Rey Mono. Wu Ch'êng-ên. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Wu Ch'êng-ên
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786079889869
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luchamos desesperadamente, y nos robó nuestras posesiones y se llevó a muchos de nuestros niños, así que ahora tenemos que vigilar todo el tiempo y no dormimos de noche ni de día. Es una suerte que hayas venido ahora, pues si hubieras esperado otro año o dos nos habrías encontrado, a nosotros y lo de alrededor, en manos de otros.

      —¿Qué demonio puede atreverse a cometer esos crímenes? —gritó Mono—. Cuéntenmelo y yo los vengaré.

      —Le dicen el Demonio de los Estragos, su majestad, y vive hacia el norte —respondieron.

      —¿Qué tan lejos? —preguntó Mono.

      —Viene en forma de nube y se va como neblina, lluvia o viento, tormenta o relámpago. No sabemos qué tan lejos viva.

      —Bueno, no se preocupen —dijo Mono—; ustedes sigan jugando mientras yo voy a buscarlo.

      ¡Querido Rey Mono! Dio un brinco al cielo en dirección al norte y pronto vio frente a él una montaña alta y muy escarpada. Mientras admiraba el paisaje, de pronto distinguió voces. Descendió por la cuesta y encontró una cueva, frente a la cual varios diablillos brincaban y bailaban. Cuando vieron a Mono, salieron corriendo.

      —¡Alto ahí! —gritó éste—. Traigo un mensaje que ustedes deben difundir. Digan que el maestro de la cueva de la Cortina de Agua está aquí. El Demonio de los Estragos, o como se llame, que vive aquí, ha estado maltratando a mis pequeños y he venido con la intención de que resolvamos juntos el problema.

      Corrieron hacia la cueva y gritaron:

      —¡Gran Rey!, algo terrible ha sucedido.

      —¿Qué pasa? —preguntó el demonio.

      —Afuera de la cueva hay una criatura con cabeza de mono que dice ser el dueño de la cueva de la Cortina de Agua. Dice que has estado maltratando a su gente y que viene con la intención de resolver contigo el problema.

      —Jajá —se rio el demonio—. Muchas veces he oído a esos monos decir que su rey se había ido para aprender religión. Eso significa que volvió. ¿Cómo es y qué armas lleva?

      —No porta ninguna arma —dijeron—. Está con la cabeza descubierta, lleva un traje rojo con un fajín amarillo y zapatos negros: no está vestido ni de monje ni de seglar ni tampoco como taoísta. Espera con las manos vacías afuera de la verja.

      —Tráiganme mi guarnición —gritó el demonio; los diablillos enseguida fueron a buscar sus armas; el demonio se puso el casco y el peto, tomó su espada y, saliendo con los diablillos a la verja, gritó en voz alta—: ¿Dónde está el dueño de la cueva de la Cortina de Agua?

      —¿De qué sirve tener ojos tan grandes si no puedes ver a este viejo mono? —preguntó Mono.

      En cuanto lo vio, el demonio soltó una carcajada.

      —Tú mides menos de treinta centímetros y no llegas a los treinta años. No tienes un arma en la mano. ¿Cómo te atreves a pavonearte y hablar de saldar cuentas conmigo?

      —Maldito demonio —dijo Mono—; por lo visto, es verdad que careces de ojos. Dices que soy pequeño y no ves que puedo hacerme tan alto como quiera. Dices que estoy desarmado, sin saber que estas dos manos podrían arrastrar la luna desde los confines del cielo. ¡Mantente firme y cómete el puño de este viejo mono!

      Al decir eso brincó por los aires y dirigió un puñetazo a la cara del demonio. Éste lo esquivó con la mano.

      —Tú tan chaparro y yo tan alto —dijo el demonio—. Tú con tus puños y yo con mi espada. ¡No! Si te matara con la espada, me vería ridículo. Voy a desecharla y usaré mis puños descubiertos.

      —Muy bien —dijo Mono—. Ahora, amigo, ¡empieza!

      El demonio relajó la guardia y dio un golpe. Mono se enfrentó a él y los dos aporreaban y pateaban, golpe a golpe. Un golpe dado lejos no es tan firme y seguro como uno cercano. Mono pinchó al demonio en las costillas, le aporreó el pecho y le dio tal paliza que finalmente el demonio se apartó, recogió su gran espada plana y acometió hacia la cabeza de Mono, pero éste ágilmente se hizo a un lado y el golpe falló. Al ver que el demonio se ponía cada vez más violento, Mono decidió emplear el método llamado “cuerpo afuera del cuerpo”. Se arrancó un puñado de pelos, los hizo pedacitos con los dientes y los escupió al aire, gritando:

      —¡Cambien!

      Los fragmentos de pelo cambiaron y se convirtieron en cientos de monitos que se apretujaron formando una muchedumbre. Porque debes saber que, cuando alguien se convierte en un inmortal, puede proyectar su alma, cambiar de forma y realizar toda clase de milagros. Desde su iluminación, Mono podía transformar cada uno de los ochenta y cuatro mil pelos de su cuerpo exactamente en lo que él quisiera. Los monitos que había creado eran tan ágiles que ninguna espada podía tocarlos o herirlos. Mira cómo saltan adelante y atrás, se aglomeran en torno al demonio, unos abrazándose, unos jalando, otros picándole el pecho o apiñándose en sus piernas. Lo pateaban y golpeaban, le aporreaban los ojos, le pellizcaban la nariz y seguían en eso cuando Mono se deslizó entre ellos y le arrebató la espada al demonio. Luego, abriéndose paso entre la multitud de monitos, levantó la espada y la bajó con tan tremenda fuerza sobre el cráneo del demonio que se lo partió en dos. Entonces corrió junto con los monitos a la cueva y entre todos acabaron rápidamente con los diablillos, grandes y chicos. Luego Mono dijo un encantamiento con el que los monitos se transformaron de nuevo en pelos. A éstos volvió a ponerlos ahí de donde habían venido, pero todavía quedaban algunos monitos: los que el demonio se había llevado de la cueva de la Cortina de Agua.

      —¿Cómo llegaron aquí? —les preguntó.

      Había como treinta o cuarenta y todos dijeron con los ojos anegados en lágrimas:

      —Cuando su majestad se fue para convertirse en inmortal, esta criatura nos molestó durante dos años. Al final nos llevó a todos y se robó cuanto había en la cueva y los platos y las tazas de piedra.

      —Reúnan lo que nos pertenece y tráiganlo con ustedes —dijo Mono.

      Los monos prendieron fuego a la cueva y quemaron lo que había en su interior.

      —¡Ahora, síganme! —ordenó Mono.

      —Cuando nos trajeron aquí —dijeron ellos—, sólo sentimos un fuerte viento que soplaba a toda prisa junto a nosotros y nos arrastró como remolino hasta este sitio. No sabíamos a dónde íbamos. ¿Y ahora cómo vamos a encontrar el camino de regreso a casa?

      —Él los trajo aquí por arte de magia —dijo Mono—, pero ¿qué importa? Ahora yo conozco toda esa clase de cosas y, si él pudo, yo también puedo. Cierren los ojos, todos ustedes, y no tengan miedo.

      Entonces recitó un encantamiento que produjo un viento fortísimo. De repente se detuvo y Mono gritó:

      —¡Ya pueden abrir los ojos!

      Los monos vieron que estaban parados en tierra firme, muy cerca de su casa. Con gran alegría, siguieron el sendero conocido que llevaba a la puerta de su cueva. Ellos y los monos que se habían quedado se amontonaron para entrar en la cueva y se formaron según sus rangos y edades; también rindieron homenaje a su rey y prepararon un gran banquete de bienvenida. Cuando preguntaron cómo había logrado someter al demonio y rescatar a los monos, les contó la historia, que fue recibida con una salva de aplausos y vítores.

      —No imaginábamos —dijeron— que cuando su majestad nos dejó aprendería semejantes artes.

      —Después de partir —dijo Mono—, atravesé muchos océanos hasta la tierra de Yambuduipa, donde aprendí costumbres humanas y a usar ropa y zapatos. Erré impaciente como nube por ocho o nueve años, pero por ningún lado encontraba la iluminación. Por fin, después de atravesar un océano más, tuve la suerte de conocer a un viejo patriarca que me enseñó el secreto de la vida eterna.

      —¡Qué golpe de suerte tan increíble! —dijeron los monos, felicitándolo.

      —Pequeños —dijo