En mis angustias y tribulaciones
siempre me viste dulce y compasivo,
y en mis necesidades y miserias
siempre por tu bondad me has socorrido.
Jamás me abandonaste entre las manos
de mis muchos feroces enemigos;
antes los aterrabas, y su fuga
me dejaba espaciosos los caminos.
Apiádate también de los actuales
trabajos y aflicción en que te miro,
que el temor de tu ira ha conturbado
mi corazón, mi alma y mis sentidos.
Corrí la mayor parte de mi vida
entre dolores, ansias y peligros,
mis años florecientes se pasaron
en llanto amargo, en míseros gemidos.
Ya mis fuerzas están debilitadas
con tantas aflicciones y martirios,
hasta mis huesos se han descoyuntado,
y esperaba por fin morir tranquilo.
Pero ahora, santo Dios, soy el juguete,
mofa y escarnio de mis enemigos,
irrisión de vecinos y parientes,
y hasta terror de todos mis amigos.
Unos al verme en tan terrible estado,
me han vuelto las espaldas, me han huido;
otros como si ya me hubiera muerto,
me han entregado a su total olvido.
Todos me miran como a vaso roto,
como vasija inútil, y han tenido
el valor de decírmelo en mi cara,
pues no hay injuria que no me hayan dicho.
A este tiempo también los principales
caudillos del ejército enemigo
entre sí consultaban sobre el medio
de quitarme la vida sin arbitrio.
Y yo, Señor, en ti siempre fiado,
de otra manera no me he defendido,
que diciéndote, tú eres mi Dios solo,
de tus manos dependen mis destinos.
Líbrame ya, Señor, de las tiranas
manos de estos feroces enemigos,
que me persiguen para destrozarme,
y me aborrecen, porque yo te sirvo.
Mira con dulces favorables ojos
a este siervo, aunque sea tan indigno,
y que excite tu gran misericordia
el miserable estado en que me has visto.
No parezca el sonrojo y la ignominia
de ser desamparado y confundido,
porque invoqué tu nombre soberano,
porque he esperado en tu poder divino.
Que los malvados sí, que los malvados
arrastren al sepulcro sus delitos,
que enmudezcan sus lenguas, pues que solo
para mentiras de ellas se han servido.
Pues que llenos de orgullo, de soberbia,
al inocente y al justo han oprimido,
vomitando contra él muchas calumnias,
que sean oprimidos ellos mismos.
¡Pero mi Dios! ¡qué mares de dulzura
reservan tus tesoros escondidos
para los corazones que te aman,
y temen el rigor de tus juicios!
Como ellos en sus males solo esperan
hallar consuelo en ti, tener alivio;
tú cumples sus deseos a la vista
de sus contrarios, para confundirlos.
Tú los esconderás en los secretos,
que tu piedad les tiene prevenidos,
y allí estarán ocultos a las iras
de los hombres violentos y malignos.
Bajo la sombra de tus santas alas,
y ya en tu tabernáculo divino,
no temerán a las malvadas lenguas
ni las calumnias ni los artificios.
Bendito sea el Señor omnipotente,
que su misericordia ha difundido
pródigo sobre mí, pues que me ha dado
el muro inexpugnable de su auxilio.
Bien sé que alguna vez en la amargura
de mi aflicción te dije dolorido,
ya veo que me arrojas indignado
de tu presencia, porque soy indigno.
Mas para reprimir los movimientos
de un corazón desconfiado y tibio,
oíste mi oración, y me salvaste
antes de que pudiera repetirlos.
Oh santos del Señor, amadle siempre,
si os persiguen, estad con él unidos;
porque conocerá vuestra inocencia,
y sabrá confundir a los inicuos.
Estad pues con firmeza, no desmaye
en los mayores riesgos vuestro brío,
antes vuestro valor debe aumentarse
con mayor confianza en los peligros.
DEL “SALTERIO POÉTICO ESPAÑOL”, SIGLO XVIII
Vers.