Rey Mono. Wu Ch'êng-ên. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Wu Ch'êng-ên
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786079889869
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había seguido el pleito ni intentado discutir. Sabía que el maestro, al golpearlo tres veces, estaba dándole una cita en la tercera guardia y que salir con las manos juntas en la espalda significaba que Mono debía buscarlo en los aposentos interiores. Que cerrara la puerta con llave significaba que debía dirigirse a la puerta trasera para que recibiera instrucciones.

      El resto del día retozó con los otros discípulos enfrente de la cueva, aguardando impaciente que llegara la noche. En cuanto empezó a oscurecer, fue, igual que los demás, a su sitio para dormir. Cerró los ojos y respiró a un ritmo suave y regular para fingir que dormía. En las montañas no hay un vigilante que haga guardia o anuncie la hora, así que todo lo que podía hacer Mono era contar sus aspiraciones y espiraciones. Cuando calculó que ya debía de ser la hora de la rata —de las once de la noche a la una de la mañana—, se levantó muy silencioso, se puso la ropa, abrió la puerta con delicadeza, dejó a sus compañeros y se dirigió a la puerta trasera. En efecto, estaba entreabierta. “Con toda seguridad el maestro piensa darme instrucciones”, dijo Mono para sus adentros, así que entró con sigilo y fue directo a la cama del maestro. Al encontrarlo hecho bolita y acostado con la cara a la pared, Mono no se atrevió a despertarlo y se arrodilló a un lado. En ese momento el patriarca se despertó, estiró las piernas y murmuró para sus adentros:

      ¡Difícil, muy difícil!

      El camino es un gran secreto.

      ¡Nunca manipules el elíxir de oro como si fuera un simple

      [juguete!

      Aquel que confía las oscuras verdades a oídos indignos

      inútilmente mueve mandíbula y lengua hasta que se le seca

      [la boca.

      —Maestro, llevo un buen rato aquí arrodillado —dijo Mono cuando vio que el patriarca estaba despierto.

      —¡Mono desgraciado! —dijo Subodhi, que al reconocer esa voz quitó las cobijas y se incorporó—. ¿Por qué no estás en tu propia habitación, en vez de venir a la mía por atrás?

      —Hoy en la clase me ordenaste que viniera en la tercera guardia por la puerta trasera a recibir instrucciones. Por eso me aventuré y vine directo a tu cama.

      El patriarca estaba encantado. Pensó: “Este sujeto en verdad ha de ser, como él dice, un producto natural del cielo y la Tierra. De otro modo nunca habría entendido mis señales secretas”.

      —Estamos solos —dijo Mono—, nadie puede oírnos. Apiádate de mí y enséñame el camino de la larga vida. Nunca olvidaré tu favor.

      —Muestras disposición —dijo el patriarca—. Entendiste mis señales secretas. Acércate y escucha con atención. Te voy a revelar el secreto de la larga vida.

      Mono golpeó la cabeza contra el piso en señal de gratitud, se limpió los oídos y escuchó atentamente, arrodillado junto a la cama. Entonces el patriarca recitó:

      Para administrar y cuidar los poderes vitales, esto y nada

      [más que esto

      es la suma y el total de todo lo mágico, secreto y profano.

      Todo está comprendido en estos tres: espíritu, aliento y alma;

      vigílalos muy de cerca, tápalos bien, evita cualquier fuga.

      Guárdalos dentro del marco;

      eso es todo lo que puede aprenderse y todo lo que puede

      [enseñarse.

      Me gustaría que marcaras a la tortuga y la víbora, fundidas

      [en un abrazo.

      Fundidos en un abrazo, los poderes vitales son fuertes;

      incluso en medio de intensas llamas puede plantarse el

      [Loto de Oro

      y los cinco elementos pueden combinarse y transponerse

      [para darles un nuevo uso.

      Cuando eso esté hecho, sé aquello que desees, buda o inmortal.

      Con esas palabras la constitución de Mono quedó sacudida hasta lo más hondo. Se las aprendió de memoria, agradeció al patriarca con humildad y volvió a salir por la puerta trasera.

      Una tenue luz empezaba a iluminar el cielo del este. Volvió sobre sus pasos, abrió la puerta sin hacer ruido y regresó a su sitio de dormir para deliberadamente hacer ruido con las sábanas.

      —¡Levántense! —gritó—. Ya hay luz en el cielo.

      Los otros discípulos estaban profundamente dormidos y no tenían idea de que Mono había recibido iluminación.

      El tiempo se fue volando y tres años después el patriarca volvió a treparse a su enjoyado asiento y sermoneó a sus vasallos ahí reunidos. El asunto fueron las parábolas y los problemas escolásticos de la secta zen, y el tema, el tegumento de las apariencias externas. De repente se calló y preguntó:

      —¿Dónde está el discípulo Consciente de la Vacuidad?

      —¡Aquí! —respondió Mono, arrodillándose ante él.

      —¿Qué has estado estudiando todo este tiempo? —inquirió el patriarca.

      —Últimamente mi naturaleza espiritual ha estado en ascenso y mis fuentes fundamentales de poder se fortalecen poco a poco —dijo Mono.

      —En ese caso —dijo el patriarca—, todo lo que necesitas aprender es cómo conjurar las tres calamidades.

      —Debe de haber un error —dijo Mono, consternado—. Entendí que los secretos que he aprendido me harían vivir para siempre y me protegerían del fuego, del agua y de toda clase de enfermedad. ¿A qué tres calamidades te refieres ahora?

      —Lo que has aprendido conservará tu apariencia juvenil y alargará tu vida —respondió el patriarca—, pero al cabo de quinientos años el cielo mandará un relámpago que acabará contigo, a menos que tengas la sagacidad de evitarlo. Después de otros quinientos años el cielo mandará un fuego que te devorará. Es un fuego de una clase peculiar. No es fuego común ni fuego celestial, sino que surge desde dentro y consume las tripas, reduciendo toda la complexión a cenizas, con lo cual tus mil años de perfección habrán sido en vano. Pero incluso si logras escapar a esto, en otros quinientos años un fuerte viento te soplará. No el viento del este, el del sur, el del oeste ni el del norte; no el viento de las flores, de los sauces, de los pinos o los bambúes. Es uno que sopla desde abajo, entra en los intestinos, pasa por el diafragma y sale por las nueve aperturas. Derrite la carne y el hueso, de modo que todo el cuerpo se disuelve. Tienes que poder evitar estas tres calamidades.

      Cuando Mono oyó eso, los pelos se le pusieron de punta y, postrándose, dijo:

      —Te lo ruego: apiádate de mí y enséñame cómo evitar estas calamidades. Nunca olvidaré tu favor.

      —Eso no sería difícil —dijo el patriarca— de no ser por tus peculiaridades.

      —Tengo una cabeza redonda levantada hacia el cielo y unos pies cuadrados que pisan la Tierra —dijo Mono—. Tengo nueve aperturas, cuatro extremidades, cinco órganos internos superiores y cinco inferiores, igual que otras personas.

      —Eres como otros hombres en casi todos los aspectos —dijo el patriarca—, aunque tienes mucho menos cachete.

      En efecto, los monos tienen las mejillas hundidas y la boca puntiaguda.

      Mono se sintió el rostro con la mano y, riendo, dijo:

      —Maestro, tengo mis defectos, pero no te olvides de mis virtudes. Tengo mis abazones, algo de lo que los seres humanos normales carecen; debería tomárseme en cuenta.

      —Eso es cierto —dijo el patriarca—. Hay dos métodos de escape. ¿Cuál quisieras aprender? Está el truco “del cucharón celestial”, que supone treinta y seis clases de transformación, y el truco “de la conclusión terrenal”, que supone