Ciudad y arquitectura urbana en Colombia, 1980-2017. Luis Fernando González Escobar. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luis Fernando González Escobar
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587148787
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intervino drásticamente la arborización existente y derivó en un cambio de pisos de adoquín cerámico y la ubicación de jardineras. Entre tanto, el proyecto para la Plaza de Bolívar de Pereira incluía la peatonalización de las calles aledañas, lo que no se cumplió y solo se aplicó en el propio espacio de la plaza, que tenía como gran determinante el famoso Bolívar desnudo del escultor Rodrigo Arenas Betancur, ubicado sobre el costado oriental (calle 19). A partir de esta obra se ordenó el parque como un gran recinto abierto enmarcado por un “pórtico vegetal” —dos líneas vegetales, una de palmeras a manera de columnata, y otra de árboles— en los otros tres costados, y con un hemiciclo de astas de bandera en la parte oriental. Todo el conjunto se encuentra rehundido un nivel inferior al de calle, y el piso es de adoquín de arcilla con líneas en forma de espina de pescado que señalan el eje del Bolívar.

      A pesar del empobrecimiento de lo buscado en los planteamientos de muchos proyectos al momento de materializarlos, el espacio público fue el eje neurálgico de ellos, y desde entonces comenzó a tener otras connotaciones, a valorarse como fundamento de la ciudad, hasta alcanzar una dimensión política sustancial, al ser incorporado en la Constitución de 1991,24 formar parte de la política urbana Ciudades y Ciudadanía de 199525 que considera que “la vida colectiva de la ciudad toma cuerpo” allí,26 y ampliarse e incluirse definitivamente como determinante urbana en la Ley 388 de 1997, con lo que quedó como componente estructurante de ciudad en los planes de ordenamiento territorial de las urbes de Colombia.

      Entre finales de los años ochenta y mediados de los años noventa del siglo xx, en distintas ciudades colombianas hay un proceso de transición entre la renovación urbana, los planes del centro y el inicio de los proyectos urbanos definidos desde los pot municipales. Unas veces paralelos y otras complementarios a dichos planes del centro, se adelantaron proyectos puntuales en sectores abandonados o en áreas deterioradas. En unos casos, con la restauración de edificios históricos asociados a proyectos de espacios públicos anexos; en otros, con nuevas obras, pero cuidadosamente insertadas en el contexto urbano, y en algunos más, con proyectos nuevos que pretendían ser puntos de referencia o desencadenantes de los futuros desarrollos. Entre estos últimos también se ubican los edificios para terminales de transporte, que trasladaron ciertas funciones de los centros a otras áreas periféricas, descongestionándolos, mejorando la movilidad y convirtiéndose en ejes dinámicos de los sectores donde fueron insertados.

      Aquel tipo de obras son piezas singulares de gran calidad arquitectónica, aunque minoritarias en un paisaje urbano dominado por las arquitecturas comerciales, bancarias o financieras, que se establecieron como los nuevos referentes del paisaje urbano y se erigieron como las determinantes de la arquitectura de “buen gusto” —no necesariamente de buena calidad—, novedosas en su despliegue de formas, tecnologías y materiales, especialmente en nuevas áreas de expansión o en sectores que se autoproclamaron nuevos “centros urbanos”, ya fueran centros comerciales o financieros. Basta señalar lo que significó urbanística y arquitectónicamente la configuración en Medellín del sector de la Milla de Oro o Strip de Medellín, sobre la avenida El Poblado, en los límites con Envigado: un gran muestrario de arquitecturas posmodernas, aún hoy en proceso de densificación. O en Bogotá, donde muchas corporaciones y entidades financieras y bancarias se ubicaron en la calle 72 y en sectores aledaños, también con diversidad de propuestas arquitectónicas en altura, levantadas, como en El Poblado de Medellín, sobre las antiguas casonas.

      Lo contrario a este cosmopolitismo urbano era lo que pretendían aquellas pocas piezas de arquitectura urbana señaladas en los párrafos siguientes, que buscaban ser referentes paliativos y regeneradores de la ciudad, como en muchos casos verdaderamente ocurrió. Inicialmente, estas obras no fueron pensadas como parte de un proyecto más amplio, sino como acciones aisladas, con la intención de que en un futuro vago sirvieran como parte de un proyecto mayor no formulado entonces. En muchos de esos casos, los proyectos urbanos diseñados posteriormente las tomaron en cuenta, las tuvieron como punto de partida o las incluyeron como determinantes.

      En Medellín fueron varias las obras significativas que pretendieron esta revitalización urbana. Una primera obra por destacar es el proyecto del Teatro Metropolitano, inaugurado en febrero de 1987, con diseño del arquitecto Óscar Mesa Rodríguez. Este, junto con el cercano Palacio de Exposiciones, construido en los años setenta, se convirtió en determinante para el desarrollo posterior del sector de La Alpujarra II, complementario al centro administrativo. La imagen arquitectónica, clara y contundente por sus prismáticos y austeros volúmenes de ladrillo —un rigor y ortodoxia geométrica que se va descomponiendo en un juego de alturas, entrantes, vacíos, luces y sombras—, lo erigió desde entonces como un símbolo de la ciudad metropolitana y el hito obligado del desarrollo posterior del sector. Cinco años después, en 1992, se comenzaría a construir en sus proximidades, en la parte norte, la sede administrativa de las Empresas Públicas de Medellín, la cual se inauguró en 1996:27 un edificio que se convertiría en el ícono urbano de los años noventa, reconocido popularmente como el “Edificio inteligente”. Ambas construcciones se convirtieron luego en parte y contraparte de los lenguajes con los que se definió e hizo tránsito la arquitectura urbana durante estos años, no solo en Medellín sino también en toda Colombia. Mientras en el Teatro Metropolitano el arquitecto apela con virtuosismo a una tradición moderna colombiana, por el carácter de sus formas y el uso del ladrillo, en el nuevo edificio se incorpora una versión local del high tech, es decir, arquitectura de alta tecnología, tratando de seguir las formas del edificio Lloyds de Londres, terminado de construir en 1986 con diseño del arquitecto Richard Rogers, siendo el de Medellín, más que un homenaje o una reinterpretación, una cita literal. Entre la acomodación topológica del primero y la novedad relumbrante del segundo, se fue dando forma a un área de expansión del centro de Medellín, para reconfigurar una centralidad metropolitana acorde con la realidad territorial, la cual, desde el urbanismo y la arquitectura, tendría una segunda etapa, a partir de 1998, dentro de un plan parcial, como parte de los proyectos del pot.

      Ya no con piezas arquitectónicas de nuevo diseño y en áreas vacantes por fuera del propio centro, sino en el interior de este y acudiendo a lo preexistente, se trató de reorientar la manera de concebir la ciudad. Ante el arrasamiento de la arquitectura histórica en beneficio de la comercial, se dio inicio a la recuperación de un número limitado pero representativo de edificios históricos, pretendiendo con ellos intervenir a su vez el entorno inmediato. El Paraninfo de la Universidad de Antioquia y la Plazuela de San Ignacio, el Palacio de la Cultura y la Plazuela Nutibara, la Estación del Ferrocarril de Antioquia, el Puente de Guayaquil y el sector aledaño de la antigua Plaza de Cisneros son representativos de este tipo de intervenciones.

      La restauración del Paraninfo de la Universidad de Antioquia28 se inició en 1986, y una primera etapa culminó en 1993, con el complemento de la intervención sobre la Plazuela de San Ignacio. La totalidad de la restauración continuaría hasta 1999. Allí se recuperó un pequeño oasis interior de patios, jardines, claustros y galerías, ajeno al tráfago exterior, lo mismo que tres fachadas urbanas, entre ellas la del acceso que está sobre la propia plazuela, que, con la intervención en pisos, monumentos, amueblamiento y arborización, revaloró un recinto urbano, pequeño en dimensiones y escala, pero significativo en términos urbanos e históricos. La restauración en tal sentido fue integral, pues abordó tanto el edificio como el espacio público.

      La acción emprendida implicó la recuperación del sector, al que se le sumaría uno de los pocos edificios nuevos, representativos, de singular valor, cualificados y aportantes a la configuración del paisaje urbano en el centro de la ciudad, esto es, el edificio de la Unidad de Servicios San Ignacio de la caja de compensación Comfama, un proyecto diseñado por el arquitecto José Nicholls Posada (Codiseño J. Nicholls P. Ltda.), que planteaba un reto por la ubicación sobre el costado sur de una plazuela singular por su rectangular y mínima forma, por el valor histórico y por el grupo de edificios ubicados allí, pues aparte del Paraninfo de la Universidad de Antioquia están la iglesia y el claustro de San Ignacio, además de otros edificios del siglo xx, también importantes en su arquitectura. La obra realizada allí mantuvo la relación mediante una fachada de dos pisos, que complementa el marco de la misma y la escala. Un soportal o arcada en la fachada sobre el mismo andén establece el diálogo del edificio con el espacio público, y crea un recinto urbano para el usuario y el