridación fue asimismo muy intensa, como también lo fue con otros grupos germanoorientales recién llegados a la región o establecidos en ella desde hacía siglos, entre los que era en especial relevante la progresiva incorporación al pueblo godo de bandas de bastarnos, cotinos, burios y peucinos.
Los godos, además, mantuvieron alianzas de conveniencia con otros grupos bárbaros de difícil filiación étnica como los boranos, un pueblo, o más bien, una confederación tribal muy volátil en la que sin duda había godos, hérulos, sármatas, dacios y otros pueblos y que se fue fundiendo con los godos, o como los urugundos, un misterioso y salvaje pueblo que habitaba al este del Don, junto a las riberas del lago Meotis, nuestro mar de Azov, y que se sumó a las grandes expediciones de saqueo de los godos, boranos y hérulos acaecidas entre los años 257 y 269 y que puede que fueran una avanzadilla de los pueblos prototurcos que precediera en más de un siglo a los hunos o que se tratara de una división de los sármatas.
Las tribus finoúgrias y eslavas, este último pueblo en plena etnogénesis, también se mezclaron y relacionaron de forma intensa con los godos que llamaban a los pueblos finoúgrios, Finn, literalmente «los que encuentran», porque eran cazadores-recolectores que vagaban por los inmensos bosques y pantanos de Europa oriental acechando a los animales salvajes y buscando frutos silvestres. Por su parte, los eslavos incorporaron a su lengua una parte notable del vocabulario dedicado al comercio, a las estructuras de poder, a la agricultura y, sobre todo, a la guerra, como por ejemplo la palabra helm, «yelmo».32
En fin, en el nuevo y complejo escenario bárbaro en el que ahora habitaban los godos, también se establecieron alianzas puntuales salpicadas de guerras feroces con otros pueblos germanos, como aquellas acordadas o sostenidas, según el caso, con y contra vándalos asdingos, gépidos y hérulos.33
Es muy probable que el nombre tribal de los godos fuera teogonista e hiciera referencia a su antiguo dios de la guerra: Guton o gaut, «el furioso», esto es, Gutones o «el pueblo de Guton». Debido a que los godos creían que Guton era su padre y que había nacido en su país,34 aún estaban tratando de adaptarse a su nuevo medio y, como todos los emigrantes, no tenía que ser fácil. De ahí que la «tentación» de cruzar el limes romano y caer sobre las ricas provincias del Imperio fuera irresistible. Así, en el 238, al comienzo del reinado de Gordiano III (238-244) los godos asaltaron la Dacia romana y luego cruzaron el Danubio y saquearon Mesia Inferior, llegando a tomar la ciudad de Istria, en la desembocadura del Danubio. Era su primer ataque a la frontera romana y su primer contacto masivo y brutal con el Imperio.35