–FRANZ DELITZSCH [1813-1890] dice al respecto: «La ocasión de este Salmo es, sin lugar a dudas, una tormenta de truenos. Pero no se limita al fenómeno natural externo, sino que percibe a lo largo de sus estrofas una auto-manifestación o atestación del Dios de la historia redentora. Así como en la segunda mitad de Salmo 19 se menciona a Dios siete veces con el nombre יְהוָ֣ה Yahweh (19:7, 8, 9, 14), el Dios revelado en la redención, para distinguirlo de אֵל el (19:1), el Dios revelado en la naturaleza; en el Salmo 29 la expresión קֹ֥ול יְהוָ֗ה qōwl Yahweh, “voz de Yahvé” se repite siete veces (29:3, 4, 5, 7, 8, 9), a fin de que pueda aplicársele el nombre de επτα βρονται, Salmo de “los siete truenos” (Apocalipsis 10:3). En época del segundo templo, como indica el añadido al título en la Septuaginta ἐξόδιον σκηνῆς, se cantaba en Schemini Azereth, en asamblea el último día de la Fiesta de los Tabernáculos ἐξόδιόν (Levítico 23:36); y así lo establece una nota marginal de la versión griega de los LXX en el Códice del Manuscrito Ambrosiano de la Hexapla de Orígenes; y que referente al día dice: “esto es, en el octavo día de la Fiesta de los Tabernáculos”. Entre dos cuartetos o estrofas de cuatro líneas, en cada una de las cuales menciona a יְהוָ֣ה Yahweh cuatro veces (29:1-2,10), coloca el salmista tres quintetos (29:3-9), que con mención séptuple de קֹ֥ול יְהוָ֗ה qōwl Yahweh, “voz de Yahvé”, representan a los truenos retumbando en rápida sucesión a medida que progresa la tormenta».
2 Desde la época de Spurgeon el Salmo 29 ha sido uno de los más denostados y zarandeados por la crítica bíblica, que ha visto en sus estrofas una clara teofanía atávica de la divinidad en las fuerzas de la naturaleza desatadas en la tormenta, muy propia de los pueblos primitivos. Y algunos, como es el caso de FRANK CHARLES FENSHAM [1925-1989], THEODOR GASTER [1906-1992], FRANK MOORE CROSS [1921-2012], HANS STRAUSS [1932-] o WERNER H. SCHMID [1935-] llegaron a la conclusión de que el Salmo 29 surge de un antiguo cántico cananeo de teofanía encontrado entre los textos de Ugarit, y que los transcriptores hebreos no hicieron más que sustituir el nombre de Baal por el de Yahvé (ver al respecto “Zur Auslegung von Ps 29 auf dem Hintergrund seiner kanaanäischen Bezüge” STRAUß, 1970; “Königtum Gottes in Ugarit und Israel”, SCHMID, 1966). No vamos a entrar en este debate por considerarlo estéril y fuera de lugar en el contexto y propósito de la presente obra. Spurgeon era un creyente conservador absolutamente convencido de la divina inspiración de la Sagradas Escrituras, hasta el punto que cuando ocasionalmente se refiere a los críticos de su época, ni tan siquiera se molesta a mencionarlos por su nombre (ver al respecto en el Tomo I la nota 2 al Salmo 110). Suscribimos por tanto sus palabras y nos limitamos a reforzarlas con las del doctor:
–FRANCISCO LACUEVA [1911-2005] en su versión española del “Comentario de Matthew Henry”: «Es probable que David compusiera este Salmo con ocasión de una tempestad de truenos, relámpagos y lluvia, así como el Salmo 8 era una meditación a la luz de la luna, y el Salmo 19 otra meditación en una mañana soleada. I. Convoca primero a los grandes del mundo a dar gloria a Dios (vv. 1, 2). II. Para convencerles de la bondad del Dios a quien debían adorar, hace notar su poder en los truenos, los relámpagos y la lluvia de una tempestad (vv. 3-9), su dominio soberano sobre el Universo (v. 10), y las bendiciones especiales que otorga a su pueblo (v. 11)».
–SCHÖKEL concluye en esta misma línea su estudio global del Salmo 29: «No pocos piensan que el hombre moderno, liberado por la técnica y la tecnología, es ya incapaz de repetir semejante experiencia, atávica y primitiva. Una tormenta se explica hoy sencillamente como un proceso de carga y descarga eléctrica, tan riguroso y comprensible como el agua que hierve en la cazuela para cocer un par de huevos. Pienso que la experiencia técnica de dominio, y la contemplativa de pasmo y sobrecogimiento, pueden y deben coexistir en el hombre bien integrado. El estudiante en vacaciones no se chapuza y sumerge en H2O con C1Na en disolución, sino que goza inmediatamente del agua marina, de su frescor, su luz cambiante, su docilidad o inquietud levantisca. El mecánico que conoce al dedillo el mecanismo de su automóvil, es capaz de sentir la embriaguez con la velocidad y su señorío sobre la máquina. La experiencia “numinosa” o sacra no es una reliquia atávica reflorecida en el romanticismo y llamada a desaparecer con el progreso; es una dote egregia del hombre, siempre capaz de trascendencia. La palabra poética de este salmo será para unos expresión feliz de experiencias semejantes, y puede ser para otros instrumento de educación y recobro de lo mejor del hombre. En este sentido, el salmo es moderno, y sus dependencias literarias inmediatas cuentan menos». [Salmos, Tomo I, 1-72, Ediorial Verbo Divino, Estella, Navarra, 1992].
3 En su interesante obra “The Psalms in History and Biography”, JOHN KER [1819-1866] nos dice que en algunas versiones antiguas del Salterio publicadas en el siglo XVII, hay una sección en la que se disponen diversos salmos apropiados para cada uno de los meses del año, formando lo que vendría a ser como una especie de calendario de alabanza ajustado a las estaciones y la disposición climática de la naturaleza en cada mes en el hemisferio norte. Al Salmo 29 le corresponde julio, la temporada de fuertes tormentas eléctricas de verano, séptimo mes del año, porque en este Salmo la voz de Dios truena siete veces (versículos 3, 4, 5, 7, 8 y 9). Al mes de abril se le asigna la última parte del Salmo 65 donde habla de las lluvias finas de primavera que llenan de verdor los campos (65:9-13). Y al mes de mayo el Salmo 104:13-14. El Salmo 90, que habla del paso del tiempo, se ajusta para diciembre, último mes del año. Y los versículos 16-17 del Salmo 147, son los elegidos para la nieve y los fríos del mes de enero.
4 Marcos 3:17.
5 SCHÖKEL nos recuerda que algunos comentaristas antiguos y medievales como Teodoreto y Basilio relacionan el Salmo 29, por la teofanía en general y por las llamas de fuego del versículo siete en particular, con la venida del Espíritu Santo. Otros comenzaron a desmenuzar el Salmo aplicándolo a los siete dones del Espíritu Santo según la doctrina de la Iglesia Católica Romana: sabiduría (Mateo 10:19-20); entendimiento (Jeremías 24:7); consejo (Isaías 11:3-4); ciencia (1 Corintios 2:11); piedad (1 Corintios 12:1-3); fortaleza (Apocalipsis 2:10); temor de Dios (Isaías 11:2). Dice TEODORETO DE CIRO [393-458] en “Interpretatio in omnes Davidis psalmos”: «El salmista profetiza aquí el poder que sería impartido a los apóstoles respecto al cual leemos en el Evangelio de Lucas y en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando se nos dice que el Señor poco antes de su ascensión dirigió a sus discípulos estas palabras: “quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49). Y al cabo unos días “cuando llegó Pentecostés, estando todos unánimes juntos [Salmo 29:1-2] de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba el cual llenó toda la casa donde estaban sentados” [Salmo 29:3-6]; “y se les aparecieron lenguas como de fuego, que se dividieron asentándose sobre cada uno de ellos. Y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que se expresasen” [Salmo 29:7] (Hechos 2:1-4). El salmista describe como “voz del Señor” ese poder de lo alto que capacitó a los apóstoles para anunciar el evangelio llenándoles de sabiduría y ardor, y transformo su debilidad en fortaleza, que hizo “temblar el desierto (…) que desgaja las encinas, y desnuda los bosques” hasta que “en su templo todos proclaman su gloria” [Salmo 29:8-9]».
6 En la época de Spurgeon el debate sobre la aparente incompatibilidad entre ciencia y Biblia estaba en pleno auge. No olvidemos que CHARLES DARWIN [1809-1882] era contemporáneo suyo y publicó su famosa obra “El origen de las especies” en 1859 dando pie a la teoría de la evolución y sentenciando la balanza a favor de los postulados de la Ilustración a favor de entronizar a la diosa Razón y apartar a Dios de la escena. La defensa cristiana de la existencia de Dios corrió a cargo de WILLIAM PALEY [1743-1805] y su obra “Teología Natural” en la que sistematiza el argumento del diseño inteligente, ilustrándolo con lo que se conoce