El censo siguiente, el de 1865, fue efectuado por provincias, y se sirvió de diversas técnicas demográficas utilizadas en Europa. Pero tanto los resultados de este censo como los del anterior subestimaron la población. En el caso del de 1865 parece haber influido el mal tiempo en diversas provincias del país, la inaccesibilidad de muchos lugares, la movilidad de la población rural y la renuencia de esta, y también de la población indígenas, a ser censada.
El censo de 1875, por último, cuyos principios científicos fueron elaborados por el geógrafo Amado Pissis, incluyó los territorios de Angol y de Magallanes, y mostró serias deficiencias respecto de los mapuches, solo parcialmente contados. Todos estos censos, y muchos de los que los siguieron exhiben numerosos problemas metodológicos, no obstante los mejoramientos introducidos en las estadísticas nacionales: poca cobertura territorial, altos márgenes de error y deficiencias en el proceso de recolección de datos. Por tal motivo sus cifras deben considerarse solo indicativas, a pesar de las correcciones de que han sido objeto por parte de los demógrafos, todas las cuales, por cierto, difieren entre ellas84.
Debe agregarse que los indicadores posibles de elaborar a partir de los censos, como las tasas de natalidad y de mortalidad, con todas sus variantes, muestran limitaciones similares, con el agregado de que muchos de ellos, por las deficiencias técnicas de las fuentes, solo pueden ser construidos desde fines del siglo XIX.
Las cifras de población total correspondientes al periodo en estudio, con los ajustes del caso, son las siguientes85:
Año | Población | % crecimiento |
1835 | 1.111.370 | |
1843 | 1.192.181 | 7.3 |
1854 | 1.516.387 | 27.2 |
1865 | 1.819.223 | 20.0 |
1875 | 2.075.971 | 14.1 |
Dejando de lado las sorprendentes variaciones en la tasa de crecimiento demográfico, que bien pueden explicarse por la mala calidad de las fuentes, el hecho más significativo es que en un plazo de 40 años la población de Chile prácticamente se duplicó.
Las escasas cifras sobre tasas de natalidad de que se dispone para este periodo se refieren al promedio de los años 1870 a 1874 y 1875 a 1879, y son de 43.0 por mil y 39.1 por mil86. Ellas podrían explicar la velocidad del incremento de la población, y, además, parecen mostrar que el país se encontraba en su primera fase de desarrollo, común a todos los países, y caracterizada por altas tasas de natalidad, que oscilan entre 35 y 55 por mil. Carecemos de cifras sobre mortalidad infantil, indispensables para corregir las de nacimiento y extraer conclusiones seguras sobre el incremento demográfico, pero son muy abundantes los testimonios acerca de los elevadísimos niveles de ella durante todo el siglo XIX. La tasa de 338 por mil para el periodo 1890-1894 es una buena ilustración de la afirmación anterior87.
La información sobre mortalidad general también es limitada. Como es característico de las sociedades preindustriales, fue muy alta en el periodo examinado. A las frecuentes epidemias de viruela y de fiebre tifoidea, se agregaron otras, como la de escarlatina, enfermedad desconocida antes de 1831, que en 1832 causó, según Poeppig, muchas víctimas “en las clases inferiores”88. Hacia 1850 el doctor Juan Mackenna estimaba, sobre la base de las dudosas estadísticas de la época, que para 1848 la mortalidad en el país había sido de 50 por ciento, estando constituida la mayoría por párvulos de uno a siete años89. Para los promedios 1870-1874 y 1875-1879 se la calculó en 26,7 y 28,2 por mil. Tales antecedentes permiten elaborar las tasas de incremento natural de la población, que para los mismos promedios de años son de 16,3 y 10,9.
Otros elementos cuantitativos importantes, como la tasa de fertilidad o la información sobre legitimidad, son también tardíos. Sobre este último punto, el promedio de hijos legítimo nacidos vivos en el periodo 1870-1874 fue de 63 mil 932, frente a 21 mil 804 ilegítimos. Para el quinquenio 1875-1879 fue de 95 mil 112 legítimos y 19 mil 354 ilegítimos. Podría afirmarse que, en general, los ilegítimos nacidos vivos representan el 25 por ciento del total de nacidos vivos, cifra que es extremadamente elevada.
Conviene considerar aquí otro elemento que si bien no tuvo una influencia mayor desde el punto de vista cuantitativo, sí lo tuvo en sus consecuencias. La inmigración, constante en Chile desde la monarquía, fue de escasa envergadura. También fue reducida la que llegó durante el periodo en estudio. El contingente mayor de inmigrantes a Chile estuvo constituido, de acuerdo a las cifras de los censos de 1854, 1865 y 1875, por los argentinos, que de 10 mil en el primero de los años indicados, pasaron a siete mil en el último —la cifra es solo indicativa de las magnitudes, para los propósitos de hacer las comparaciones del caso, porque la cantidad de argentinos no censados debió de ser elevada—; gran parte de ellos oficiaba de jornaleros. Pero el contingente radicado en Chile durante el gobierno de Rosas, aunque en su mayoría lo hizo en forma temporal, tuvo decisiva influencia en el desarrollo intelectual del país. Frente a esos números los alemanes representaron, para los mismos años, mil 929, tres mil 629 y cuatro mil 33 personas90; los franceses, mil 650, dos mil 330 y tres mil 192 —en general, empleadas en el servicio doméstico, artesanías varias, peluquería y sastrería91—, y los ingleses, mil 940, dos mil 972 y mil 409 personas92.
DEMOGRAFÍA URBANA
La información disponible para el periodo en estudio, por ser limitada y poco confiable, solo permite dar una idea aproximada acerca de las tendencias. En 1865 había dos ciudades que podían ser calificadas de grandes: Santiago, con 115 mil 377 habitantes, y Valparaíso, con 70 mil 438, representando esta, en consecuencia, algo menos de dos tercios de aquella. Para tal fecha ninguna de las ciudades más antiguas de Chile, como Concepción y La Serena, alcanzaba a los 20 mil habitantes. Solo a mediados del decenio de 1880 llegaron a esa cifra o la superaron levemente las ciudades de Chillán, Concepción y Talca. Puede afirmarse, por consiguiente, que la tónica del periodo está dada por una marcadísima diferencia entre dos ciudades, Santiago y Valparaíso, y el resto de los centros urbanos del país. En 1875 el censo arrojó 129 mil 807 habitantes para Santiago, y 97 mil 737 para Valparaíso. El puerto había aumentado su población, en apenas 10 años, en 27 mil personas, es decir, en más que todos los habitantes de una ciudad como La Serena, y equivalía a los tres cuartos de la población de la capital, de la que la separaban solo 30 mil habitantes. Y esto último se explica con facilidad: en esos mismos 10 años la capital había aumentado su población en solo 14 mil 500 personas, es decir, en la mitad de lo que lo había hecho el puerto.
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80Andrés Estefane Jaramillo, “Un alto en el camino para saber cuántos somos…” Los censos de población y la construcción de lealtades nacionales. Chile, siglo XIX”, en Historia, 37, I, 2004, pp. 36-37.
81Eduard Poeppig, Un testigo de la alborada de Chile (1826-1829), Empresa Editora Zig-Zag, S.A., Santiago, 1960, p. 185.
82Markos Mamalakis, Historical