Rey Mono. Wu Ch'êng-ên. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Wu Ch'êng-ên
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786079889869
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viejos soplones”. Nos declaramos incapaces de lidiar con él y debemos dejar el asunto en sus manos. Le pedimos encarecidamente que mande soldados a controlar esa plaga y a restaurar la paz del mundo bajo las olas.

      Después de leer el documento, el Emperador de Jade pronunció su sentencia:

      —El dragón debe volver a su mar y yo mandaré a unos oficiales para que arresten al criminal.

      El Rey Dragón hizo una reverencia y se retiró. Al momento se presentó otro oficial para anunciar que el primer juez de los Muertos, apoyado por Kshitigarbha, el abogado de los muertos, había llegado con una petición. Iba con ellos una niña hada, que presentó un documento que decía lo siguiente:

      Respetuosamente sostenemos que el cielo es para los espíritus y el inframundo es para los fantasmas. La oscuridad y la luz deben sucederse una a otra. Así lo dicta la naturaleza y no puede cambiarse. Pero un falso sabio de la cueva de la Cortina de Agua ha resistido con violencia nuestros llamados; mató a golpes a nuestros emisarios y amenazó a los diez jueces. Armó un alboroto en el palacio de la Muerte y borró nombres de nuestros libros, de modo que en el futuro los monos y los simios disfrutarán de una longevidad incorrecta. Apelamos por tanto a su majestad para que muestre su autoridad mandando espíritus soldados a que se hagan cargo de este monstruo, restauren el equilibrio de oscuridad y luz y traigan la paz de vuelta al inframundo.

      El Emperador de Jade pronunció su sentencia:

      —Los Señores de la Oscuridad deberán regresar al inframundo y se enviará a soldados para arrestar a esa plaga.

      El primer juez de los Muertos hizo una reverencia y se retiró.

      —¿Por cuánto tiempo ha existido este mono pernicioso? —les preguntó el Emperador de Jade a sus ministros—. ¿Y cómo es que adquirió la iluminación?

      Enseguida el oficial del Ojo de las Mil Leguas y el Oficial del Oído Bajo el Viento dieron un paso al frente.

      —Este mono —dijeron— fue emitido hace trescientos años por una piedra. Al principio no mostró ninguno de sus poderes actuales, pero desde entonces se las ha arreglado de alguna manera para perfeccionarse y lograr la inmortalidad. Ahora somete dragones, domestica tigres y ha alterado los registros de la Muerte.

      —¿Cuál de las deidades aquí presentes irá a lidiar con él? —preguntó el Emperador de Jade.

      El espíritu del planeta Venus dio un paso al frente.

      —Grandísimo y santísimo —dijo—: todas las criaturas que tienen nueve aperturas pueden aspirar a la inmortalidad. No es entonces de sorprender que este mono, producido por las fuerzas naturales del cielo y de la Tierra, nutrido de la luz del sol y de la luna, alimentado con escarcha y rocío, haya alcanzado la inmortalidad y sepa someter a dragones y tigres. Sugiero que se siga un camino indulgente. Mandemos un decreto en el que se le ordene hacer acto de presencia en el cielo. Entonces le daremos alguna especie de trabajo oficial para que su nombre aparezca en nuestros pergaminos, y aquí podremos echarle un ojo. Si se porta bien podremos ascenderlo, pero si se porta mal tendremos que arrestarlo. Este camino nos ahorrará operaciones militares y sumaremos a nuestras filas a un indudable inmortal.

      Al Emperador de Jade le gustó esa sugerencia. Le ordenó al espíritu de la estrella del Libro que escribiera un citatorio y le pidió al planeta Venus que lo entregara. Salió por la Puerta Sur del cielo, hizo descender su nube mágica y muy pronto llegó a la cueva de la Cortina de Agua. Le dijo a la multitud de monos:

      —Soy un mensajero del cielo y traigo la orden de que su rey se dirija enseguida a los reinos superiores. Díganselo de inmediato.

      Los monitos afuera de la cueva comunicaron al interior que había ido un viejo con un escrito en la mano.

      —Dice que es un mensajero del cielo y que lo mandaron para que tú vayas con él.

      —¡Oh, eso me viene muy bien! —dijo Mono—; últimamente he pensado en hacer un viajecito al cielo.

      Mono se acicaló a toda prisa y salió a la puerta.

      —Soy el espíritu del planeta Venus —dijo el mensajero—, y traigo una orden del Emperador de Jade para que subas al cielo y recibas un nombramiento inmortal.

      —Vieja estrella —dijo Mono—, estoy muy agradecido contigo por las molestias que te tomaste —y pidió a los monos que prepararan un banquete.

      —Sin haber terminado la sagrada orden que me dieron no puedo entretenerme —dijo la estrella—. Tras tu glorioso ascenso tendremos muchas oportunidades para conversar.

      —No insistiré —dijo Mono—. Es un gran honor para nosotros que hayas hecho esta visita.

      En eso mandó llamar a los cuatro viejos monos.

      —No se olviden de ejercitar a los jóvenes —dijo—. Echaré un vistazo cuando haya llegado al cielo y, si todo está bien por allá, mandaré por todos los demás para que vengan a vivir conmigo.

      Los viejos monos expresaron su acuerdo y el Rey Mono, siguiendo al espíritu estrella, se montó en la nube y remontó el vuelo. Si no sabes qué puesto le dieron en el cielo, tienes que escuchar el siguiente capítulo.

      IV

      LA HISTORIA DEL REY MONO

      DESPUÉS DE UN RATO de montar juntos, Mono se olvidó del espíritu estrella y lo dejó muy rezagado; para cuando llegó a la Puerta Sur del cielo, ya se había perdido de vista. Estaba por entrar cuando una cantidad de deidades custodias, armadas de dagas, espadas y alabardas, le obstaculizó el paso.

      —¡Ese planeta es un estafador! —exclamó Mono—. Mira que permitir que estos degolladores me retengan así después de haberme invitado a venir.

      En ese momento llegó el planeta; estaba completamente sin aliento.

      —¡Viejo fraude! —lo confrontó Mono—. Dijiste que ibas con una invitación del Emperador de Jade. ¿Por qué esta gente me impide entrar?

      —No te enojes —dijo el planeta—. Como nunca antes habías venido a la sala del cielo y no se te ha dado un nombre, los custodios no saben quién eres y hacen bien en no dejarte pasar. Cuando hayas visto al emperador y recibas tu nombramiento, te dejarán entrar y salir cuantas veces quieras.

      —Puede ser —dijo Mono—, pero en este momento no puedo entrar.

      —Si vienes conmigo sí puedes —dijo el planeta y casi gritando continuó—: custodios de la puerta del cielo, grandes y pequeños capitanes, ¡abran paso! Éste es un inmortal de la tierra a quien el Emperador de Jade me encargó traer.

      Entonces los custodios retiraron las armas y se marcharon. Mono, recuperada del todo su confianza en el planeta, atravesó las verjas lentamente junto a él y entró al palacio. Sin esperar a ser anunciados, enseguida acudieron a la augusta presencia. El planeta de inmediato se postró, pero Mono se quedó erguido junto a él, sin mostrar ninguna señal de respeto, limpiándose los oídos con los dedos para escuchar lo que iba a decir el planeta.

      —Si se me permite, vengo a informar que llevé a cabo su orden; el pernicioso inmortal está aquí.

      —¿Quién es? —preguntó el emperador, asomándose por encima de su biombo real.

      En ese momento Mono hizo una reverencia y dijo:

      —Soy yo.

      Los ministros ahí reunidos palidecieron horrorizados.

      —¡Ese mono bárbaro! —exclamaron—. Cuando lo trajeron en presencia del emperador no se mostró y ahora, sin dirigirse a él, se atreve a decir: “Soy yo”. Esa conducta merece la pena de muerte.

      —Él viene de la Tierra —dijo el Emperador de Jade— y hace poco aprendió las costumbres humanas. Ahora no debemos ser muy duros con