Utopías inglesas del siglo XVIII. Lucas Margarit. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Lucas Margarit
Издательство: Bookwire
Серия: Colección Mundos
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788869343001
Скачать книгу
e inhabitables, pero hay menos tormentas de arena –si es que este término es el adecuado– y menos tropas árabes prontas a destruirlos. Este poderoso príncipe, para que sus súbditos puedan realizar más fácilmente el viaje, ha construido fuertes e instalado asentamientos y guarniciones a determinada distancia los unos de los otros. A pesar de estar emplazados en países completamente estériles, entre rocas despobladas y bancos de arena, estos lugares son constantemente abastecidos para que los mercaderes que viajan puedan hallar alivio y encontrarse tanto con viajeros como con provisiones. Podría decirse mucho más acerca de lo atractivo de estos viajes y de cuán sencilla se ha vuelto esta empresa, baste mencionar –por ejemplo– que ellos ahora gozan de una comunicación precisa y llevan adelante un prodigioso comercio entre Moscú y Tonkín. Teniendo entre manos, sin embargo, un viaje aún más largo, no entretendré al lector con estos temas ni haré que sus expectativas crezcan en demasía.

      Ahora bien, como saben, el pueblo chino es el más antiguo, y también el más sabio, amable e ingenioso.(18) Es por esta razón que los moscovitas comenzaron a recoger los beneficios de sus intercambio, y no solo por las enormes riquezas derivadas de los negocios, sino por el perfeccionamiento y refinamiento conseguido en sus maneras y costumbres, las que obtuvieron de ese país como antes había sucedido con las de los europeos.

      Los chinos dominan saberes de los que esta parte del mundo jamás ha oído hablar, por ende, muchos de esos inventos útiles que nosotros tanto admiramos, entre ellos no son sino cosas comunes y trilladas, que utilizaban incluso mucho antes de que esta parte del mundo estuviese habitada. La pólvora, la imprenta, el uso del magneto y del compás, todo lo que solemos denominar “invento moderno” no solo está bien lejos de poder considerarse como tal, sino que se halla muy alejado de la perfección que ellos han alcanzado, tanto que hasta resultan difíciles de creer las cosas maravillosas que dicen de esas regiones.

      Todos los viajes que el autor ha hechos a esos parajes han sido empleados para otros fines y no se han suministrado aún los detalles que permitan dar a conocer todo lo visto. Es por eso que el autor está preparando en estos momentos un esquema de todas esas excelentes artes que allá se dominan, para conocimiento público y para que la ciencia europea reconozca su monstruosa ignorancia y sus deficiencias. El escrito servirá de Lexicon Technicum(19) para la presente era y estará acompañado de diagramas útiles a tal propósito; en el daré a conocer al mundo el arte de la artillería, tal como se lo practica en China aún desde antes de la Guerra de los Gigantes,(20) en la que animales atrevidos dispararon proyectiles al rojo vivo hacia los cielos y provocaron una grieta de tal tamaño que los animó a emprender un asalto conjunto. Sin embargo, fueron repelidos y siguió una matanza de tales dimensiones que se vieron obligados a abandonar el asedio. Esta parte memorable de la historia se obtendrá del resumen de Ibra chizra-le-peglizar, historiador del Emperador de China, quien escribió los volúmenes que conocemos bajo el título de Anno Mundi 114. Los mismos pueden hallarse en la Biblioteca pública de Tonkín, impresos en hojas de diamante vitrificado con una destreza admirable, si se le golpea con un movimiento oblicuo el artefacto no se estropea y sirve aún para sus propósitos, como puede verse en la Cámara de curiosidades del Emperador. Aquí les esbozaré una idea del artefacto, de su funcionamiento y de la maravillosa capacidad de rendimiento que posee.

      Si la tarea que me propongo resulta exitosa, entonces, en mi próximo viaje procedería a hacer un reporte de sus vías de navegación más admirables y de los misterios de las matemáticas chinas, las que superan con creces todo otro invento moderno, son algo realmente difícil de concebir. Para realizar ese trabajo deberé recorrer los 365 volúmenes de la obra de Augro-machi-lanquaro-zi, el más antiguo matemático en toda China, y luego efectuar una descripción de la flota de 10.000 barcos, construida y solventada por el emperador Tangro XV. En efecto, habiéndose este enterado de la llegada del diluvio universal, hizo alistar estos navíos en cada una de las ciudades y pueblos de sus dominios. Los barcos tenían un tamaño proporcional a la cantidad de habitantes en cada lugar.(21) Cuando llegó el diluvio, se subieron a los barcos todas las personas y las pertenencias que estimaban que debían salvarse, junto con provisiones para 120 días. El resto de los bienes fueron dispuestos en inmensas vasijas de arcilla selladas en su parte superior para preservarlas del agua. Los barcos, en vez que de sogas, estaban provistos de 600 brazas de cadenas, las que se fijaban con gran ingenio a la tierra para que cada barco resistiera los embates del diluvio justo encima de la ciudad de proveniencia. De ese modo, cuando las aguas bajaron, la gente no tenía otra cosa que hacer que abrir las compuertas que estaban en los flancos de los navíos y salir, reparar sus casas, abrir las enormes vasijas con sus bienes y, de ese modo, volver a su statu quo.

      Probablemente pueda obtener un boceto de un barco como estos en la corte del actual emperador, ya que el mismo ha sobrevivido desde entonces y, constantemente reparado, se halla anclado en un gran lago que se encuentra a unas cien millas de Tonkín. Toda la población de ese lugar se salvó y, según sus cómputos, el número de sobrevivientes ascendió a un millón y medio de personas.

      Estas cosas resultarían muy útiles por estas partes del mundo y, para hacer menguar el orgullo y la arrogancia de nuestros modernos hacedores de grandes empresas, autores de extraños relatos de países extranjeros y de ocurrencias filosóficas, y asuntos similares, si es que el tiempo y la ocasión me lo permiten, haré saber cuán infinitamente retrasados estamos en relación con estas refinadas naciones, tanto en desarrollos mecánicos como en las artes.

      Además, al tratar estos temas, se hará necesario que hable de la más noble invención, que es un artefacto que recomiendo a todos los que necesiten tener buena memoria, y que bosquejaré, si es que tengo la oportunidad de verlo, para que pueda ser construido en los laboratorios de nuestra Royal Society. Opera del modo más extraordinario, una parte de la máquina le proporciona al hombre de negocios un modo extrañísimo de llevar sus papeles: si es un comerciante, podrá escribir sus cartas con una manos y copiarlas con la otra; si es un tenedor de libros, con una mano podrá llenar la columna “Deudor” y con la otra la que reza “Acreedor”; si es abogado escribirá sus escritos con una mano y con la otra pasará el secatinta. La otra parte del artefacto, provee un método de escritura o transcripción veloz hasta tal punto que supera la rapidez de habla de cualquier persona. Puede transcribirse lo que se escucha, por ejemplo, si un predicador hablara ante su auditorio teniendo la máquina ante sí, ésta registraría todo lo dicho en ese mismo momento, y volcaría con tal exactitud renglones y preceptos que no sería necesario hacer ningún control.

      Me han dicho que en algunos lugares de China han alcanzado tal perfección de conocimiento que se entienden a través del pensamiento; encontrarán que este un asunto resulta ser un excelente modo de preservar la sociedad de los hombres de todo tipo de fraude, engaño, estafa y miles de inventos europeos por el estilo, que en este campo superan los de esas naciones. Confieso que no he tenido tiempo de visitar aún esos sitios, ya que asuntos imprevistos me han desviado de ahí e implicaron otros recorridos en los que he hecho nuevos descubrimientos, los que me han ocasionado gran placer y se han demostrado verdaderamente útiles. Ni bien tenga la oportunidad de visitar esos lugares, brindaré a mis compatriotas un relato acabado de lo visto que, llegado el momento, llevaré a nuestra nación, célebre por mejorar lo que otros descubren, para adquirir más sabiduría que la de los pueblos paganos; espero –sin embargo– que los haga también la mitad de honestos.

      No he pasado más que unos pocos meses en ese país, pero mi búsqueda de los prodigios del conocimiento humano que ahí abundan me llevó a frecuentar a sus principales artistas, ingenieros y hombres de letras; todos los días me sorprendía enterarme de algún descubrimiento nuevo del que jamás había oído hablar. He mejorado, sin embargo, mi conocimiento superficial de sus saberes comunes, a partir de lo conversado con el encargado de la biblioteca de Tonkín, quien me autorizó a consultar la enorme colección de libros que el emperador de ese país ha atesorado. Hacer para ustedes un catálogo de los mismos hubiese sido una tarea interminable y ellos no permiten que los extranjeros tomen nota de nada, deben llevarse consigo únicamente lo que su memoria puede retener. Entre los maravillosos volúmenes de los saberes antiguos y modernos de esa vasta colección solo pude observar algunos, además de los mencionados anteriormente; más adelante volveré con ulteriores detalles sobre el tema. Hubiese sido totalmente innecesaria la transcripción de los caracteres chinos o bien