C. H. SPURGEON
Vers. 11. Jehová dará poder a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz. [Jehová dará fuerza a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz. RVR] [El Señor dará fuerza a su pueblo; el Señor bendecirá a su pueblo con paz. LBLA] [YHVH dará fuerza a su pueblo, YHVH bendecirá a su pueblo con la paz. BTX] [El Señor fortalece a su pueblo; el Señor bendice a su pueblo con la paz. NVI] [El Señor fortalece a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz. BLP] [El Señor le da fuerza a su pueblo; el Señor lo bendice con paz. NTV]
El Señor dará fuerza a su pueblo; el Señor bendecirá a su pueblo con paz.146 En mitad del huracán que tan gráficamente describe este salmo se muestra un poder inmenso; y ahora, en la calma suave después de la tormenta, se promete que este poder será la fuerza de los escogidos. Aquel que cabalga sobre los relámpagos,147 dará a sus redimidos alas de águila;148 el que sacude la tierra con su voz,149 aterrorizará a los enemigos de sus santos, y dará a sus hijos paz. ¿Por qué somos tan débiles sabiendo que contamos con la fuerza divina donde refugiarnos? ¿Por qué estamos tan preocupados cuando la mismísima paz del Señor está a nuestro alcance? Jesús, el Dios fuerte,150 es nuestra paz: ¿cabe mayor bendición que esta? ¡Qué dicha tan grande será esto para nosotros en el día del Señor,151 que será día de tinieblas y no de luz para los impíos! Estimado lector, ¿no es este un salmo precioso para cantarlo en un día de tormenta? ¿Te sientes capacitado para entonarlo en medio de los truenos? ¿Vas a poder cantarlo cuando los truenos del día final retumben por doquier, y Jesús venga a juzgar a vivos y muertos? Si eres creyente, el último versículo de este salmo admirable es tu herencia, y no te quepa duda que podrás cantarlo.152
C. H. SPURGEON
Jehová dará fuerza a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz. Es “su fuerza” en el conflicto; y “su paz” en tiempos de alegría. En la batalla, es la Fuente de todo el poder que les capacita para enfrentar y derrotar a sus poderosos enemigos;153 y en la paz, es su verdadero consuelo, ya que con su presencia en medio de ellos154 hace que sean un pueblo especialmente bendecido.
JOHN HOWE [1630-1705]
“The Living Temple or, A designed improvement of that notion, that a good man is the temple of God”, 1702
Jehová dará fuerza a su pueblo; Jehová bendecirá a su pueblo con paz. A pesar de que algunas almas preciosas que han abrazado el evangelio y aceptado Cristo, siguen por un tiempo viviendo intranquilas, sin alcanzar el verdadero equilibrio y sosiego que deberían tener, aún así, puede decirse que disfrutan de una triple paz de conciencia: in pretio, in promisso, in semine, es decir: en el precio, en la promesa, y en la simiente.
En primer lugar, todo verdadero creyente tiene paz de conciencia in pretio, en lo que atañe al precio. El Evangelio hace el precio asequible, lo pone al alcance de la mano, ya que el precio es la sangre de Cristo. Solemos decir que el oro siempre es oro, y siempre valdrá en cualquier lugar lo que valga el oro; así es también con la sangre de Cristo: es paz de conciencia a todos los niveles en todos los aspectos, y el alma que ha sido redimida por ella tiene esa paz garantizada. Dios jamás se mostrará indiferente con la persona que ore en estos términos: “Señor, dame paz y tranquilidad de conciencia; y aquí tienes el precio a pagar por ella, la sangre de Cristo”. Lo que vale para cancelar la deuda, garantiza el recibo de cancelación. La paz de conciencia es una licencia emitida por Dios garantizando que la deuda contraída con la justicia divina ha sido plenamente satisfecha. La sangre de Cristo ha hecho para el creyente lo más importante: liquidar la deuda, y le da garantías de su cancelación. Si existiera una poción extraordinaria que fuera capaz de curar al instante a todo el que la tomara, podríamos decir con certeza que tan pronto el enfermo la bebiera se podría dar por curado, aunque al principio no le diera tal sensación, pues no cabría duda de que su salud regresaría a su debido tiempo.
En segundo lugar, todo creyente verdadero tiene paz de conciencia in promisso, es decir: en la promesa. Que para nosotros es tan real y efectiva como si se tratara de dinero contante y sonante en el bolsillo. “El Señor bendice a su pueblo con paz”. Y si él ha resuelto que sea así, ¿quién se va a oponer? Vale la pena leer todo el Salmo 29 para darse cuenta del énfasis y el peso que pone el Señor en esta dulce promesa, hecha para fortalecer nuestra fe en la esperanza de su cumplimiento. Nada hay más difícil de introducir en el corazón de una criatura desdichada, que pensamientos de consuelo y esperanza, cuando toda ella está agitada por su conciencia, que la amenaza a sangre y fuego, con la ira y venganza de Dios a causa de sus pecados. El Salmo 29 nos muestra cuán grandes cosas puede hacer Dios, sin precisar mayor esfuerzo que el de abrir la boca y hablar. “La voz del es majestuosa (29:4)… hace pedazos los cedros (29:5)… parte las llamas de fuego (29:7)… hace temblar el desierto (29:8)… hace parir a las ciervas (29:9)” Y este Dios que hace todo esto, promete “bendecir a su pueblo con paz”; interna y externa, pues si no les otorgara paz interna, aunque les diera paz externa nunca disfrutarían de paz verdadera, y no podría decirse propiamente que les bendice con paz, como el salmista asegura. ¿Acaso no sería una paz muy triste si tuviéramos calles tranquilas, pero en el interior de las casas nos cortáramos el cuello unos a otros? Pues más triste todavía, infinitamente más triste, es tener paz en las calles y en las casas, pero guerra abierta y sangre corriendo por nuestras conciencias culpables. ¿Qué paz puede tener una pobre criatura con la espada de la ira de Dios apoyada sobre el cuello de su conciencia? Ni paz con Dios, ni consigo misma. Por ello Cristo compró la paz del perdón, para garantizar paz de conciencia para sus amados por él redimidos, y les legó su promesa diciéndoles: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”.155 Lo que nos demuestra que en su caso él mismo es testador y albacea, ejecutor de su propio testamento, para entregar con sus propias manos lo que su amor ha legado a los creyentes; por tanto, no hay duda alguna de que su voluntad será ejecutada plenamente, hasta su último detalle, en tanto que él mismo es quien vive para ejecutarla y hacer que se cumpla.
En tercer lugar, in semine, es decir: en la simiente. Todo creyente tiene esta paz inherente en semilla: “Luz ha sido sembrada dentro del justo, y alegría en los rectos de corazón”.156 ¿Y dónde ha sido sembrada, sino en el propio seno del creyente, cuando Espíritu de Dios implantó en él los principios de la gracia y de la santidad? Por eso se le llama: “fruto apacible de justicia”.157 Brota de la santidad, de una forma tan natural como la fruta brota de la semilla que le corresponde. Aunque sabemos que las semillas brotan y maduran, hasta convertirse en fruta, más rápidamente en unos terrenos que en otros. Tampoco esta cosecha espiritual viene en todos los casos por igual y al mismo tiempo, no más de lo que lo hace la cosecha material; pero nuestro consuelo está en la certeza de que todo aquel que tiene implantada en el interior de su alma la semilla de la gracia, tendrá su cosecha de alegría a su debido tiempo.
WILLIAM GURNALL [1617-1679]
“Christian in complete armour, or, a treatise of the saints war against the Devil”, 1655
Paz. Al hablar de “paz” cabe hacerlo en una triple vertiente; externa, interna y eterna; esto es: paz temporal, paz espiritual, y paz celestial. Hay una paz exterior: la bendición; una paz interior: la gracia; y una paz eterna: la gloria. Así como en todo palacio señorial hay una escalinata y una galería que conducen a habitaciones ostentosas, así también la paz externa es el corredor que nos conduce a las alcobas interiores y más suntuosas de la dulce paz de conciencia y finalmente de aquel descanso definitivo en el cielo cuando nuestra paz será perfecta y nuestra felicidad eterna. La paz externa, al ofrecernos diversos alojamientos, contribuye a que obtengamos las otras dos.
EPHRAIM UDALL [¿?-1647]
“The Good of Peace and Ill of Warre”, 1642