En el último verano el Archipiélago de los Chonos ha sido poblado accidentalmente por cerca de tres mil peones ocupados en la corta de madera y en la preparación. Esta cantidad de gente ha sido ocasión de violencia, tropelías, asesinatos y otros crímenes que la autoridad no ha podido evitar por falta de fuerza armada a su disposición.
Esa misma cantidad de peones, sin sujeción, sin Dios ni ley, puede decirse, y sin nada que les impida llevar adelante sus caprichos o sus fechorías, incendian los bosques en donde quiera les da la gana o inutilizaban de esa manera una gran cantidad de madera…98
La indiferencia de la capital hacia Chiloé hace sospechar que para el poder central la importancia de la isla radicaba fundamentalmente en el número de parlamentarios que podía hacer elegir.
Por último, razones de índole estratégica y de expresión de soberanía llevaron a la ocupación del estrecho de Magallanes, que se tradujo, primero, en la erección de Fuerte Bulnes en 1843, cerca del Puerto de Hambre —lugar en que Pedro Sarmiento de Gamboa había fundado Rey Don Felipe en 1584—, asentamiento que se mantuvo precariamente allí hasta el otoño de 1848, cuando fue trasladado a mediados de junio de ese año a Punta Arenas, con el desafortunado signo de colonia penal99.
Como se ha indicado, la malla cada vez más densa de enclaves urbanos que sostenidamente estaba cubriendo el territorio mostraba notables variaciones desde el punto de vista demográfico. Ciudades que por el número de sus habitantes y por su infraestructura podían recibir el nombre de tales, coexistían con modestas aldeas desprovistas de los más elementales servicios. Esto constituyó un permanente estímulo para la migración interna —del campo a pueblos menores y de estos a capitales de provincias y después, a Santiago— y externa, y efectivamente tales fenómenos están presente durante todo el periodo en estudio, exhibiendo variaciones, de acuerdo a la coyuntura económica, como se examina más adelante. Lo que resulta manifiesto en el periodo estudiado es el sostenido proceso de urbanización, cumplido de manera desordenada y sin previsión alguna en la provisión de la infraestructura indispensable100.
LAS CIUDADES DEL NORTE
Al comenzar el siglo XIX La Serena y Copiapó no habían experimentado cambios mayores, y su escaso crecimiento demográfico exhibió leves oscilaciones a lo largo de la centuria. El reducido peso de esas ciudades queda reflejado en los resultados del censo de 1854, que arrojó para La Serena la cantidad de 11 mil 805 habitantes. Sin embargo, las dos principales ciudades del norte habían recibido de la minería un considerable impulso, y cabía esperar por ello un crecimiento mayor. El primer gran descubrimiento ocurrió en la sierra de Agua Amarga, al sureste de Vallenar, donde en 1811 se inició la explotación de un riquísimo venero de plata, que todavía se explotaba, aunque ya en decadencia, en 1869. Los descubrimientos del yacimiento de plata de Arqueros, próximo a La Serena, en 1825; el del mismo metal en Chañarcillo, al sur de Copiapó, en 1832, y el de Tres Puntas, al noreste de esa ciudad, en 1848, no solo modificaron radicalmente la forma de vida en la región —y en Chile central—, sino que estimularon la organización de nuevas empresas mineras y el surgimiento de otros asentamientos urbanos. El desenvolvimiento de Ovalle, en tanto, estuvo ligado al laboreo de los yacimientos de cobre de Panulcillo, que empezó a producir en 1832, y especialmente de Tamaya, explotado con enormes beneficios desde fines de 1849.
El auge de la minería se expresó en un explosivo crecimiento demográfico en Atacama, consecuencia del avecindamiento en Copiapó o en las localidades vecinas de numerosos empresarios, comerciantes, empleados, artesanos y operarios provenientes de variadas regiones chilenas y del extranjero, en especial de Argentina. Vallenar, que a un viajero le pareció en 1835 casi de igual tamaño que La Serena, “agradable y hermosa” y bien construida, había crecido en los últimos años y debía su prosperidad a los minerales de plata101. Es indispensable subrayar que en el Norte Chico, así como en la zona central y centro-sur, la vida urbana no solo se desarrolló en las capitales de provincia, sino también en pueblos menores o villas, como fue el caso de Caldera, Vallenar y Huasco, en la provincia de Atacama, y Coquimbo, Ovalle, Combarbalá e Illapel, en la de Coquimbo. A la existencia de yacimientos mineros se agregaba la de importantes propiedades agrícolas, que originaron demandas de variada naturaleza, en particular de servicios. La construcción de caminos, de vías férreas y de líneas telegráficas contribuyó a la consolidación de algunos centros urbanos menores.
En 1854 el departamento de Copiapó tenía 30 mil habitantes, un tercio de los cuales vivía en la ciudad, de trazado de damero, con una gran plaza y con las dependencias de la Intendencia, el cuartel y la cárcel frente a ella. Contaba también con un teatro que atrajo a connotados artistas. Las casas eran en su mayoría de adobes y los techos eran de juncos amarrados y cubiertos con capas de barro. Con pocas ventanas y pintadas de blanco, la modestia de los exteriores era compensada, al menos en las casas de la elite, por la ostentación en el interior, en la que abundaban los utensilios y los adornos de plata102.
Junto al crecimiento de la ciudad y de sus habitantes surgieron nuevas necesidades, y para satisfacerlas se radicaron en Copiapó numerosos artesanos chilenos y extranjeros, como carpinteros, herreros, sastres, plateros, zapateros y albañiles103.
Ya en el decenio de 1820 se instaló en Copiapó la compañía inglesa Chilean Mining Association, en la que estuvo empleado, en calidad de ensayador, el alsaciano naturalizado inglés Charles St. Lambert, conocido en Chile como Carlos Lambert, quien tuvo más tarde decisiva influencia en el desarrollo de la minería del cobre en el país. La empresa trajo, incluso, algunos operarios desde Cornwall. También los establecimientos mineros del colombiano Bernardino Codecido, en Copiapó, contaron con mineros ingleses104. La compañía británica fue uno de los pocos adquirentes, tanto en Copiapó como en La Serena, de los bienes raíces eclesiásticos objetos de la desamortización llevada a cabo durante el gobierno de Freire.
La traza urbana de Copiapó exhibió, frente a la ciudad “civilizada”, una contrapartida pobre y popular, como el barrio de la Chimba o la calle Yerbas Buenas, en que muchas de las modestas chozas que allí había funcionaban como chinganas o lugares de esparcimiento para los trabajadores, donde estos jugaban y bebían, y