“La voz de del Señor hace temblar el desierto; hace temblar Jehová el desierto de Cades” así es como, por regla general, traducimos el versículo ocho (29:8); pero el verbo hebreo יָחִ֣יל yāḥîl de חוּל chuwl. que traducimos como “temblar” es el mismo que se utiliza en libro de Job para decir: “¿Has observado el parto de las ciervas?”,126 y por tanto, algunos expertos en la lengua hebrea no traducen: “La voz de del Señor hace temblar el desierto” sino “La voz del Señor hace parir el desierto; el Señor hace parir el desierto de Cades”, cosa que no hay que entender sobre las criaturas del mundo vegetal (aunque sea cierto, pues el Señor hace que de los árboles del desierto broten hojas y den frutos), sino más bien a los animales que habitan en el desierto. Por tanto, cuando dice: “La voz del Señor hace parir el desierto”, el significado es este: el Señor hace que las bestias salvajes del desierto den a luz; lo cual queda claramente demostrado por lo que añade el versículo siguiente, pues el salmista, habiendo afirmado en el versículo ocho (29:8) que “La voz del Señor hace parir el desierto”, refuerza la idea en el versículo nueve (29:9) con la especial mención de la cierva: “La voz del Señor hace parir a las ciervas”.127
JOSEPH CARYL [1602-1673]
La voz del Señor hace parir a las ciervas. Resulta absolutamente apropiado, afirma uno de los comentaristas de la antigüedad, que el Señor pregunte a Job: “¿Proteges tú a las ciervas cuando están pariendo?”128 ya que estos animales están siempre en movimiento, siempre aterrorizados saltando y brincando de un lugar a otro, no paran quietos un instante en ningún lugar, y no podrían dar a luz y criar a sus cervatillos hasta la madurez de no contar con esta protección divina especial. Por tanto, la providencia de Dios es evidente tanto en la preservación de la madre y de su prole, ambos son objeto de la compasión divina y de su cuidado más tierno. En consecuencia, cuando un ser humano padece aflicciones, carece de razones para acusar a su Hacedor de descuido y ausencia de afecto, ya que su condescendencia alcanza a cuidar incluso de las ciervas cuando paren.
Se conoce que las ciervas dan a luz a sus crías con grandes dificultades; y esto se intuye también de lo que leemos en libro de Job: “Se encorvan, hacen salir sus hijos, pasan sus dolores”.129 Pero si Plinio130 y otros naturalistas de la antigüedad son dignos de crédito, la providencia divina ha sido generosa al proporcionarles ciertas hierbas que les facilitan el parto y que por instinto les ordena ingerir al final de su tiempo de gestación. Sea lo que sea que haya de verdad en esta afirmación, nos confirma que hay una autoridad superior, y que llegado el momento de dar a luz la providencia facilita el parto de las ciervas agitando sus temores y provocando convulsiones en todo su organismo a través del trueno: “La voz de Jehová (frase que en el hebreo común significaba trueno) hace parir a las ciervas”. Y nada debe extrañarnos que una criatura tan timorata como la cierva se afecte tanto por tan pavorosas convulsiones atmosféricas, cuando sabemos que algunos de los hombres más altivos y orgullosos que hayan existido se ponían a temblar ante él. Cuenta el historiador Suetonio131 que Augusto,132 el emperador romano, se aterrorizaba tanto cuando tronaba que se envolvía en una piel de foca para protegerse de los rayos, y se ocultaba en un rincón secreto hasta que pasaba la tormenta. Otro emperador, el tirano Calígula,133 que con el cielo despejado se sentía valiente y con la osadía de amenazar incluso al propio Júpiter,134 cuando sonaba un trueno se cubría la cabeza o se escondía debajo de la cama. Y Horacio135 confiesa que abandonó el ateísmo que en principio profesaba por terror a los truenos y relámpagos, cuyos efectos describe de manera magistral en una de sus Odas (I.XXXIV) haciendo gala de su lírica y su grandeza como poeta.136
GEORGE PAXTON [1762-1837)]
“Illustrations of Scripture” edición revisada y ampliada por ROBERT JAMIESON [1802-1880], 1843
La voz del Señor hace parir a las ciervas; y deja los bosques desnudos. “Cervi sunt predicatores”: San Jerónimo137 afirma que esas “ciervas” son los predicadores que traen almas a Cristo por el poder del evangelio, que es la voz de Dios; y “los bosques desnudos” de hojas por la voz del Señor, representan la humillación de la que son objeto por la fuerza del evangelio los fuertes robles y altos cedros que representan los poderes de este mundo. Otros, como San Basilio,138 interpretan este “deja los bosques desnudos” como la acción de “despojar” a las almas de los creyentes de la mentalidad mundana en sus engañosas facetas.139 Jerónimo aplica también estas palabras a la ingente labor de los predicadores de la palabra de Dios, “despejando” un sendero con el machete del Espíritu140 a través de los matorrales oscuros de los misterios divinos revelados en las santas Escrituras, haciendo que penetre la luz del evangelio.
CHRISTOPHER WORDSWORTH [1774-1846]
“Commentary on the Whole Bible”, 1856
En su templo todo proclama su gloria. Algunos comentaristas conciben que este salmo fue compuesto por David para ser cantado en el Templo en días de tormenta mientras retumbaban los truenos, lo cual no es improbable. Algunos interpretan el verbo en caso nominativo y traducen: “en su Templo proclama (Dios) toda su gloria”. Es decir: Dios proclama gran parte de su gloria a través del trueno, pero en su Templo, la proclama completa; puesto que allí, lo que habla con su boca lo ejecuta con su mano.
JOHN TRAPP [1601-1669]
“A commentary or exposition upon the books of Ezra, Nehemiah, Esther, Job and Psalms”, 1657
Y en su templo todos proclaman su gloria.141 En la primera parte del salmo David habla de los efectos naturales de los truenos, de sus implicaciones físicas; hacia el final del salmo los aplica a la Palabra de Dios, en tanto que dice: “Y en su templo todos proclaman su gloria”, es decir, su palabra y las ordenanzas, ministradas por su Iglesia o templo, harán que todos reconozcan y proclamen el poder de la gloria de Dios con más fuerza aún que el trueno retumba en nuestros oídos, y mayor impacto que los destellos que rayo sutil produce en nuestros ojos. Hay mucho más poder real en el trueno de la Palabra que en la palabra del trueno; una aterroriza solo para redargüir, la otra para dar salvación. Una vez Dios ha hablado aterrando con sus amenazas, habla consolando mediante sus promesas; tan pronto nos ha sobrecogido cual tempestad con la convicción de nuestros pecados y el sentimiento de su ira sobre nosotros a causa de ellos; nos proporciona solaz con las brisas frescas de la gracia revelada, y nos arropa con el sol reconfortante de su favor en Cristo Jesús.
JOSEPH CARYL [1602-1673]
Vers. 10. Jehová preside en el diluvio, y se sienta Jehová como rey para siempre. [Jehová está entronizado sobre el diluvio, y se sienta Jehová como rey para siempre. RVR] [El Señor se sentó como Rey cuando el diluvio; sí, como Rey se sienta el Señor para siempre. LBLA] [YHVH preside en el diluvio, YHVH se sienta como Rey para siempre. BTX] [El Señor tiene su trono sobre las lluvias; el Señor reina por siempre. NVI] [El Señor reina sobre el diluvio; el Señor, rey eterno, está en su trono. BLP] [El Señor gobierna las aguas de la inundación; el Señor gobierna como rey para siempre. NTV]
Jehová está entronizado sobre el diluvio.142 El diluvio sigue a la tempestad, pero el Señor controla la situación. No hay diluvio que pueda socavar los fundamentos de su trono. Dios permanece tranquilo y estable por mucho que bramen y se agiten los abismos de las aguas; su cetro rige aún las más inestables y embravecidas entre las cosas creadas.143 En mitad de lo más turbulento de las aguas: «Sus plantas