Oh manos del Dios eterno, que me hicisteis y seguís preservando los cielos y la tierra por mi causa y para mi bien, me hicisteis para vosotras, no permitáis que me aleje de vosotras. Sobre esas manos está mi Cordero, y todo aquello que amo; y es en ellas que debo permanecer yo también, junto a él. Pues sobre estas manos amorosas dormiré y descansaré junto con él en paz, en tanto que él me abrió con su muerte la esperanza en ellas y en sus infinitas misericordias, y me colocó dentro de ellas, como mi único y especial mi refugio. Es por estas manos que vivo y soy lo que soy, pues son ellas las que constantemente me transfieren vida; y es en ellas que quiero morir; vivir en ellas en el amor de nuestro Señor, deseando y buscando únicamente de ellas toda buena obra; y finalmente, junto con el Señor, recibir de ellas la corona.
FRAY THOMÉ DE JESUS [1529-1582]
“Trabalhos de Jesus”, 1606 citado por Spurgeon en su edición inglesa titulada “The Sufferings of Jesus”, 186971
En tus manos encomiendo mi espíritu. Pese a que debía morir en una cruz, en el ocaso de su vida no se dibuja ante el Redentor ninguna sombra de destino tenebroso, pues el rostro de su Padre seguía brillando delante de él en todo su esplendor. No contempla la posibilidad de que su vida se funda en las aguas sombrías de la mortalidad: se encomienda a las manos de su Padre. No se plantea el seguir viviendo diluido en el espíritu general de la raza humana; sino con una personalidad definida, con su espíritu propio, abrazándose para ello a la protección especial y a la fidelidad de su Padre. No rinde, por tanto, su vida, al desaliento de una muerte destructiva; lo hace bajo la conciencia triunfante de la resurrección que el Padre le ha prometido. Ese fue el mensaje central del testamento de Jesús al expirar, sus últimas palabras son: garantía vida; entrega su vida en manos de un Padre que vive eternamente. Con gran voz pronunció estas palabras:72 “En tus manos encomiendo mi espíritu”, ante un mundo antiguo y moderno, pasado y presente, hundido en una aprehensión pagana a la muerte, temeroso de la muerte, sin esperanza alguna de inmortalidad y resurrección; porque permite que, en su entorno, la presencia y consciencia de la personalidad de Dios, y la unión personal con él, sean oscurecidas y desfiguradas constantemente por un falso sentido de la razón. En su muerte, y con el corazón de un león, Cristo testifica una vez más del mensaje de esperanza que caracterizó todo su ministerio: he venido para que tengan vida,73 y lo hace mediante una expresión peculiar, sacada de un salmo del Antiguo Testamento, dejándonos constancia, con ello, de que por voluntad del Espíritu, el sentido de la vida eterna estaba ya presente y claro en la visión profética del antiguo pacto. Y por tanto, con esta misma visión, entrega su vida, a través de la muerte, en manos del Único que vive eternamente. Su muerte, con ser el último de sus hechos, fue el más elevado y grandioso de todos ellos, la corona de su vida santa.
JOHN PETER LANGE [1802-1884]
“The Life of the Lord Jesus Christ”, 1864
En tus manos encomiendo mi espíritu. David, encomienda aquí su espíritu a Dios para evitar la muerte; pero Cristo, y todos los cristianos después de él, comprometen su espíritu a Dios para poder vivir eternamente, en muerte y después de la muerte. Por tanto, este salmo enlaza claramente con el Salmo 22. Ambos fueron utilizados por Cristo en la cruz. Del Salmo 22 extrae palabras amargas de angustia: “Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”.74 Del Salmo 31 arranca estas sus últimas palabras de amor y confianza, que pronunció justo antes de expirar: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. No cabe la menor duda que el Salterio era el himnario y libro de oraciones de Cristo.
CRISTOPHER WORDSWORTH [1807-1885]
“Commentary on the Whole Bible”, 1856
Vers. 6. Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias; mas yo en Jehová he esperado. [Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias; mas yo en Jehová he esperado. RVR] [Aborrezco a los que confían en ídolos vanos; mas yo confío en el Señor. LBLA] [Aborrezco a los que confían en ídolos vanos, pero en cuanto a mí, en YHVH he esperado. BTX] [Detesto a los que rinden culto a ídolos inútiles; yo confío en el Señor. NVI] [Odio a quienes sirven a ídolos falsos, en Dios pongo mi confianza. BLP] [Detesto a los que rinden culto a ídolos inútiles; yo confío en el Señor. NTV]
Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias. Los que no se apoyan en el verdadero brazo de fortaleza, pondrán en si mismos una confianza vana. El ser humano ha de tener un dios, y si no adora al Dios vivo, verdadero y único, se fabrica dioses el mismo, pone en ellos una confianza supersticiosa, y espera en ellos con esperanza ansiosa basada en una ilusión engañosa. Los que hicieron esto no fueron amigos íntimos de David, que compartían su misma aversión marcada a la idolatría: el verbo hebreo שָׂנֵ֗אתִי הַשֹּׁמְרִ֥ים śānêṯi haššōmərîm, de שָׂנֵא sane, “odiar”; y שָׁמַר shamar, “participar, esperar, guardar”; incluye tanto el tiempo presente como pasado. David los aborrecía porque ellos aborrecían a Dios, y no estaba dispuesto a soportar la presencia de idólatras; su corazón estaba abiertamente en contra de ellos a causa su necedad y malicia. No tenía la más mínima paciencia con sus prácticas supersticiosas, y llama a sus ídolos vanidades ilusorias, es decir, un cero a la izquierda. De hecho, la cortesía que merecen los romanistas75 y puseyistas76 por algunas de sus supersticiones y tonterías, no alcanza más allá de esto. Los hombres que hacen dioses de sus riquezas, sus personas, sus inteligencias o cualquier otra cosa, tienen que ser evitados por aquellos cuya fe descansa sobre Dios en Jesucristo; y, lejos de ser envidiados, han de ser compadecidos por depender de tales vanidades
Mas yo en Jehová he esperado. Algo que podrá estar muy mal visto, anticuado, pasado de moda; pero el Salmista no estaba por las modas, y se atreve a ser singular. Ni el mal ejemplo ni la opinión mayoritaria han de servir para desviarnos de la verdad, antes todo lo contrario: en medio de una defección general, deberíamos volvernos más osados. Para el salmista el vínculo de confianza en su Dios es el punto clave y por ello insiste: “Mas yo en Jehová he esperado”. Quién al sentirse turbado se acoge en los brazos de su Dios, una vez aferrado a la fidelidad divina, se atreve con todo.77
C. H. SPURGEON
Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias. Los hombres de Dios acostumbran a tener una personalidad fuerte y apasionada, y no suelen mostrarse con aquellos que obran el mal, lo permisivos y tolerantes que a algunos de sus colegas de lengua seductora y complaciente les gustaría. Aborrecer no siempre es mala cosa.
C. H. SPURGEON
Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias. Los romanistas78 se inventan milagros de los santos para hacerlos, según pretenden, más venerables y gloriosos. Afirman cosas absurdas, como que la casa en que la que se encontraba la Virgen María cuando la visitó el arcángel Gabriel, fue transportada milagrosamente cientos de años después unas dos mil millas, de Galilea a Dalmacia; y desde allí por mar a Italia, donde fue cambiando a su vez de un lugar a otro hasta encontrar el sitio donde se encontrara cómoda; dicen también que obró