Pero, ante todo, el relato de Procopio sobre los hérulos nos muestra con qué facilidad un pueblo o una fracción de un pueblo podía migrar en la Europa de las invasiones, y también evidencia cómo una pequeña banda guerrera, como la integrada por los 200 guerreros hérulos escandinavos que partieron hacia el Danubio, se podía plantear, no ya cruzar media Europa, sino incluso reclamar un trono y unas tierras situadas del lado romano de la frontera.
En suma, la historia que Procopio nos cuenta sobre los hérulos de su tiempo, debería de hacernos reflexionar sobre la complejidad, divisiones y desviaciones que podían operarse en y durante una migración bárbara, así como sobre las extrañas causas e inesperadas consecuencias que podían tener o deparar dichos movimientos.
Así que las sagas y canciones germánicas a las que con frecuencia alude Jordanes como fuente de sus noticias, podían encerrar en su seno no poca verdad y, en este caso, el origen escandinavo de los godos, acertar de pleno. Máxime cuando ya en el siglo IV a. C., en el periplo de Piteas, navegante griego de Massalia (la actual Marsella) que hacia el 323 a. C. exploró los mares del norte de Europa en busca de estaño y ámbar, se señalaba en lo que hoy serían las regiones meridionales de Suecia, alrededor de las islas y costas que se extienden desde Heligoland a Götaland, al pueblo de los «gutones».12 Un etnónimo que reaparece después de más de trescientos años en las obras de Estrabón, Pomponio Mela, Plinio el Viejo y Tácito que ubican a los gutones en la misma región báltica en que ya lo hiciera Piteas a finales del siglo IV a. C., pero trasladándolo esta vez a las tierras en torno a la desembocadura del río Vístula y señalándolo como una de las cinco grandes agrupaciones tribales en que se dividían los germanos13.
¿Y la arqueología? ¿No puede venir en nuestro auxilio? La arqueología muestra que en el siglo I a. C. se produjo un brusco despoblamiento por abandono de lo que hoy serían las tierras suecas que Jordanes y Procopio señalaban como tierra natal de los godos, pero, por otro lado, no se han encontrado pruebas sólidas de que dichas poblaciones se trasladaran a la costa sur del Báltico. Además, la búsqueda de restos materiales que agrupar en «culturas» que a su vez puedan asignarse a pueblos nombrados por los autores grecorromanos en las tierras de las antiguas Germania y Sarmatia es, en puridad, un ejercicio de buena voluntad. Así, por ejemplo, se ha querido identificar a los gutoni/gutones/gotones que, como vimos más arriba, señalaban Estrabón, Pomponio Mela, Plinio y Tácito desde el 10 a. C. al 98 de nuestra era en torno a la desembocadura del Vístula, con las llamadas culturas de Wielbark y Przeworsk, así como con la cultura de Jastorf, todas ellas ubicadas en lo que hoy serían el norte y el centro de Polonia, y se ha tratado de enlazar estas culturas con la de Cherniajov, ya en la región carpática y póntica, en las actuales Ucrania, Moldavia y Rumanía, para así ofrecer «evidencias científicas» de la lenta migración de los godos desde el Báltico al mar Negro y al Danubio. Sin embargo, esos esfuerzos siguen sin ofrecer resultados claros de unos hechos que, por otra parte, están sólidamente constatados por las fuentes escritas de los siglos I al IV y de cuyos testimonios, al igual que de los de Jordanes, siguen dependiendo, aunque sea a regañadientes, los arqueólogos para llevar a cabo sus «identificaciones».14
Más feliz, aunque parca, ha sido la contribución de la filología. Esta última ciencia arroja evidencias sólidas de la instalación de los godos en la costa báltica, en el país que Jordanes llama Gotiscandia. Jordanes afirma que todavía en su tiempo, mediados del siglo VI, seguía denominándose así, Gotiscandia, a esa región báltica y ese dato lo confirman tanto la filología como la historia, pues hacia el año 978 la región aún tenía un nombre derivado de Gotiscandia: Goth-danisk designación que, hacia el 997, pasó a Git-Danzin y que terminó dando como resultado el eslavo Gdanzky, que pasó al cabo a denominar a la ciudad principal de la zona: la polaca Gdansk que hasta 1945 tuvo el nombre alemán de Danzig.
Figura 1: Par de brazaletes de plata hallados en una tumba femenina de la necrópolis de Gronowo (Polonia), una de las más características de la llamada cultura de Wielbark, que cuenta con un importante conjunto de importaciones romanas. El ajuar de la tumba se fecha en el siglo III.
Del mismo modo, mediante la detección en la lengua gótica de palabras procedentes de otros idiomas no germánicos, como las procedentes de lenguas bálticas, finoúgrias, dacotracias e indoiranias, la filología constata que los godos, en su migración, atravesaron tierras pobladas por tribus hablantes de esas lenguas o se relacionaron largamente con ellas y que por lo tanto progresaron desde el Báltico central hacia el sur y el este, Vístula arriba y luego Dniéster, Bug, Prípiat y Dniéper abajo, hasta alcanzar los Cárpatos y el mar Negro. De hecho, es tal el número de palabras de raíz o procedencia indoirania y dacotracia en el gótico que algunos filólogos apuntan a que las denominaciones que los autores romanos daban a los godos, getas, saurómatas y escitas, quizá no sean solo arcaicismos eruditos, sino la constatación de que, cuando los godos aparecieron frente a las fronteras romanas, no se trataría ya de un grupo étnico germano homogéneo, sino de una entremezclada aglomeración de gentes de muy diversa procedencia entre las que habría muchos sármatas, costoboques y carpos junto a godos propiamente dichos.15
Así que podemos concluir que en torno al año 100 a. C. hubo grupos de gutones/godos que comenzaron a abandonar Escandinavia para instalarse al otro lado del Báltico y que hacia el 20 a. C., tras haber sometido a las gentes del lugar o haberse mezclado con ellas, estaban sólidamente asentados en las tierras que se extendían alrededor de la desembocadura del río Vístula. Ya hemos visto que allí los sitúa Estrabón, quien los denomina gutoni y su testimonio lo corrobora Plinio, quien los llama gutones, y Tácito y Ptolomeo que los denominan, respectivamente, gotones y guti. Tácito, en su Germania, escrita hacia 98 d. C. nos dice sobre ellos:
Tras los ligios están los gotones; con régimen monárquico, con una sujeción algo mayor que la de los restantes pueblos germanos, aunque no tanto como para suprimir su libertad. A continuación, nos encontramos, por la parte del Océano, a los rugios y lemovios. Típicos de todos estos pueblos son los escudos redondos, las espadas cortas y la sumisión a sus reyes.16
Volveremos sobre la descripción que Tácito hace de los primitivos godos, pero se habrá advertido que, de los testimonios de los autores clásicos, de Estrabón a Ptolomeo, se deduce que los godos permanecieron en sus tierras en torno a la desembocadura y el curso medio del Vístula durante unos doscientos años. Esto lo ha corroborado la arqueología, la cual no detecta en la región cambios significativos durante ese periodo, además del hecho de que Marco Aurelio y Cómodo, durante los más de veinte años de guerras marcomanas y sármatas (165-189), no tuvieran que lidiar con los gotones/godos, a los que tampoco se menciona como aliados o enemigos de las tribus contra las que sí tuvieron que combatir sin cesar en los limes danubiano y dácico: marcomanos, cuados, sármatas yaciges y roxolanos, naristios, longobardos, vándalos silingos, asdingos y lacringos, vinctumalos, costoboques, hermunduros, cotinos, burios, carpos, etc.17 Nótese que sí aparecen pueblos que Tácito y Plinio,