Utopías inglesas del siglo XVIII. Lucas Margarit. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Lucas Margarit
Издательство: Bookwire
Серия: Colección Mundos
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788869343001
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el elevador y el concionazimir, podemos ver que todas, de manera directa o indirecta, inciden en la estimulación o la contención de pensamientos y conductas, de modo que no pueden ser consideradas únicamente desde el punto de vista de los alcances de la ciencia. Al examinar este aspecto, Jordan llama la atención sobre el lenguaje extremadamente llano empleado por Defoe para referirse a los artefactos, lo cual no deja de ser un indicativo más de que su mayor preocupación no está del lado de la creación literaria de mundos fantásticos ni de un discurso científico al servicio de esta para hacerlos consistentes:

      Defoe seleccionó solo algunos de los recursos retóricos del discurso científico para la parodia puesto que una imitación excesiva de los escritos científicos habría interferido con la narrativa y la alegoría. Por ejemplo, las descripciones de las máquinas fantásticas no pueden aislarse del todo del marco narrativo en el que aparecen, puesto que a menudo también incorpora relatos alegóricos de eventos históricos ingleses y europeos en esas mismas descripciones. (30)

      Desde nuestra perspectiva, por otra parte, resulta difícil no sentirnos atraídos por cómo se hace presente en el relato el modo en el que a partir de mediados del siglo XVII comienza a consolidarse la percepción del cuerpo humano como mecanismo. En 1633, Descartes ya había afirmado en su Tratado del hombre que “el cuerpo no es otra cosa que una estatua o máquina de tierra a la que Dios forma”, que tiene en su interior “todas las piezas requeridas para lograr que se mueva, coma, respire”. Un siglo más tarde, en 1733, el médico escocés Georges Cheyne publica su célebre tratado The English Malady, en cuyo prefacio recoge lo que parecía ser ya una opinión comúnmente aceptada, que el cuerpo humano es un complejo aparato hidráulico hecho de tubos y de sistemas de bombeo:

      El cuerpo humano es una máquina con una cantidad y variedad infinita de canales y tubos, que se llenan de diferentes licores y fluidos, que corren, se deslizan o se arrastran perpetuamente hacia adelante, o vuelven para atrás, en un círculo constante, alimentando, nutriendo y reparando las pequeñas ramificaciones y vertientes del desgaste de vivir.

      En Defoe esta idea coexiste con la posibilidad de que el cuerpo humano interactúe con instrumentos mecánicos y ópticos, y de este modo disciplinar la voluntad y ajustar o alinear todo lo que se mostraría esquivo o remiso a dejarse someter al movimiento armónico y funcional de la máquina. Así, su pensador insinúa la regulación de tirantes y ruedas para evitar un desvío entre objeto y pensamiento, mientras que la función mecánica del elevador promete un desarrollo de las posibilidades intelectuales, que incluye la comunicación con entes superiores e incorpóreos. Probablemente la contracara de este uso prometedor que el narrador observa en las extensiones maquínicas se halle en el tercer aparato complejo, el concionazimir, que es utilizado para congregar rápidamente a las multitudes en la defensa o el ataque de determinada causa, una suerte de propagador universal de rumores al servicio de la facción de turno. Cabe señalar particularmente el desarrollo de Jordan sobre este punto, cuando hace notar que el narrador “sugiere que el concionazimir es activado por el mismo sujeto y no por un técnico desde el exterior” mientras que esto no se especifica claramente en el caso del pensador y del elevador, y se insinúa, por ende, que el uso de los mismos podría no ser voluntario. De esto no se desprende –pero sí se instala la posibilidad– que Defoe imagine artefactos punitivos a través de los cuales se fuerce el pensamiento a no desviarse de los valores o acciones convenidos, pudiéndose transformar las máquinas en oscuros instrumentos de sujeción y dominio. Es también en esa línea que el mismo Jordan sugiere que las máquinas lunares refuerzan la sátira religiosa que se expresa en el escrito, al poder interpretarse como figuras alegóricas de la Cámara de los Comunes, que demanda una percepción más clara y centrada de los conocimientos útiles para el buen gobierno.

       El mundo de la Luna, de Godwin a Defoe

      Tal como mencionamos anteriormente, una de las fuentes más reconocibles del escrito de Defoe es la novela de Francis Godwin, El hombre en la Luna (1638), que coloca la utopía fuera de la Tierra. En su novela, publicada póstumamente en 1638, el obispo Godwin hace que su peculiar personaje Domingo Gonzalez vuele hacia la Luna en un vehículo impulsado por el vuelo de unas gansas. Descubre ahí una sociedad perfecta en la que priman el respeto a las jerarquías, las leyes y la educación. Los lunarios de Godwin, sin embargo distan de poder constituirse como alter ego del protagonista o de asimilarse a ninguna de las sociedades terrestres. Si la novela del siglo XVII es un antecedente ineludible a la hora de analizar el escrito de Defoe, cabe preguntarse por qué casi un siglo después el autor de El consolidador la ha considerado un punto de partida válido para una sátira política y religiosa con un contexto socio-histórico tan diferente. El éxito entre el público lector de la novela de Godwin es solo uno de los factores a tener en cuenta, y Defoe era consciente del enorme potencial de su precursor, puesto que su novela había podido crear una topografía posible, idear un recorrido alimentado por las descripciones científicas y unir tres puntos con diferente densidad simbólica en el imaginario del lector: Inglaterra, el espacio supralunar y el territorio de China. Domingo Gonzalez hace una escala más en su viaje extraordinario: naufraga en una isla desierta con Diego, un esclavo negro con el que realiza una serie de experimentos con miras a regresar al continente. El episodio es un pre-texto indudable del Robinson Crusoe de Defoe, que parece haberlo excluido de El consolidador para una explotación posterior y de mayor y diferente alcance.

      De Godwin a Defoe, la Luna se ha transformado y, de ser un lugar idílico y atemporal, pasa a describirse como un entorno social atravesado por la historia y es en ese sentido que se vuelve un espejo plausible en el que pueden reflejarse los terrícolas. Asimismo, la sociedad armónica lunar de Godwin responde al modelo estatutario de la monarquía absoluta, mientras que los selenitas de Defoe han superado sus diferencias a partir de un activo parlamentarismo y, por otra parte, los conflictos sociales que han tenido son un calco de los vividos en la Inglaterra a partir del último cuarto del siglo XVII, y del papel que jugaban los disidentes con las consiguientes embestidas y confrontaciones político-religiosas en el seno del parlamento. Las máquinas moderadoras que se describen en El consolidador podrían ayudar a limar esas diferencias que no eran extrañas al pasado lunar: la postura permanente del protagonista de Defoe es la de imaginar maneras de construir una unión que consolide la nación inglesa ante una contexto europeo complejo y amenazador para la integridad del reino. Esto último, también a la luz de la crisis parlamentaria de noviembre de 1704 –que la crítica señala como impulsora del escrito– debida a una ulterior confrontación entre disidentes protestantes y gobierno Tory.

      Por otra parte, observamos que el discurso científico opera en Godwin como subtexto de teorías aún no aceptadas por la comunidad en su conjunto, fascinantes para el narrador por las promesas de un espacio celeste a revisitar y a redefinir, pero a la vez inquietantes porque derriban presupuestos cosmológicos y teológicos rectores de un tipo de subjetividad al que adhiere fervientemente.

      En Defoe, por el contrario, podemos constatar que las distancias terrestres y los otros mundos celestes pueden ser dominados también por la consolidación de un nuevo régimen escópico(14) impuesto por el uso intensivo de aparatos ópticos que en Godwin solo asomaban en un horizonte lejano. El alter ego de Defoe insiste en los beneficios de este novedoso modo de mirar, de regular, de definir lo que se oculta al ojo desnudo: pone en escena una nueva forma de visibilizar y sugiere un poder de control asociado a esta inédita potencialidad de la extensión del espectro de lo visible y de un uso estratégico de los avances científicos.

       Nota sobre la traducción

      The Consolidator: or Memoirs of Sundry Transactions from the World in the Moon. Translated from the Lunar Language. By the Author of the True-Born Englishman fue publicado en Londres por primera vez el 26 de marzo de 1705 y tuvo una única reimpresión ocho meses después, el 17 de noviembre de 1705.

      Para la presente edición hemos utilizado la obra mencionada en las fuentes primarias y hecho la traducción de los fragmentos considerados más relevantes y que a nuestro criterio, tal como se indica a lo largo de la introducción, iluminan aspectos diferentes