Por supuesto, solo algunas mujeres lograban alcanzar el honor de ser “reinas” durante un día. Pero el pasaje de hoy nos inviste del linaje y la dignidad, no por autoridad de un hombre encumbrado, sino por el mismo Rey del universo. Y no por un día, sino por toda la eternidad. Reflexiona hoy en el fabuloso linaje que posees por ser hijo de Dios y por el privilegio que tienes de servirle.
27 de enero - Autoestima
Corona de gloria y diadema de realeza
“Y serás corona de gloria en la mano de Jehová y diadema de realeza en la mano del Dios tuyo”
(Isaías 62:3).
El anhelo más grande del pueblo de Israel cautivo en Babilonia era regresar a Jerusalén, restaurar el templo, gozar de libertad de culto y volver a sus costumbres y tradiciones. Con la conquista de Babilonia por el rey Ciro de Persia en 539 a.C., se abrió una ventana de esperanza, pues el conquistador persa estaba citado por nombre en la profecía escrita cien años antes del acontecimiento (Isa. 44:28). Un año después de la toma de Babilonia, en 538 a.C., Ciro decretó el edicto que concedía la libertad a los judíos y les permitía regresar a su tierra, reconstruir el templo de Jerusalén y rehacer su vida en su patria. No solo les concedió el permiso de retorno, sino que les devolvió todo el oro, la plata y los tesoros que Nabucodonosor había expoliado del templo (Esd.1).
A pesar de la buena noticia, la materialización del proyecto no iba a ser fácil, según relata el libro de Esdras. Primero, solo una parte de los exiliados decidió aprovechar la oportunidad de volver a Judá. Segundo, muchos de los que regresaron (especialmente los más ancianos) lloraron porque la restauración del templo no iba a alcanzar la gloria original. Tercero, los adversarios detuvieron la reedificación del templo. También sabemos por el profeta Hageo que muchos, en vez de edificar la casa del Señor, pusieron su empeño en edificar sus propias casas; y cuando finalmente decidieron acometer la reedificación del templo, tuvieron que enfrentarse a escasez y adversidad.
El capítulo 62 de Isaías llega precisamente en esos momentos difíciles para el pueblo de Dios y comunica esperanza, promesas y ánimo. Una de las metáforas es la del versículo de hoy: corona de gloria y diadema de realeza. A lo largo de la historia de la humanidad se han usado múltiples adornos corporales para conferir autoridad, distinción y honor: tiaras, mitras, coronas, guirnaldas, fajines, cintas, bandas, medallas y medallones. Pero la corona y la diadema del versículo de hoy son muy diferentes: vienen de la mano de Dios. Los privilegios y los honores tienen valor en función de quién los otorgue. Y no hay jerarquía más alta que el Rey del universo. No consideres la dignidad que viene de manos humanas. Es imperfecto quien la confiere y quien la recibe. Considera, pues, la dignidad que viene de Dios y nos hace perfectos al recibirla. ¡Que privilegio tan excelso!
28 de enero - Autoestima
La esencia de nuestra existencia
“Porque en él vivimos, nos movemos y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: ‘Porque linaje suyo somos’ ”
(Hechos 17:28).
Las palabras “en él vivimos, nos movemos y somos” contienen un profundo significado filosófico pues encierran todas las dimensiones de la existencia. El primer verbo, vivir (tzao) se refiere a las funciones fisiológicas, al ámbito físico que los humanos compartimos con los mamíferos superiores. El segundo, moverse (kineo) contiene el principio del movimiento, pero también abarca las experiencias emotivas: amor, odio, temor, gozo, tristeza, celos, desconfianza, serenidad, cólera, compasión, etcétera. El tercer verbo, ser (eimí) encierra los atributos más elevados y distintivos del ser completo y solo presente en la especie humana, incluyendo el intelecto y la voluntad.
El versículo nos ofrece una idea de la totalidad de la presencia de Dios en el hombre. Dios es la esencia de nuestra existencia. No solo nos creó, sino que está íntimamente ligado a nuestro diario existir e integrado de lleno en todas nuestras funciones. Pablo está dando un discurso a los intelectuales de Atenas. Utiliza un tono filosófico para alcanzar al público del Areópago. Incluso cita a un poeta griego: Arato (310-240 a.C.), quien nació en Solos (Cilicia), lugar cercano a Tarso, la ciudad de Pablo. Trescientos años atrás Arato había escrito un poema llamado Phenomena, probablemente memorizado por Saulo en su juventud. Allí habla del dios Zeus y dice que “somos linaje o descendencia de él [Zeus]”. Pablo intenta presentar el evangelio utilizando la lengua y la cultura de sus oyentes.
Pero esto no significa que les conceda la razón en su forma de practicar la religión. En contra de sus ídolos materiales, Pablo presenta a un Dios creador de todas las cosas; en vez de templos y altares por todas partes, Pablo les enseña de un Dios omnipresente; en lugar de un dios “no conocido”, como rezaba uno de los altares de la ciudad, Pablo presenta un Dios conocido y accesible. Pablo revela al Dios que creó el mundo y el universo, que “da a todos vida, aliento y todas las cosas” (vers. 25). Un Dios que abraza todos los aspectos de nuestra existencia.
Se dice que un maestro preguntó a un niño:
—¿Por qué hay un solo Dios?
A lo que el niño respondió:
—Porque Dios está en todas partes y no queda sitio para otro.
Piensa que vives, sientes y actúas gracias a él. Sin su presencia en tu vida, perecerías. ¡Qué inmenso privilegio saber que Dios nos ama tanto que mantiene nuestra vida por completo a pesar de nuestros errores!
29 de enero - Autoestima
Hijos adoptivos
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: ‘¡Abba, Padre!’ ”
(Romanos 8:15).
Nacer en una familia de reconocido prestigio, poseer dinero y propiedades, lograr metas profesionales o académicas excepcionales son algunas de las formas de conseguir honor y valía en un mundo secular. Pero estas cosas no tienen valor último para Dios. El Señor no mira al exterior, sino al corazón y valora al ser humano según su amor al Creador y a sus semejantes.
Sin embargo, y a pesar de que Dios tiene una escala de valores distinta a la de los hombres, Dios utiliza nuestra lengua y nuestra cultura para comunicarnos ideas y conceptos. Es lo que hace con el ejemplo de los esclavos y los libres usado repetidamente en el Nuevo Testamento para ilustrar el antes y el después de aceptar a Cristo como Salvador.
En la época romana no había agrupaciones sociales para defender la libertad y abolir la esclavitud. Poquísimos se planteaban la injusticia de hacer y mantener esclavos; era parte de la vida diaria. De hecho, los esclavos podían ser objeto de abuso y opresión, pero los que eran fieles y obedientes, solían recibir consideración y a veces llegaban a ser libres y contratados como ayudantes, educadores o contables, según su capacidad.
Pero el paso definitivo hacia la liberación era cuando un esclavo llegaba a ser hijo adoptivo. El versículo de hoy toma esta realidad de la sociedad del momento y presenta el contraste entre la esclavitud y la adopción. La primera era una condición de temor. Temor a ser humillado, apaleado, explotado física, emocional, o sexualmente… La segunda era la condición de hijo legítimo, la que permitía al adoptado dirigirse al pater potestas sin necesidad de título respetuoso, llamándolo simplemente Abba (“Papá” o “Padre”).
De acuerdo con la ley romana, el paso de esclavo a hijo adoptivo suponía un cambio gigantesco. Desde el momento de la adopción, el hijo adoptivo recibía un nombre nuevo y el apellido de la familia; por si fuera poco, adquiría el derecho a recibir la parte correspondiente de la herencia, como cualquier hijo legítimo; además,