La culebra sigue viva: miedo y política. El ascenso de Álvaro Uribe al poder presidencial en Colombia (2002-2010). Luz Margarita Cardona Zuleta. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luz Margarita Cardona Zuleta
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789587755497
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de esa organización: la desconfianza en las instituciones de la democracia liberal y, por tanto, el desconocimiento del papel de la opinión pública en una democracia. La opinión pública está para ellos formada, o más bien manipulada, por los medios de comunicación. Lo dicho por Reyes corrobora lo que autores como Daniel Pécaut han sostenido, que durante el proceso de paz del Caguán las FARC no mostraron ningún interés por captar para su causa algún sector de la opinión pública, lo que puso al descubierto, una vez más, la incapacidad política de esa organización.70

      El discurso de Reyes permite ver, así mismo, el juego de esa guerrilla: pretender representar al pueblo, aunque actuaba de espaldas a él; no reconocer ninguna responsabilidad en el conflicto armado que libra por más de cuatro décadas, mientras responsabilizaba al Estado por la guerra, al tiempo que enarbolaba la bandera de la paz y presentaba a Uribe como un candidato guerrerista, orquestado por los medios de comunicación.

      1.7. ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA CAMPAÑA

      Cuando los acontecimientos sociales no pueden ser comprendidos, o no van en la dirección deseada, es fácil caer en la simplificación. No faltaron analistas que coincidieron con la opinión de Raúl Reyes sobre la manipulación de las encuestas con apoyo de los medios de comunicación. La expresión “el que encuesta elige”, del columnista liberal Ramiro Bejarano, va en la misma línea interpretativa del comandante guerrillero.

      Otras de las hipótesis presentadas, si bien tienen algún grado de validez explicativa, merecen algunas observaciones. La crisis del proceso de paz y la polarización política en torno a este tema fueron otros de los argumentos esgrimidos para justificar el triunfo de Uribe. Como se mostró anteriormente, varios editoriales estudiados llamaron a los candidatos a no polarizar la opinión en torno al tema de la guerra y la paz. ¿Tuvo algún sentido este llamado cuando estaba en curso una campaña electoral, o, por el contrario, se trató más de un recurso retórico?

      En la interpretación de Manin, el modelo representativo ha evolucionado; sin embargo, en sus distintas etapas (gobierno de notables, democracia de partidos y democracia de audiencia), la situación de los políticos ha sido la misma: explotar las diferencias que subyacen en el interior de la sociedad para movilizar con eficacia a los votantes. Estas diferencias, nos dice, deben ser previamente conocidas por el líder. Al profundizar alguna de esas fracturas, el político puede equivocarse, en cuyo caso será castigado con el voto adverso de los electores.

      Serpa se definió en aquella campaña como el candidato de la paz, pretendió recoger el anhelo de paz de los colombianos y, en tal sentido, promocionó su experiencia como negociador de paz en procesos anteriores. Pretendió, así mismo, definir a Uribe como el candidato de la guerra, candidato, además, de los paramilitares. Pero esta estrategia resultó contraproducente. Los colombianos tenían en el espejo tres años y medio de negociaciones infructuosas, en los cuales la violencia se había profundizado. Presentar a Uribe como el candidato de los paramilitares era no sólo una gran simplificación, como lo mostraron los resultados electorales; era desconocer el creciente apoyo popular que su candidatura estaba movilizando y, a la vez, se vislumbraba, en la estrategia de ataque personal, una cierta dosis de derrotismo de parte del candidato liberal.

      Uribe se autodefinió como el candidato del orden, como el candidato capaz de recuperar la autoridad del Estado. En esta medida, invirtió la fórmula utilizada por gobiernos anteriores y por otros candidatos en la campaña. Para llegar a un acuerdo de paz con los grupos armados ilegales no bastaba con la voluntad del Gobierno; se trataba, ante todo, de debilitar militarmente a estos grupos y obligarlos a negociar en serio.