No es de extrañar que los psicoterapeutas que tratan los problemas de relación en la pareja siempre incluyan técnicas de comunicación interpersonal. Mucho del éxito o del fracaso en las relaciones depende de los mensajes mutuos que emiten los miembros de la pareja. Tristemente, muchos hombres tienden a carecer de palabras de honesta alabanza hacia sus esposas. Elena de White aconsejó a un hombre con esta necesidad en 1869, cuando los derechos de la mujer apenas se consideraban: “Usted puede ayudarle y conducirla. No debería censurarla jamás. Nunca la reprenda si sus esfuerzos no son lo que usted piensa que deberían ser. Por el contrario, anímela con palabras tiernas y amorosas. Puede ayudarle a conservar su dignidad y su respeto propio. Nunca encomie las acciones de otras personas en su presencia, para que ella no crea que lo hace a fin de que sus deficiencias resalten. Usted ha sido duro e insensible en este sentido. Ha manifestado más cortesía para su servidumbre que para ella; ha puesto a sus servidores por encima de ella en la casa” (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 273).
El texto bíblico de hoy se centra en la hermosura. La belleza física es un valor preciado y es parte de la creación de Dios. Sin embargo, existen otras cualidades aún más valiosas. Por ello, el libro de Proverbios nos dice: “Engañosa es la gracia y vana la hermosura, pero la mujer que teme a Jehová, esa será alabada” (Prov. 31:30).
Sirva el pasaje de hoy para recordarnos a todos, jóvenes o mayores, hombres o mujeres, dentro o fuera del matrimonio, que hemos de usar palabras de aprecio, aliento y aprobación hacia otros en los momentos debidos. El Cantar de los Cantares se centra en la pareja, pero su mensaje, tomado en términos generales, puede ser útil para cualquier relación interpersonal. Y en especial, utilicemos mensajes de afirmación hacia las personas queridas y cercanas, pues tenemos tendencia a olvidar este principio con los que más amamos.
21 de enero - Autoestima
Cómo arruinar la autoestima del hermano
“Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga ‘Necio’ a su hermano, será culpable ante el Concilio; y cualquiera que le diga ‘Fatuo’, quedará expuesto al infierno de fuego”
(Mateo 5:22).
El marido de Marisa era un hombre de buenas intenciones, pero demasiado crítico de su esposa. A veces le decía:
—Pero si no sabes ni pelar papas… Arrancas toda la parte comestible. ¡Mira cómo lo hago yo! Marisa, no entiendes de temas de actualidad ni de política y lo que dices no tiene sentido.
Sin pretenderlo, dañaba con frecuencia la autoestima de Marisa, quien acabó creyéndose que no servía para nada. Y no era porque ella no tenía virtudes, que sí las tenía. Marisa contaba con una inteligencia práctica privilegiada, pero la falta de comentarios alentadores por parte de su esposo había arruinado su autoestima.
Lamentablemente hay extremos mucho peores. Hombres que no solo humillan a sus esposas con sus palabras, sino que abiertamente las insultan e incluso las golpean. Por ello, observamos que las mujeres víctimas de la violencia doméstica sufren de gran inseguridad y de poquísima autoestima. El maltrato, tanto físico como psicológico, es una aberración que Dios no aprueba. Está en abierta contradicción con el amor conyugal que promueve la Escritura y que insta a los maridos a “amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos” (Efe. 5:28).
El pasaje de hoy es muy duro con las personas que abusan verbalmente de otras. Los que así hacen, quedan expuestos al infierno de fuego. El daño que puede hacerse con las palabras que se dicen y cómo se dicen es tal que el Señor Jesús quiso dejar claro que tales actos no quedarían sin castigo.
Por otra parte, ¡cuántos elogios ofrece la Biblia hacia las palabras sabias, amables y cariñosas! Compara la Escritura estas palabras con el árbol de la vida (Prov. 15:4) y con un panal de miel (16:24). Dice también, “¡Besados sean los labios del que responde con palabras correctas!” (24:26) y “la respuesta suave aplaca la ira” (15:1).
Por la gracia de Dios, proponte usar palabras que transmitan amor, comprensión y calidez. Ora en silencio antes de lanzarte a hablar y permite al Espíritu Santo que guíe tus mensajes. Cosecharás frutos para ti mismo, pues “el que guarda su boca y su lengua, su vida guarda de angustias” (Prov. 21:23). Además edificarás a tu hermano (1 Tes. 5:11) en vez de arruinar su autoestima
22 de enero - Autoestima
Los más pequeños
“A cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgara al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiera en lo profundo del mar”
(Mateo 18:6).
La sentencia que aplica este versículo es de las más aterradoras que encontramos en la Biblia. Dicha, además, en el contexto del Nuevo Testamento nos hace pensar en la gravedad de la ofensa. ¿Qué significa “hacer tropezar a uno de estos pequeños” (o pequeñitos, según Marcos)?
El verbo original griego es scandalizo, que significa poner un obstáculo para que otro tropiece o invitar al pecado a alguien para que caiga. Existen diversas interpretaciones sobre quiénes son estos pequeños. Hay comentaristas que ven aquí los jóvenes en la fe, los que acaban de aceptar a Jesús; otros lo entienden como los humildes, pobres, desvalidos o marginados; también hay quienes interpretan que se trata de menores; es decir, niños. La verdad es que el pasaje puede referirse a cualquiera de los grupos mencionados, pues es natural que Jesús salga en defensa de los débiles que, estando en situación de desventaja, pueden ser víctimas de depredadores que actúan para sacar provecho de los indefensos.
Como Jesús acababa de tomar a un niño para ilustrar su mensaje (vers. 2-5), pensemos en el texto aplicado a los niños. Son desgraciadamente muy comunes los casos de abuso sexual o físico, siendo muchos desconocidos, pues los niños tienden a guardarlo en secreto por miedo. El problema no tiene fronteras ni niveles sociales y los riesgos son serios. A corto plazo, la víctima puede sufrir conflictos emocionales, escaso rendimiento escolar, problemas para relacionarse o estrés postraumático. Y a largo plazo, depresión, ansiedad, uso de alcohol y drogas, delincuencia, o conductas de riesgo. Hay además un efecto muy común en quienes han sido víctimas del abuso infantil: la autoestima deficiente. Una búsqueda reciente en la base de datos EBSCO ha arrojado 749 estudios científicos que relacionan el abuso y los problemas de autoestima en la última década. Esto excluye artículos de divulgación, ensayos o comentarios y se limita a publicaciones profesionales.
El Señor condena toda acción de violencia, sexo o privación de lo necesario a los niños. Quienes de pequeños fueron víctimas de estas situaciones tienden a sentirse culpables e inferiores, pero ellos ni tienen culpa ni responsabilidad por esas acciones malvadas. De hecho, Dios tiene un cariño especial por ellos y desea que no sufran. Tanto si has sido víctima como si no, haz tuyas las palabras del salmista: “Con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y protección es su verdad” (Sal. 91:4).
23 de enero - Autoestima
La voz que me orienta
“Entonces tus oídos oirán detrás de ti la palabra que diga: ‘Este es el camino, andad por él y no echéis a la mano derecha, ni tampoco os desviéis a la mano izquierda’ ”
(Isaías 30:21).
El sentido que suele experimentar más pérdidas en el ser humano es el oído. A partir de los cuarenta años ya se observan pérdidas ligeras de la capacidad auditiva, aunque la mayoría de los afectados no las notan. Sin embargo, al llegar a los sesenta y cinco años, uno de cada tres ya tiene problemas importantes de audición. Y cuando tomamos el grupo de personas de ochenta y cinco años, la mitad cuenta con pérdidas significativas de audición. Los riesgos son amplios y algunos muy graves. El afectado puede perderse información importante, correr riesgo de accidentes, sufrir vergüenza, irritación y frustración al pedir una y otra vez que le repitan lo dicho.