Ciudad y arquitectura urbana en Colombia, 1980-2017. Luis Fernando González Escobar. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luis Fernando González Escobar
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587148787
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xix y principios del xx, con el fin de dar paso a una urbanización para sectores de clase media, de la cual solo se construyeron tres de las nueve manzanas proyectadas. Todavía hoy, a pesar de la notable calidad arquitectónica del proyecto,16 se cuestiona la validez de una renovación urbana que demolió un patrimonio no monumental y dejó una gran cicatriz en la ciudad, pues de las manzanas arrasadas en 1984, apenas han sido utilizadas algunas —como el Archivo Distrital de Bogotá, por ejemplo—, y otras están a la espera de nuevos proyectos.

      En el caso de Manizales, el proyecto de Manuel Javier Castellanos, también planteado en 1984, implicó la demolición de varias manzanas aledañas al Parque Caldas, para configurar tres de ellas con superbloques de apartamentos de cuatro pisos, un hotel y un centro comercial, que quedarían contiguos a la iglesia La Inmaculada. La única manzana construida fue la del centro comercial, con una arquitectura que recibió el Premio Atila por su baja calidad arquitectónica e inadecuación al contexto urbano. Finalmente, con el proyecto de renovación del centro de Pereira, elaborado por el mismo arquitecto de Manizales, uno de los edificios construido allí también recibió el premio otorgado a las arquitecturas menos deseables para los recintos urbanos.

      A pesar de los intentos del bch con otros proyectos, como la participación en Ciudad Salitre de Bogotá, o la financiación y administración de la reconstrucción de Popayán después del terremoto de 1983, entre otros, la renovación urbana en Colombia fue un ejercicio que no prosperó, en buena medida debido a la crisis económica que dejó inconclusos o a media marcha los proyectos planteados. Las pocas obras terminadas y los postulados de construcción quedaron como antecedentes, en un periodo en el que la planeación urbanística era considerada una herramienta inútil, y, por el contrario, la construcción del espacio urbano era mirada, de acuerdo con algunos investigadores, como un escenario “abierto para las actuaciones individuales de agentes urbanísticos sin sujeción a norma alguna”.17 En este sentido, la renovación urbana estaba más interesada en la reproducción del capital que en el mejoramiento de las condiciones de vida y la habitabilidad de los pobladores de cada ciudad.

      Las propuestas de renovación urbana de los ochenta, como las del sesenta, mantenían la intención de la recuperación del patrimonio y la erradicación de la marginalidad urbana en el centro, pero aportaban la idea de volver a residir en el centro urbano, generando mejores condiciones de habitabilidad, mediante operaciones inmobiliarias de vivienda multifamiliar. También, sin proponérselo explícitamente, introdujeron un cambio de mentalidad, en lo que después se conocería como proyecto urbano. Frente a las ideas generalistas de la planeación, estas propuestas de renovación incorporaron la escala intermedia con la actuación en un área específica, delimitada tanto en términos territoriales como en el tiempo, aunque en este caso con el énfasis puesto en el edificio, en el objeto arquitectónico individual, y no en la “pieza urbana”, como serían conocidas las intervenciones del llamado proyecto urbano.

      Antes de que el proyecto urbano se hiciera explícito en los años noventa, y fuera incorporado al lenguaje del diseño urbano y acogido conscientemente en la actuación urbanística, de la renovación urbana se derivaron, directa o indirectamente, los denominados planes del centro, que también serían aportantes al desarrollo posterior del proyecto urbano. Entre 1986 y 1992 se plantearon, entre otros, los planes del centro para Cali, Bogotá, Bucaramanga y Medellín. Los planes de Cali y Bogotá tuvieron como disculpa la celebración de los 450 años de fundación de cada una de las ciudades.

      El de Cali, realizado entre 1983 y 1985, dentro del Plan Cali 450 años,18 pretendía recuperar el centro articulando los espacios públicos —plazas, plazoletas, parques y paseos— y los principales edificios representativos del patrimonio —los teatros Municipal y Jorge Isaacs, el Palacio Nacional, el Convento San Joaquín, La Ermita—, con el río y los cerros aledaños —Tres Cruces, Cristo Rey y Belalcázar—; además, incluía la conservación y revitalización del tradicional barrio San Antonio. Las acciones emprendidas de peatonalización, recuperación de vías, arborización, amueblamiento, intervención y construcción de parques, fueron relevantes y destacadas en el proceso de cambio para tener una ciudad más humana, tanto por el valor dado al paisaje como por la devolución de lugares para el peatón, no obstante que la visión articulada, obedeciendo a una política general, se perdió y terminó en desarrollos parciales que, para algunos, fueron solo obras de maquillaje.

      Mientras tanto, en Bogotá, el Plan del Centro, aprobado en 1986,19 buscaba construir ciudad estableciendo nexos entre esta y la arquitectura mediante dos tipos de acciones: intervenciones urbanas de alto impacto e irradiación, y obras de corto plazo que priorizaban el espacio público. En este plan fue fundamental hacer uso del diseño urbano para hacer intervenciones en pequeñas porciones de la ciudad (una escala menor) pero sin desdeñar ni perder de vista la relación que se podría establecer con un contexto urbano mayor. Desde esta concepción se ejecutaron obras importantes, abarcando desde la construcción de puentes peatonales hasta la remodelación de plazas —la del Rosario, por ejemplo—, pasando por la recuperación de andenes, mobiliario y ornato urbano, la peatonalización de calles —el Paseo Los Fundadores, en la avenida Jiménez y ligado a la plazoleta del Rosario—, y la intervención arquitectónica en cerramientos o portadas para conectar con la calle edificios institucionales aislados o negados a la ciudad. Si bien algunas de estas obras fueron criticadas por la baja calidad constructiva o las limitaciones arquitectónicas, o la concepción “efectista” de acciones de corto plazo con el desarrollo de proyectos puntuales,20 se resaltó a su vez el valor de ellas en su conjunto, porque era un proyecto de ciudad en función del hombre como usuario esencial de su espacio público. Según palabras de Fernando Correa Muñoz, con este plan se asiste, entonces, al

      redescubrimiento de un urbanismo que relega el automóvil y la vía al puesto que le corresponde. Que retoma el ámbito urbano, el humanismo y la dignidad. La belleza como bien común y no como privilegio excluyente. Una planeación que se olvida del plan de masas y actúa sobre el lugar, la calle, la esquina, la plazuela, el barrio. Volvemos al tratamiento de la amenidad y la amabilidad. Del discurrir sereno y contemplativo del peatón.21

      Lo expresado para Bogotá también lo fue para Cali y otras ciudades del país, donde este discurso comenzaba a ser expuesto y reclamaba su materialización en el espacio urbano. De esta manera, privilegiar al peatón y no al automóvil, humanizar la ciudad, generar un ambiente adecuado, diseñar y actuar en la pequeña escala para sumar en beneficio de la ciudad y desencadenar procesos, se convirtieron en la prioridad a partir de esos años.

      Cada uno de estos efectos era buena parte de los propósitos del Plan del Centro de Bucaramanga, del cual se ejecutó el proyecto del Paseo del Comercio en 1988, ubicado en la antigua Calle Real, entre las carreras 15 y 20. En forma contraria al Paseo Los Fundadores de Bogotá, que permitía el tráfico vehicular, en el de la capital santandereana fue predominante el peatón, mientras que el automotor tenía un acceso limitado a situaciones especiales. Con todo esto, el caótico comercio informal se ordenaba y se reducía a las casetas que formaban parte del mobiliario urbano, junto a las bancas, la iluminación y la arborización. En el nuevo tratamiento de los pisos de esta área, se trabajó con materiales que jugaban con las texturas y las formas geométricas en la zona peatonal, y permitía diferenciar a este eje en el cruce con las calles vehiculares. Pero, al igual que en otras ciudades, la de Bucaramanga fue una intervención parcial.

      La peatonalización de vías con tratamiento de pisos —especialmente el adoquinado— se convirtió en obra casi obligada en muchas ciudades y pueblos de Colombia, aunque en buena parte de los casos estos lugares terminaban como calles aisladas sin integración a un sistema urbano peatonal.

      Un hecho urbano excepcional por sus implicaciones urbanas y arquitectónicas, derivado en cierto modo del Plan del Centro de Bogotá, es el Proyecto de Renovación Urbana del Parque Central Bavaria. Con él se transitó de la renovación urbana a la configuración del proyecto urbano en Colombia. En un lote de siete hectáreas, ubicado en el crucial sector del Centro Internacional, el cual había quedado en desuso por el traslado de la empresa cervecera que había estado allí desde el año de 1888, se planteó esta intervención concertada entre las autoridades municipales y la empresa privada, en otro hecho inédito en términos del desarrollo urbanístico. Se definió la concepción urbanística desde 1987, se inició