El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos. Eliseo Vila. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Eliseo Vila
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788417131753
Скачать книгу
tejen las conveniencias humanas. Cuando nosotros, pobres criaturas, estamos en la red, Dios no lo está. En la antigua fábula el ratón pone en libertad al león; aquí el león libera al ratón.46

      C. H. SPURGEON

      Vers. 5. En tu mano encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad. [En tus manos encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad. RVR] [En tu mano encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Señor, Dios de verdad. LBLA] [En tus manos encomiendo mi espíritu, Tú, oh YHVH, DIOS de verdad, me has redimido. BTX] [Encomiendo mi espíritu en tu mano; rescátame, Señor, porque tú eres un Dios fiel. NVI] [A tus manos encomiendo mi vida; tú, Señor, Dios fiel, me has rescatado. BLP] [Encomiendo mi espíritu en tu mano; rescátame, Señor, porque tú eres un Dios fiel. NTV]

      En tus manos encomiendo mi espíritu. Estas mismas palabras de David llenas de vida fueron las mismas que pronunció nuestro Señor al expirar,47 y con frecuencia han sido las últimas de muchos de los santos en la hora de su partida. Tengamos la seguridad de que son buenas, sabias y solemnes; y podemos usarlas tanto ahora como en nuestra hora final. Prestemos atención al hecho notable de que esta súplica del hombre de Dios, ya en la vida o en la muerte, no es en favor de su cuerpo físico o de sus propiedades materiales, sino por su espíritu, su verdadera joya, su tesoro escondido;48 si su espíritu está a salvo, todo lo demás estará a salvo. ¡Ved lo que hace con su perla! La encomienda en manos de su Dios: procede de él, le pertenece a él: él la ha sustentado en todo momento; él es capaz guardarla; y por tanto, lo más propio es entregársela. En las manos del Señor, todas las cosas están a salvo; si lo encomendamos al Señor, estará resguardado, tanto ahora como en aquel día de los días, el día final hacia el cual marchamos apresuradamente. El salmista se entrega en las manos de su Padre celestial sin reservas; para él es garantía y seguridad suficiente de una vida en paz y un glorioso morir para reposar bajo el cuidado de los cielos. Tanto ahora como en todo momento debemos comprometernos, y persistir en nuestro compromiso, de poner nuestro todo bajo el cuidado y jurisdicción sagrada de Jesús; si lo hacemos, aunque nuestra vida cuelgue de un hilo, y nuestras adversidades se multipliquen como las arenas del mar, nuestra alma morará en paz, y se deleitará reposando en lugares deleitosos.49

      Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad. La redención es una base sólida para la confianza. David no conoció el Calvario como lo conocemos nosotros, pero la redención temporal le animaba; y ¿no nos consolará más dulcemente a nosotros la redención eterna? Las liberaciones en el pasado son una sólida base de apelación para la situación presente. Lo que el Señor ha hecho en el pasado, lo hará de nuevo, porque él no cambia.50 Es un Dios veraz, fiel a sus promesas,51 misericordioso con sus santos;52 no se apartará de su pueblo.53

      C. H. SPURGEON

      En tus manos encomiendo mi espíritu. Estas fueron las últimas palabras de Policarpo,54 de Bernardo,55 de Juan Huss,56 de Jerónimo de Praga,57 de Lutero,58 de Melanchthon59 y de muchos otros. «Bienaventurados son -dijo Lutero- aquellos que mueren, no solo por el Señor como mártires; no solo en el Señor como todos los creyentes; sino expirando como el Señor, entregando su último aliento con estas benditas palabras: “En tus manos encomiendo mi espíritu”».

      JOHN JAMES STEWART PEROWNE [1823-1904]

      “Commentary on the Book of Psalms”, 1864

      En tus manos encomiendo mi espíritu. Estas palabras, tal y como figuran en la Vulgata,60 eran de la más alta estima para nuestros antepasados; las utilizaban para enfrentar toda clase de peligros y dificultades; y de manera especial en el tránsito de la muerte. “In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum” eran las palabras pronunciadas por los enfermos cuando estaban a punto de expirar si estaban conscientes; y si no, el sacerdote las pronunciaba en su nombre. En todas las liturgias de oración por los enfermos y moribundos, estas palabras se insertaban con frecuencia en latín, aunque el resto de la oración estuviera en inglés; porque se suponía que había algo especial, regio y solemne en el hecho de pronunciarlas en ese idioma. Pero no dejemos que el abuso de tales palabras pueda desmerecer su uso. Pues pronunciadas con sinceridad, no hay oración mejor; y cuando las personas piadosas o los que se ven tentados las utilizan con santa confianza, nada hay que pueda superar su eficacia.

      ADAM CLARKE [1760-1832]

      “Commentary on the Whole Bible”, 1831

      En tus manos encomiendo mi espíritu. ¿Por qué motivo deben los creyentes encomendar su espíritu en las manos de Dios por medio de Jesucristo?

      1.Por seguridad; es decir, para ser preservados en su tránsito al cielo de todos los enemigos y peligros que pueden interponerse en el camino. Cuando los santos mueren, los poderes de las tinieblas tratarían sin duda, si les fuera posible, de obstaculizar el camino ascendente de sus almas hacia Dios. Puesto que han sido arrojados fuera del cielo, estallan de ira al ver que un alma saliendo de nuestro mundo se dirige hacia allá. Por tanto, lo que el santo hace al encomendar su espíritu en las manos de Dios, es asegurarse que el depositum precioso61 será guardado y protegido de todos los que desean su ruina e intentarán conseguirla. Está convencido de que Dios tiene en su mano el poder de la omnipotencia, y que si lo emplea en guardar y preservar su alma, nadie puede arrebatarla de su mano. El Redentor ha “despojado a los principados y a las potestades, y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”62 ascendiendo posteriormente a la gloria; y tiene a todos los enemigos de los creyentes atados con una cadena, para que puedan ser más que vencedores en él y con él.63 Los ángeles, dentro del orden celestial, son enviados para servirles y protegerles, y cumplen fielmente su comisión de asistirles, hasta conducirles a la presencia del Señor común de ambos. “Porque yo sé”, exclama el apóstol, “a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día”.64

      2.Encomiendan su alma en las manos de Dios, para ser admitidos a morar con él, incluso en su misma presencia donde hay plenitud de gozo y delicias para siempre,65 donde todo mal está excluido,66 y todo bien presente para colmar sus deseos, y darles motivos de alabanza por toda la eternidad.

      3.Encomiendan sus espíritus cuando expiran en las manos de Dios, para que sus cuerpos puedan levantarse de nuevo en la resurrección y reunirse con ellos otra vez, y de ese modo entrar finalmente a gozar de las bendiciones que Dios ha preparado para los que le aman.67 (…) Las bases por las cuales pueden hacer todo esto con absoluto consuelo es decir, con la esperanza viva de que serán felices para siempre, son muchas y diversas. Por lo que voy a mencionar solo dos:

      I.El interés que Dios tiene en ellos, y ello en base al fundamento más entrañable, el de la redención: “En tu mano encomiendo mi espíritu; porque tú me has redimido”. Me has redimido del infierno y de la ira que ha de venir,68 entregando a tu Hijo a morir por mí. Señor –dice el creyente–, no tan solo soy una de tus criaturas, sino que soy tu criatura redimida, comprada por precio.69 Y me has redimido del poder de mi corrupción interior, de mi apego a ella, y mi deleite en ella; y con mi consentimiento me has atraído para ser tuyo, y tuyo para siempre. Tuyo soy, Señor, sálvame indefectiblemente.70

      II.Su notoria fidelidad. “En tu mano encomiendo mi espíritu, Señor, Dios veraz.” En tu mano encomiendo mi espíritu, porque has sido un Dios veraz en el cumplimiento de tus promesas a todo tu pueblo, a multitud de tus hijos que han partido de este mundo antes que yo; lo has sido para mí hasta este momento, y, no puedo dudar que los seguirás siendo hasta el final.

      DANIEL WILCOX [1676-1733]

      “Sixty-four practical sermons”, 1757

      En tus manos. ¡Cuando esas manos me fallan, ciertamente me siento abandonado y miserable! Cuando me sustentan y me guardan, me siento exaltado, fuerte y seguro. Recíbeme pues, oh Padre Eterno, por los méritos y palabras de nuestro Señor; porque él,