Utopías inglesas del siglo XVIII. Lucas Margarit. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Lucas Margarit
Издательство: Bookwire
Серия: Colección Mundos
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788869343001
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llaman dupekasses a la máquina a la que me he referido y, en antiguo idioma chino o tártaro le dicen apezolanthukanistes, cuya traducción sería consolidador. Como les venía diciendo, la factura de esta máquina es verdaderamente admirable, está construida enteramente con plumas y la calidad y hechura de las mismas es en verdad notable. Estimo que el lector permitirá que me detenga en su descripción, pues lo amerita la novedad del asunto y doy por sentado –además– que no hallará nada semejante en ningún otro país. Tiene 513 plumas, todas de la misma longitud y anchura, característica necesaria para la figura flotante, si de un lado fueran más anchas o largas interrumpirían el movimiento de la máquina en su conjunto. Hay una sola pluma que no se ajusta a este común denominador y está colocada en el centro, es algo así como un tirante o timón que controla todo el mecanismo.(39) Esta pluma es mucho más grande que las otras y casi tan ancha como larga, aunque lo más notable es el largo de su cálamo del que parten varias plumitas alrededor de la base que hacen que el conjunto parezca una única estructura plumífera que sirve para guiar, regular y pilotear todo el mecanismo.

      No se trata aquí de plumas corrientes, todas ellas han sido recolectadas en tierra lunar por los emisarios del príncipe; cada provincia envía sus mejores ejemplares y se espera que así lo haga para que luego no deban lamentarlo. Su empleo es para el bien público y el viaje o vuelo a tan gran altura se malograría si, cuando el rey envía sus misivas a toda la nación para que junten las mejores plumas, mandaran piezas débiles, mustias o a medio crecer, aunque en ocasiones esto efectivamente ocurra. Cuando se reciben plumas maltrechas sea porque ese año la cosecha ha sido mala o porque los recolectores intentaron burlar el pedido de su rey, la máquina no funciona adecuadamente y se rompe antes de llegar a mitad de camino. Un doble infortunio ocurrió en un tiempo desafortunado cuando el rey mismo había resuelto emprender el viaje o vuelo a la Luna y se vio afectado por la infausta recolección de plumas deficientes: cayó desde grandes alturas y se estrelló de cabeza contra su propio palacio perdiendo en el acto la cabeza. Los hijos del príncipe no tuvieron mejor fortuna, aunque el primogénito era muy amado por sus súbditos.(40) Su desgracia se debió principalmente a que había hecho gran uso de una de las máquinas en viajes prolongados y las plumas estaban muy desgatadas, al punto de ya no servir para nada. Acostumbraba a hacer frecuentes viajes y vuelos a la Luna a raíz de lo cual comenzó a pedirle a sus súbditos ingentes sumas de dinero para poder regresar de esas tierras y retornar a ellos. Estaban encariñados con él y siempre cumplieron con su pedido, preferían darle lo requerido a estar sin él, aunque desde entonces se volvieron más sabios.

      Llegó un día en que, debido al uso, las piezas de la máquina ya no se mantenían juntas y el príncipe se vio obligado a escribirle a sus súbditos para que recolectaran plumas nuevas y así lo hicieron. Enviaron plumas tan fuertes y tan rígidas que, cuando fueron emplazadas en los lugares correctos, la máquina se vio espléndida, pero se había vuelto demasiado pesada para que él pudiera operarla. Hizo una gran cantidad de pruebas y la colocó sobre una antigua capilla dedicada a un santo venerado por esos lares, llamada Phantosteinaschap, que en inglés traduciríamos como St. Stephen’s chap y en español capilla de San Esteban. Pues bien, el príncipe intentó todas las maniobras posibles y en eso gastó cuantiosas sumas, pero esas plumas tan duras no funcionaban y el fuego interno se obstruyó y atascó y ya no producía el humo ni quemaba, como requerido para la ventilación y circulación. Se vio obligado, por lo tanto a bajar nuevamente la máquina y llevarla hasta el Colegio de Santos Sacerdotes, en uno de sus edificios públicos. Una vez allí, diseñó círculos de ética y de política y comenzó a lanzar cifras y conjuros, pero de nada sirvió, las plumas no se movieron. De hecho, pude observar que con estas máquinas rara vez vale el arte o las estratagemas, nada las conmueve a menos que se les consiga plumas de buena calidad y bien dispuestas, de manera que puedan realizar los más diversos movimientos con la mayor precisión imaginable. Pero tiene que darse naturalmente, toda fuerza que se aplique las distorsiona y disloca y el entero orden se echa a perder, una sola pluma fuera de lugar, muy apretada o mal ensamblada y ni los dioses podrían hacer que el carro se desplazara.

      El príncipe tomó conciencia de que todo su trabajo había sido en vano y, entonces, rompió la máquina en mil pedazos y les hizo saber a sus súbditos que las plumas que le habían enviado eran de mala calidad. Su pueblo, sin embargo, sabía que él se había manejado de manera ineficiente, que las plumas solo eran algo rígidas, pero de factura aceptables, y habrían sido adecuadas para su función con un gobierno apropiado de la máquina. Tomaron a mal la actitud de su príncipe y mientras vivió nunca más le enviaron nada. Este comportamiento tuvo un efecto positivo sobre él puesto que no efectuó ningún otro viaje a la Luna mientras duró su reinado. Lo sucedió su hermano, que también quiso emprender un viaje a la Luna ni bien ascendió al trono. Este había tenido un trato poco amable con los religiosos lunáticos de su propio país y se volvió abogratziariano, una secta fanática y entusiasta, parecida a los contratodosianos ingleses.(41) Admito que algunas de las mentes pensantes del lugar no eran leales con él, quien –por otra parte– ideó diferentes formas de extender el poder sobre sus súbditos, de un modo contrario a las costumbres de la gente y que iba contra sus propios intereses. Cuando el pueblo expresó su descontento sobre el asunto, él pensó que aquellos clérigos lo apoyarían, pero ellos le fallaron y confirmaron ese antiguo adagio inglés que dice “Los sacerdotes de todas las religiones se parecen”.

      Reaccionó de manera nefasta y concibió un profundo odio contra quienes lo habían engañado y, como los resentimientos pocas veces se ajustan a una regla fija, desafortunadamente sus prejuicios se extendieron sobre todos los demás y, al encontrar difícil poder llevar a cabo sus propósitos para pasarla mejor, resolvió emprender un viaje a la Luna. En consecuencia y como de costumbre, envió proclamas para recolectar la cantidad habitual de plumas; para asegurarse de que no sería tratado como su hermano y su padre lo fueran antes que él, tomó el recaudo de mandar en todo el territorio mensajeros hábiles, para que tuviesen en cuenta necesidades de la gente e hicieran una selección o eliminación, al efectuar la recolección. A estos hombres en su idioma le dicen tsopablesdetooo, que podríamos traducir como “hombres diligentes” o “apóstoles con espuelas”. Sin embargo, no fue esta la única precaución del príncipe, también se preocupó por examinar cada una de las plumas que le eran remitidas, las miraba bien de cerca para ver si se ajustaban a sus propósitos. A pesar de todo, sin embargo, se encontró lidiando con una situación similar a la de su hermano, y se dio cuenta de que, en general, los súbditos estaban descontentos por su conducta respecto a la cuestión abogratziariana y, en particular, se sublevaron contra alguno de sus sacerdotes, llamados dullobardianos, u hombres de la obediencia pasiva, quienes, en los últimos tiempos, habían vuelto contra su propio príncipe la lengua y la espalda. Ante esto, el príncipe abandonó la idea de adecuar la máquina y tomó la decisión desesperada e implacable de volar a la Luna sin ella. Para hacerlo, convocó a una gran cantidad de mensajeros para que lo asistieran y, de ese modo, se idearon extraños mecanismos y métodos. Se acercaron muchos y de todas partes para contribuir con sus inventos, pero eran todos tan absurdos y ridículos que los súbditos podían advertir cómo se precipitaba a la ruina, arrastrándolos a ellos, y decidieron por unanimidad tomar las armas. El príncipe hubiese sido considerado loco si no buscaba refugio en un país extranjero y, en estos casos, es fácil observar cómo huyen rápidamente los malos consejeros cuando su señor es acechado. Cada cual pensó en sus intereses y más de uno saqueó joyas y tesoros y nunca más se supo de ellos.

      Después de ese príncipe ningún otro gobernante pareció interesado en intentar emprender el peligroso viaje a la Luna de tal descabellada manera. La máquina, sin embargo, ha sido reconstruida y terminada con esmero, aunque la gente ya no está obligada por ley a proveer plumas cada tres años, para evitar lo sucedido con aquél príncipe; no se almacenan plumas por tanto tiempo que se estime peligroso usarlas, si bien la máquina se mantiene lista para el uso. A pesar de todo, sin embargo, el artefacto no ha estado a salvo de permanentes deterioros, a menudo difíciles de reparar, pues, aunque los reyes de este país, como hemos comentado, ya no se montan en él, nunca faltan cortesanos y ministros de estado inquietos que han obtenido con frecuencia su gobierno, ya sea por una excesiva permisividad de sus amos ya sea por las dificultades de los tiempos. Para poner remedio a esta situación, los príncipes se vieron obligados