Un corazón alegre. Julián Melgosa. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Julián Melgosa
Издательство: Bookwire
Серия: Vida Espiritual
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789877980530
Скачать книгу
También a los hijos los asemeja a las ramas del olivo. En primavera, el árbol arroja ramilletes cargados de infinidad de granos pequeñísimos que son los frutos en potencia. Estas preciosas bolitas anuncian la cercana cosecha de aceitunas, algo así como los hijos que auguran la siguiente generación.

      ¡Qué hermosa descripción de la familia en donde se resalta el papel central de la madre, siempre presente y vigilante como la vid en el patio rodeada de hijos como plantas de olivo alrededor de la mesa familiar! (Sal. 128:3). Por supuesto que el padre también juega un papel fundamental en la familia (1 Tes. 2:11).

      En este ambiente idílico puede darse y recibirse la mejor forma de educación que perdurará en el tiempo. Pero, de la misma forma que el olivo y la vid necesitan el poder de Dios para crecer, la intervención divina es esencial, pues las mejores técnicas educativas serían vanas sin el Espíritu del Señor. Es necesario el poder sobrenatural para la estabilidad familiar. No en vano reza el texto: “A uno que prevalece contra otro, dos lo resisten, pues cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Ecl. 4:12). Ese tercer cordón en la familia es el poder invencible de Dios.

      Permanece hoy abierto a la influencia divina para que la aplicación de los buenos principios pedagógicos pueda hacer florecer niños y jóvenes que amen y obedezcan a Dios.

      Inmoralidad en Corinto

      “Por causa de las fornicaciones tenga cada uno su propia mujer, y tenga cada una su propio marido”

      (1 Corintios 7:2).

      Corinto se considera una de las ciudades más prósperas de la antigüedad. Situada en Grecia, a unos 80 km al sur de Atenas, Corinto era la encrucijada entre el norte (Grecia continental) y el sur (el Peloponeso) y entre el este (Asia) y el oeste (Roma). Sus dos puertos acaparaban la mayor parte del transporte del mar Mediterráneo. Era lugar de paso de marinos, soldados, mercaderes y viajeros de todo tipo. Fue ciudad de mucha importancia durante el Imperio griego y aún más durante la ocupación romana, especialmente después de la reconstrucción que Julio César llevó a cabo en los años 46–44 a.C. Entonces alcanzó mayores dimensiones y la restauración y expansión de templos, plazas y mercados. Se estima que, durante el primer siglo de la era cristiana, Corinto contaba con medio millón de habitantes y con el mercado más grande del Imperio romano, además de un anfiteatro para catorce mil espectadores.

      Pero la abundancia y la prosperidad trajeron consigo inmoralidad y disipación. La propia lengua griega adoptó un vocablo, korintiazomái, que se traduce “yo soy como un corintio”, expresando la condición de libertino sexual. Igualmente, korintia kore (joven corintia) se utilizaba para referirse a una prostituta. Pero lo que ha dado más fama a la disipación de la antigua Corinto es la actividad del templo dedicado a Afrodita, la diosa del amor. El culto a Afrodita venía de los tiempos de la Grecia imperial y continuó en la época romana, como ponen de evidencia monedas romanas con la imagen de dicho templo. Este santuario contaba con un enorme grupo de prostitutas que se ofrecían como vehículo sagrado de sexualidad a los ciudadanos y viajeros.

      En medio de esta gran metrópoli se encontraba una pequeña congregación de nuevos cristianos, grey que había fundado el mismo apóstol Pablo (1 Cor. 4:15) y que estaba sujeta a las ofertas pecaminosas del ambiente. Por ello, Pablo insta a los corintios a tener su propia mujer y a ellas su propio marido, una salvaguarda en consonancia con el plan divino desde la Creación.

      Las tentaciones de nuestro tiempo no son necesariamente menores. No es extraño que un tercio de los divorcios tenga su causa en la infidelidad. Los cristianos de hoy, como los corintios, no estamos libres de este problema. Reflexiona hoy en los enormes daños que la inmoralidad sexual y la infidelidad conyugal causan a las relaciones familiares y cómo deterioran nuestra relación con Dios.

      Decide hoy, por su gracia, seguir la recomendación bíblica de la fidelidad.

      El diablo lo propagará

      “¿Pondrá el hombre fuego en su seno sin que ardan sus vestidos? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que se quemen sus pies? Así le sucede al que se llega a la mujer de su prójimo, pues no quedará impune ninguno que la toque”

      (Proverbios 6:27-29).

      El Dr. David Birkenstock fue mi (J) principal mentor en las tareas administrativas de la universidad donde trabajé en el pasado. El alumnado era, por lo general, ejemplar: jóvenes profesionales que se esforzaban por obtener el grado de máster o de doctor. Casi todos tenían familia y contaban con años de experiencia en el ministerio pastoral o educativo o en la dirección de centros de salud. En alguna ocasión tuvimos que enfrentar los problemas que surgieron por causa de la infidelidad conyugal: abandono familiar, crisis en la pareja, hijos desconcertados o cónyuge ultrajado.

      Cuando alguna situación de este tipo surgía en la comunidad universitaria, el rector Birkenstock hablaba con seriedad al cuerpo estudiantil advirtiéndoles con un mensaje inequívoco que, más o menos, decía así: “A veces hacemos cosas sin pensar y luego tenemos que acarrear las consecuencias. El adulterio conlleva efectos muy serios. Por eso, muchos lo llevan a cabo en secreto pensando que nunca saldrá a la luz. Pero si alguno cree que va a engañar a su mujer y su acto no se va a descubrir, está muy equivocado porque ¡Satanás se encargará de que, tarde o temprano, se descubra el engaño y se propague!" El rector sabía que el diablo saca mucho partido de hacer errar a los dirigentes y personas de influencia en la iglesia. Tal vez esto sea parte de la interpretación del texto de hoy que dice que nadie quedará impune de llegarse a la mujer de su prójimo.

      Jugar con la tentación es jugar con fuego. La actitud más sabia es la de abandonar el sendero hacia el mal cuanto antes. El deseo sexual es muy poderoso por ser un proceso instintivo y puede resultar muy difícil de detener una vez se ha llegado a cierto punto. Por ello, necesitamos confiar por completo en el Señor quien nos dará la certeza de identificar la tentación antes de que sea irresistible. También nos dará la sabiduría para no iniciarnos en los pasos que llevan con seguridad a consumar actos sexuales ilegítimos. Por último, cuando nos ponemos en sus manos, el Señor nos dará la fuerza para huir de la propia trampa, como cuando la esposa de Potifar asió a José por la ropa diciendo: “Duerme conmigo”. Y él, dejando la ropa en manos de ella huyó fuera de la casa (Gén. 39:12).

      Amor asombroso

      “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella”

      (Efesios 5:25).

      Benjamín Warfield (1851-1921) es bien conocido en el ámbito de la teología por su legado literario sobre la autoridad de la Biblia y las doctrinas calvinistas. Fue durante treinta y cuatro años profesor de teología en el seminario de la Universidad de Princeton (Nueva Jersey, EE.UU.). Lo que muchos no conocen es el amor abnegado hacia su esposa. Los jóvenes Benjamín Warfield y Annie Kinkead contrajeron matrimonio en 1876. Semanas después se mudaron a Alemania donde Benjamín cursó estudios en la Universidad de Leipzig. No habían llegado al primer aniversario de la boda cuando Annie recibió el impacto de un rayo en medio de una espectacular tormenta. Este accidente la dejó funcionalmente inválida hasta que murió en 1915.

      Durante sus casi cuarenta años de matrimonio, Benjamín Warfield se implicó en el cuidado y la atención de Annie de forma que sus biógrafos aseguran que sus ausencias del hogar nunca pasaron de dos horas. Con frecuencia, Warfield leía libros a su esposa y le dispensaba todos los cuidados que necesitaba. No tuvieron hijos. Una persona cercana le sugirió en una ocasión:

      —Tal vez sería mejor que llevaras a Annie a una institución donde le dispensen los cuidados necesarios; así podrías ocuparte de tus escritos y tu docencia más intensamente; tu ministerio sería aún mejor.

      A lo que Warfield respondió:

      —Mi ministerio es mi esposa. No me separaré de su lado, la amaré y la cuidaré durante todos los años que Dios nos conceda de vida.

      Y así lo hizo hasta la muerte de Annie en