La naturaleza de las empresas establecidas en Valparaíso obligaba a sus empleados a una gran movilidad, razón que explica que solo una minoría de inmigrantes pudiera constituir familia en Chile. Conviene detenerse en algunos de ellos, por el aporte que significaron a la consolidación de las elites del puerto y de la capital.
Tal vez hacia 1819 se había radicado en el puerto el inglés Josué Waddington, quien fundó en 1825 una importante casa comercial. En 1838 contrajo matrimonio con María del Rosario Urrutia Gutiérrez. Dedicado también a las labores agrícolas, hizo construir un gran canal desde La Calera hasta Limache, la llamada “acequia Guarintonia” por los campesinos. De sus ocho hijos, uno fue diputado, y otro, Guillermo, fue ministro de Hacienda del presidente Manuel Montt.
El inglés Jorge Lyon Thomas, llegado a Chile en 1827 y empleado en la casa comercial de Diego Portales y a continuación en la de Dubern, Rejo y Cía., contrajo matrimonio en 1830 con Carmen Santa María Artigas y fue padre de 11 hijos, todos de destacada participación en actividades políticas y de negocios en Valparaíso y en Santiago.
Con la misión de abrir la casa Huth & Co. en Valparaíso, se radicó en el puerto el londinense de origen irlandés Bartolomé Jorge Browne. Establecido originalmente en el Perú, donde había contraído matrimonio en 1831 con Manuela de Aliaga Calatayud, fue padre de siete hijos cuyas alianzas son una buena muestra de la extraordinaria plasticidad social del periodo: dos mujeres casaron con los ingleses Hugo Plunket Bourchier y James Law Benett, otras tres lo hicieron con los chilenos José Luis Santa María Capetillo, Francisco Subercaseaux Vicuña y Gregorio Ossa Cerda, y los hombres con Virginia de Sarratea y Herrera, hija de argentino y chilena, y con la chilena Juana Vicuña Correa.
El ciudadano británico Roberto Forbes Budge se instaló en 1827 en Valparaíso para dedicarse a negocios de importación y exportación. Casado en 1834 con María Mercedes Prats Urízar, sus 10 hijos le dieron a la familia numerosas vinculaciones sociales y financieras.
Los hijos del escocés David Ross, llegado a Valparaíso en 1826 y radicado en La Serena, y de la serenense hija de inglés Carmen Edwards Ossandón se avecindaron en el puerto: Agustín Ross, dedicado a actividades bancarias y políticas; Juana, casada con Agustín Edwards Ossandón, que destinó parte importante de su fortuna a obras de caridad en Valparaíso, La Serena, Coquimbo, Santiago y otras ciudades del país, y Jorge, casado con Lucía Santa María Carrera, con sucesión que participó en el mundo de los negocios y en la política.
El argentino Manuel de Tezanos Pinto, emigrado a Chile en 1840, desarrolló labores comerciales en Valparaíso y casado con Carolina Grinwood, formó una familia cuyos hijos se radicaron en Chile y Argentina.
Los ejemplos anteriores, que ayudan a comprender la veloz ampliación de las elites de Valparaíso y de Santiago —y su sorprendente complejidad—, no pueden ignorar la existencia, además de los nombrados, de numerosos otros inmigrantes durante el periodo en estudio, como los ingleses Mateo Armstrong, Enrique Cood, Jorge Wormald, Carlos Wood, Juan Tomás Smith —de familia católica y, como tal, educado en el Real Colegio de Ingleses de Valladolid—, Alfredo Waugh, Charles Swinburn y Juan Mouat; los franceses Adolfo Couve (1849)194, Carlos Próspero Renard y Leoncio Segnoret; los belgas Eduardo Boonen y Juan Francisco Doursther; los italianos Pedro Alessandri, Jerónimo Costa, Juan Bautista de Ferrari y sus hijos Pablo y Luis, Ángel Guarello y los hermanos Carlos y Juan Bianchi; los alemanes Hermann Fischer, Gustavo A. Hörmann, Gustavo Adolfo Claude y Francisco Nebel, y el danés Pedro Severin195, todos con descendientes que destacaron en las más variadas actividades. Pero también muchos chilenos residentes en otras regiones del país concluyeron radicados en Valparaíso por razones de negocios.
El puerto sirvió de base para un activo intercambio con las provincias del norte196 y también con los países vecinos, y desde allí, por ejemplo, salían las mercaderías compradas por comerciantes de Bolivia y del norte argentino, que eran reexpedidas a Tacna y a Cobija, y llegaba la plata piña o amonedada en pago de las cuentas197. Algo similar ocurría con Cuyo, que exportaba ganado, cueros y sebo, y abundantes frutas secas, reexpedidas a California en el decenio de 1850198. Buena parte de las sociedades comerciales que operaban en Perú y Bolivia tenían asiento en Valparaíso, al igual que las representaciones de las principales casas extranjeras que negociaban en la costa del Pacífico.
La conversión de Valparaíso en el principal centro mercantil del país impulsó la concentración en el puerto de numerosas actividades artesanales, como tipografía, litografía, encuadernación, carrocería, ebanistería, talabartería, zapatería y sastrería. De este fenómeno se hizo eco Domingo Faustino Sarmiento al comparar, al concluir 1850, el empuje exhibido por Valparaíso frente a una capital que mostraba cada día menos movimiento199. Y ya en 1858 los italianos Pedro Martín y Juan Pigati pusieron en marcha una fábrica de cerveza200. También fueron italianos, y desde el decenio de 1840, quienes establecieron fábricas de tallarines: ya por 1876 había siete fábricas de fideos que utilizaban motores de vapor y pertenecientes a italianos201. Pero la industria más importante del puerto fue la Refinería de Azúcar de Viña del Mar, del alemán Julio Bernstein, nacida en 1872 al amparo de medidas de protección que desmentían en la práctica el supuesto triunfo del librecambismo consagrado en las ordenanzas aduaneras de 1864.
No obstante la estrecha vinculación entre Santiago y Valparaíso, considerado por los santiaguinos como el puerto de la capital, las diferencias en las elites de ambos eran muy notorias. No puede extrañar que, como en todos los puertos, primara en él un cosmopolitismo que no exhibía Santiago. El permanente asentamiento de migrantes de otros puntos del país o del extranjero por razones comerciales, laborales —a menudo con permanencias breves— o políticas le imprimió a su elite un carácter liberal, pragmático, crítico de las pautas aristocráticas respetadas por la sociedad de Santiago, alejado de los intereses políticos y preocupado preferentemente del trabajo y de consideraciones crematísticas202. Pero, como es obvio, las formas de sociabilidad no eran muy diferentes, como no diferían de las de ciudades de provincias. Subrayó Ida Reyer la decoración de los salones de europeos y chilenos, que hablan ya de un evidente refinamiento:
Pesadas alfombras cubre todo el suelo, ricos tapices cuelgan de las murallas, muebles y espejos de las más costosas clases se traen desde Europa y en las mesas se ven esparcidos magníficos álbumes, adornados con los más artísticos grabados203.