Surge un movimiento sindical –la DGT– liderado por los obreros más cualificados e instruidos, pero de muy débil afiliación (sólo un 7% ya en 1911, mientras en Inglaterra, de gran tradición gremial, no destruida como en Francia por la Revolución franesa, alcanzaba entonces el 25%). En el Parlamento son representados los sindicalistas por algunos diputados (socialistas, y también radicales) que aspiran a integrar el movimiento obrero en la legalidad del sistema. Pero la gran mayoría de la DGT entiende que las mejoras no han de venir de los políticos; no renuncian a la violencia ni a las revueltas. En muchos pervive el recuerdo de La Commune; prefieren la ideología de un Proudhon o el anarquismo de Bakunin (1814-76) al socialismo legal de Jaurés que, separado de ellos, funda la SFIO, asociada a la Segunda Internacional61.
Nota sobre viejos agravios entre Francia y Alemania
Los antiguos mutuos agravios entre Francia y Alemania tendrán reconocido peso en el estallido en 1914 de la Primera Guerra Mundial. De ello se ha tratado en los anteriores Apuntes62. Aportamos aquí un breve resumen. Es un aspecto clave de la historia de Europa. Drama capital ha sido que los dos pueblos, corazón de la Cristiandad medieval, franco y germano, unidos por una misma fe y un grandioso designio de unidad universal presidida por la soberanía de Cristo y en el seno de la Iglesia, hayan tenido desde incluso algo antes de la quiebra de la Edad Media en el XIV una frecuente relación difícil con los consiguientes enfrentamientos armados.
En el XIV, al prevalecer sobre la fe las distintas razones de Estado de cada una de las naciones, se llegó a la ruptura. Quiebran incluso las “universidades” –así llamadas por acudir a ellas a graduarse estudiantes de toda Europa– al tener que marchar cada uno a su patria, donde cada país se crea sus “universidades nacionales” (términos más bien contradictorios). Permaneció la común fe católica, pero va apareciendo la nación como lo supremo, lo excluyente del otro, que no es lo mismo que el debido amor a la patria. Es el origen de los nacionalismos en Europa. Significativamente, en el Concilio de Constanza (1414-17), que logra acabar con el Cisma de Occidente, las votaciones se tenían “por naciones”, y no por padres conciliares.
La tremenda Guerra de Treinta Años (1618-48), en la que Francia interviene decisivamente en favor de la causa protestante, deja en Alemania muy tristes recuerdos y una enorme humillación por la siguiente supeditación en lengua y modas de la alta sociedad germana a todo lo francés. En el último tercio del XVIII surge la reacción prerromántica del Sturm und Drang de jóvenes poetas y filósofos, entusiastas de Rousseau y afectos al panteísmo de Spinoza, y para los que lo constitutivo de “el pueblo alemán” es un alma única (ein volk, ein geist), “el que le da la vida”. Es un mito que marca trágicamente su historia desde entonces y origen decisivo del nacionalismo germánico, de connotado resentimiento antifrancés.
Deshecha por Francia la unidad nacional germana por la Paz de Westfalia (1648), alcanzará su histórico desquite en la guerra franco-prusiana (1870-71), provocada por el canciller alemán Bismarck para unir en la guerra, por un común resentimiento antifrancés, a los troceados principados germánicos y llevarlos así a la unidad nacional presididos por Prusia.
La derrota de 1871 supuso para Francia la pérdida de Alsacia y parte de Lorena, y quedará como motivo crucial para el futuro enfrentamiento con Alemania en la Primera Guerra Mundial. Cuando el gobierno francés declare en 1914 la guerra, son multitudes, en especial de la alta burguesía, las que se concentran para aplaudirle entusiastamente. En gran manera, aquella guerra y la Segunda Mundial fueron resultado de los nacionalismos europeos encontrados, y cuyas raíces antiguas, propiciatorias de la tremenda llamada “guerra civil europea de 1914 a 1945”, se remontan a la quiebra moral y espiritual de la unidad de la Cristiandad en el XIV.
51 Cf. BR, 323s; MQ, 458s
52 Cf. BR, 337-349; MQ, 405-451; Aps5, 399-440
53 En los años que siguen a La Commune (1871), por sus desmanes y la tremenda siguiente represión, el partido socialista, aunque no fuese el real protagonista de aquella sublevación, tuvo escasa representación parlamentaria; no así, a partir de 1893 en que, guiado por el marxista Jules Guesde y el orador Jean Jaurés consigue ya 50 diputados, aproximadamente un 10% de la Cámara baja (cf. BR, 348s).
54 El auge general de la economía en la época se da de manera muy perceptible en Francia. El Segundo Imperio supuso para Francia un extraordinario crecimiento, que prosigue durante la III República, en especial por el gran impulso que recibe de su recién adquirido imperio colonial.
55 Cf. Aps5, 399-416; BR, 348s; MQ, 423-425
56 Cf. BR, 349
57 Cf. JD8, 706s; BR, 348s
58 Cf. BR, 350-352
59 Cf. BR, 349-350; VC2, 439-441; FZ, 300-303
60 Cf. BR, 320-324
61 Cf. MQ, 428, 460-462; BR, 348
62 Cf. Aps2, 115-130; 177-225, 297-326, 391-438; Aps3, 277-284; 483-487; Aps5, 333, 341
4. Alemania. Notas sobre su historia anterior a 1914
El fin del Sacro Imperio Romano Germánico (1806)
Alemania fue la última nación de Europa en alcanzar la unidad, junto con Italia y por motivo similar: por su vinculación con la Cristiandad medieval, con el Sacro Imperio Romano Germánico. Troceada tras la paz de Westfalia (1648) en más de 300 principados, aún mantuvo cierta unidad, más simbólica que efectiva, por el reconocimiento del Imperio –del Reich– sustentado en la persona de los sucesivos Habsburgo austriacos.
Pero, finalmente, Napoleón Bonaparte, tras su decisiva victoria en Austerlitz (1805), derriba el Sacro Imperio en 1806. Concibe sustituirlo por un nuevo Imperio Romano, hereditario y ya secularizado. Crea en la mitad Sur de Alemania 16 principados, separados del Reich, dependientes de él (entre ellos Baviera, Würtemberg, Baden...), a modo de tapón territorial para proteger a Francia de Austria y de la emergente potencia de Prusia que durante el XVIII ha extendido su dominio sobre la mitad norte de Alemania, incluida la católica Renania, en su larga disputa con Austria por la hegemonía en el futuro mundo germánico unido63.
Tras la derrota de Napoleón, Metternich logra contener a la expansiva Prusia; la hace volver a los límites anteriores a 1795. Un tanto volteriano y nada romántico, es contrario al despertar de las nacionalidades. Pero, a partir de entonces, época del gran despegue del romanticismo, crece entre las élites sociales alemanas un sentir nacionalista y liberal que ve en Prusia, aunque tan militarizada y poco filoliberal, la fuerza capaz de llevar al mundo germánico hacia su unidad.
Momento de alza del espíritu nacionalista germánico,