Un caso muy peculiar fue el de los hermanos serenenses Isidoro y Manuel Antonio Cordovez del Caso, radicados ambos en Colombia y casados con las colombianas Agustina y Javiera Fernández de Moure, con extensa sucesión en ese país y en Ecuador. Simón Cordovez Moure, hijo de Manuel Antonio y Javiera, emigró a Chile y se casó en La Serena en 1854 con Carolina Aguirre y Rivera, con muchos descendientes, entre ellos el obispo de Rancagua Eduardo Larraín Cordovez137.
En la zona de Ovalle trabajaron José Tomás de Urmeneta García y el santiaguino Ramón Lecaros Alcalde, exitosos empresarios en Tamaya138. El segundo, propietario de varios fundos en el departamento de Ovalle y de numerosas pertenencias mineras, casó primero con la serenenses Rita Guerrero Varas, hija de Juan Antonio Guerrero Gayón de Celis y de Francisca Varas Noriega, con una hija que no tuvo sucesión. Casado en segundas nupcias con su pariente Juana Vicuña Alcalde, tuvo descendencia139.
El establecimiento de mineros y habilitadores en Atacama, en general del centro del país y también del extranjero, originó cambios profundos en la sociedad local, hasta entonces muy ligada a la de La Serena. Entre los ingleses que impulsaron el desarrollo minero debe mencionarse a los hermanos Walker. Dos de ellos, Juan y Alejandro, contrajeron matrimonio con las hermanas Mercedes y Teresa Martínez Martínez, naturales de Copiapó, en tanto que Roberto Walker, que no era pariente de aquéllos, casó con Custodia Martínez Martínez, hermana de las anteriores, dejando extensas y vinculadas descendencias en la región y en Santiago. El norteamericano Juan Melitón van Buren, contratado para la construcción del ferrocarril de Caldera a Copiapó, se radicó en esa ciudad y allí contrajo matrimonio con Damiana Vallejo y Vallejo en 1856, con sucesión en Valparaíso140. El francés Constante Quesney casó en Copiapó hacia 1830 con María Dolores Ossa Cerda, con sucesión en Santiago.
A partir del decenio de 1830, las luchas políticas argentinas, por una parte, y el auge minero en Atacama y Coquimbo, por otra, impulsaron una considerable migración transandina. Junto a los numerosísimos que llegaron a prestar sus servicios como peones, peluqueros, sastres, plateros, pintores, herreros y carpinteros, debe agregarse a quienes, por contar con medios de fortuna, se incorporaron a los negocios mineros, sin perjuicio de que no siempre perdían la esperanza de realizar alguna intentona contra el gobierno de Rosas, como fue el caso de Domingo Francisco García, acusado de introducir armas al país vecino. También realizó actividades mineras en Copiapó el ex director del Banco de Buenos Aires, Mariano Fragueiro, cuyas ideas en una materia desconocida en Chile sirvieron para difundir, a partir de 1844 y por medio de El Progreso de Santiago, “los conocimientos necesario sobre la naturaleza de los bancos”141. En La Serena se radicaron Francisco Iñiguez-Pérez y Zeballos, de Mendoza; Bernardo Videla, casado hacia 1850 con la serenense Mercedes Aracena; Gabriel Meollo y Gorbea, de Catamarca; Mariano González Bulnes, de Córdoba, con larga sucesión en la capital de Coquimbo; los hermanos Félix, Jacinto y Octaviano Pulido y Moreno, de la Rioja, con extensa descendencia142; José María Castro y Albarracín, que formó familia en el valle de Elqui, y Lino Castro, de Buenos Aires. El mendocino Juan José Cobo Sáez, con parientes instalados en Chile desde fines del siglo XVIII, casó en La Serena con Tránsito Valdés Munizaga, y se avecindó en Copiapó en 1834 para trabajar en Chañarcillo143. Juan de Dios Arias, Eugenio Balbastro, Alejandro del Carril, Pastor Castro, Salvador Escola, Manuel Antonio García Villacorta, Carlos Lynch Sabaleta, Pablo Mendoza y Dávila, Francisco Solano Quiroga, Gabriel Real de Azúa y Cires, Manuel Rizo-Patrón y Vera, Juan Gualberto Rodríguez y Varas, Diómedes Ruiz y Echegaray, Pedro Isaías Salazar y Villafañe y Roque San Román y Gordillo son algunos argentinos que formaron familia en Copiapó. Se advierte, asimismo, la presencia de numerosas mujeres argentinas que contrajeron matrimonio con chilenos o con extranjeros residentes en la provincia.
Debe aludirse, por último, a numerosos inmigrantes provenientes de otras regiones americanas, que fundaron familias tanto en Copiapó como en La Serena. Conviene recordar al peruano Félix María Bazo y Riesco, hijo de un oidor de la Audiencia de Chile huido a Lima y de una chilena; a Bernardino Codecido, colombiano establecido en 1835 en Copiapó; a Emilio Beéche y Arana, salteño que provenía de Sucre, Bolivia; a José María Boyle, de Montevideo; a Pedro Pineda y Castillejo, de Lima144; a José Gregorio Benítez Méndez, natural de Guayaquil, casado en 1823 con la serenense Marcelina Guzmán Espinoza145; a Manuel María Moure y Sánchez, natural de Popayán, Colombia146; a Antonio Escobar y Arce, de Panamá, casado con Manuela Ossa y Varas; a Diego Sutil, de Curazao y casado con venezolana, que se avecindó hacia 1850 en Copiapó y cuya hija Clara Rosa Sutil Borges contrajo matrimonio en la misma ciudad con el serenense Santiago Marcial Edwards Garriga. También se instalaron en esa época en La Serena algunos italianos como Lorenzo Gertosio147.
La presencia de argentinos en el Norte Chico, a la que se aludió más arriba, se comprende no solo como consecuencia de los problemas políticos existentes en el país vecino, sino también por la natural complementación de las respectivas economías. Tras la caída de Rosas se intensificó el comercio con Chile, y en él intervinieron activamente los argentinos. El abastecimiento de ganado, por ejemplo, generó un interesante intercambio con los territorios transandinos, en particular Catamarca, La Rioja y San Juan, transportándose desde Caldera y por la vía de Copiapó mercaderías europeas hacia ellos148. Al terminar el periodo no había comercio de ganado hacia Atacama, pero por Rivadavia, en Elqui, ingresaban casi cinco mil cabezas al año149.
Si bien la minería interesó de preferencia a los extranjeros, el comercio al menudeo fue también un incentivo para su instalación en la región. En Copiapó, por ejemplo, la oferta de alimentos, de materiales para el laboreo de las minas y de artículos de lujo estaba en manos de argentinos150. Otras actividades, como la herrería, la ebanistería y la construcción, permitieron la inserción de los inmigrantes en el Norte Chico. El francés Juan Allard se dedicó exitosamente al transporte marítimo, y casó con serenense. El canadiense Valin y el norteamericano Cuthbert abordaron la construcción de carruajes.
El dinamismo de la sociedad copiapina, muy propio de una ciudad minera y fronteriza, no era demasiado diferente del exhibido por La Serena. Con todo, muchos mineros y habilitadores enriquecidos en las ciudades del norte, como Agustín Edwards, Matías Cousiño, Francisco Ignacio Ossa o José Tomás de Urmeneta, pronto se trasladaron a escenarios mayores, es decir, a Valparaíso o a Santiago151. Este proceso fue descrito para el periodo comprendido entre 1860 y 1870 por Ramón Subercaseaux Vicuña:
En ocupaciones de minas y un poco de agricultura empleaba su tiempo la gente de La Serena; pero el que por esa vía hacía fortuna se podía tener por casi seguro que iría a emplearla en Santiago,