143 SCHÖKEL en su transposición cristiana del Salmo cita en el mismo sentido el siguiente fragmento de un sermón para el domingo de resurrección del famoso predicador dominico español ALONSO DE CABRERA [1549-1598]: «A la tarde se hospedará el llanto y en la mañana nacerá la alegría. Tan veloz transcurre el tiempo que si bien viene con pesar la noche, amanece con placer el día. Saquemos de esto la diferencia entre el día de Dios y el día del hombre: el día de Dios empieza por la tarde y acaba en la mañana: καί γίγνομαι ἑσπέρα καί γίγνομαι πρωΐ ἡμέρα εἷς, “factumque est vespere et mane, dies unus”, “fue la tarde y la mañana de un día” (Génesis 1:5 LXX/Vulgata). Aquellos días primeros que Dios hizo en el mundo tuvieron la tarde antes que la mañana. Pero el día del hombre es al revés, empieza por la mañana y acaba en la tarde: “de mane usque ad vesperam finies me”, “entre la mañana y la tarde me consumo” (Isaías 38:12, Vulgata) decía un rey que se estaba muriendo. Nuestros días empiezan con luz y terminan en tinieblas; Dios comienza con tinieblas y termina con luz. Ningún día ha tenido el mundo más solemne y glorioso que el día de la resurrección de Cristo nuestro Redentor; pues siendo día de Dios, conforme a su estilo, empezó por la tarde y acabó por la mañana, comenzó con tinieblas y terminó con luz, se inició con Pasión y concluyó con Resurrección».
144 Los Padres de la Iglesia comentaron:
–AGUSTÍN DE HIPONA [354-430]: «“Para que mi gloria te cante y no tenga yo pena”; sí, para que deje ya de lamentarse y comience de una vez a cantar, no mis méritos, sino mi gloria. Puesto que has sido tú quien me ha enaltecido desde mi miseria borrando el dolor de mi conciencia de pecado, el miedo a la muerte, y el temor al juicio. “Señor Dios mío, yo te alabaré eternamente”: mi gloria, oh Señor Dios mío, consiste en confesar ante ti eternamente que nada bueno procede de mí mismo, sino que todo procede de ti, que eres Dios, y eres todo en todos (1 Corintios 15:18)».
–TEODORETO DE CIRO [393-458]: «¿Acaso nos faltan razones para darle las gracias y alabarle “eternamente”? Le amamos porque él nos amó primero (1 Juan 4:19). Y tanto como abundan los motivos de alegría abundan las razones para el agradecimiento. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, –leemos en la Escritura– que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él, no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). ¡Dios mío: “te alabaré eternamente”! No tan solo en esta vida, sino también después de la resurrección, cantaré eternamente, y no estaré callado, entonaré eternamente himnos proclamando tu amor y tus dones, extraordinarios e inefables».
SALMO 31
SALMO DEL ANGUSTIADO
Título: Al músico principal. Salmo de David.1 La dedicatoria o asignación al músico principal demuestra que este cántico de emociones contrapuestas y expresiones agrias de aflicción fue compuesto para canto público y, por tanto, se erige como golpe de gracia a todos los que pretenden que en el culto público hay que cantar exclusivamente alabanza. Lo más probable es que, de no haber sido porque el Espíritu Santo tuvo especial cuidado en indicar que eran aptos para la pública edificación del pueblo del Señor, los Salmos, este incluido, hubieran sido considerados como excesivamente lóbregos y tristes para el culto. ¿Y no podría ser también que los salmos así designados hagan una clara referencia al Señor Jesús? Desde luego, esto es evidente en el caso del Salmo 22, también dedicado “Al músico principal”; y en el que escuchamos claramente su voz moribunda diciendo: “Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron avergonzados”.2 Jesús es Principal en todas las cosas3 y, por tanto, en todos los cánticos de fe que componga y entone su Iglesia, él es el Músico Principal. Las conjeturas de que probablemente fue Jeremías quien escribió este Salmo no precisan otra respuesta que el propio título: “Salmo de David”.4
C. H. SPURGEON
Tema:5 El salmista, viéndose en extrema aflicción, apela a su Dios con evidente confianza y santa insistencia en busca de ayuda, y al poco de hacerlo, su mente experimenta tal fortaleza que prorrumpe en magnificar a Dios por su gran bondad.6 Algunos han supuesto que la ocasión, en la atribulada vida de David, que le llevó a escribir este Salmo, fue la traición de los hombres de Keila;7 y nos hemos sentido bastante inclinados a esta conjetura.8 Pero, después de reflexionar, nos ha parecido que el tono doliente y la alusión a su propia iniquidad requieren una fecha posterior, y encajaría más decir que ilustra el período en que Absalón se rebeló, sus propios partidarios lo abandonaron, y labios mentirosos esparcieron contra él millares de rumores maliciosos.9 Y quizá lo mejor sea no esforzarnos demasiado en buscar la ocasión concreta, no sea que, obsesionados en aplicarlo al caso de David, olvidemos que se aplica también al caso particular de cada uno de nosotros.
C. H. SPURGEON
Estructura: No hay grandes líneas divisorias; el desasosiego fluye de manera constante a lo largo de sus estrofas, cayendo unas veces en valles de duelo para resucitar a continuación elevándose a colinas de la confianza.10 Con todo, es posible estructurarlo de la siguiente manera: David da testimonio de su confianza en Dios y clama pidiendo ayuda (31:1-6); expresa su gratitud por las misericordias recibidas (31:7-8); describe los particulares de su caso (31:9-13); aboga con vehemencia por la liberación (31:14-18); con gratitud y confianza aguarda la bendición (31: 19-22); y cierra el salmo mostrando la lección de su caso aplicada a todo el pueblo de Dios.
C. H. SPURGEON
Versión poética:
IN TE DOMINE SPERAVI, NON CONFUNDAR IN AETERNUM
En ti, mi Dios, en ti siempre he esperado,
no permitas que sea confundido,
ármate de furor, y hazme justicia
contra mis muchos fieros enemigos.
Escucha mis clamores sin tardanza,
porque el riesgo urge ya, insta peligro,
y si no me apresuras el socorro,
podrá llegarme cuando esté perdido.
Que encuentre en ti, oh Señor, mi confianza,
un Dios de protección, un Dios propicio,
un refugio seguro en que yo pueda
hallar mansión tranquila, dulce asilo.
Tú eres mi fortaleza, mi muralla,
hasta aquí solo tú me has defendido,
y espero que por gloria de tu nombre
me des socorro en tan fatal conflicto.
Señor, pues a la sombra de tus alas
tu favor hasta aquí me ha protegido,
Ya corre de tu cuenta libertarme
De la red, que me tienden los malignos.
En tus manos, Señor, yo me abandono,
y el afán de salvarme deposito,
pues que me has redimido tantas veces,
¡Oh tú, Dios de verdad, y Dios benigno!
Tú aborreces a todos los que esperan
de vanas criaturas el auxilio;
pero tú sabes que en ti solo espero,