La adhesión al sucesor de Pedro, ferviente en el católico pueblo llano, crece durante el XIX también entre las jerarquías eclesiásticas que dejan de lado el galicanismo y otros regalismos, y también entre notable parte de laicos de la alta sociedad que pasan a sincera adhesión al Papa y a laborar apostólicamente con gran entrega: en la extensión de las catequesis, la buena prensa, la promoción entre el pueblo fiel de la Liturgia y la lectura y meditación de las Sagradas Escrituras, el apoyo a las misiones extranjeras, la acción social y benéfica, la promoción de obras y patronatos parroquiales... Aquellos seglares son el origen del asociacionismo apostólico moderno de los laicos –de los llamados “movimientos apostólicos”– que confluirá sobre todo en la Acción Católica, promovida por Pío XI (1922-39).
El legado del papa León XIII (1878-1903) al mundo del siglo XX
León XIII, en su pontificado de más de 25 años, transmite a la Iglesia y al mundo un extraordinario legado. Prosigue el gran impulso de su antecesor, el beato Pío IX, a la vida sobrenatural en la Iglesia. Promueve y fortalece la piedad y el culto del pueblo católico¸ muy en especial a la Virgen María (a la que dedica no menos de quince encíclicas o amplios escritos para exhortar al rezo del Rosario), y de manera muy significada al Corazón de Jesús, al que en 1899 consagra el universo entero (“el acto más grandioso de nuestro pontificado”). Presenta la devoción al Corazón de Jesús (encíclica Annum sacrum) en su doble vertiente, íntima y social, vinculada tanto al trato íntimo con Cristo (en especial, en la Eucaristía), como a construir el reino de Cristo en el mundo.
León XIII había aportado también un extraordinario magisterio doctrinal (teológico, filosófico, histórico y de doctrina social de la Iglesia), muy directamente inspirado en la filosofía y teología de santo Tomás de Aquino, que el Papa urge vivamente que retornen a los estudios en la Iglesia, para bien de ella y de la humanidad entera; para servir a la fe, y también para contribuir a que la razón humana, por medio de un verdadero diálogo con el mundo moderno, pueda acoger con humildad y gozo el don de la Revelación divina, y sean ordenadas las realidades de este mundo conforme al designio redentor y salvador de Cristo Jesús.
Muy marcada en el ánimo de León XIII aparece su honda conciencia histórica, su convicción de que los males más graves que aquejan a la sociedad del XIX tienen su raíz decisiva en el alejamiento de Dios de las élites rectoras de las naciones de Occidente –alejamiento, no por igual en todas partes, ni sin grandes excepciones– una vez acabada la plenitud de la Cristiandad medieval. Tales males –expresa el Papa– se hallan particularmente manifiestos ya en el XVI al surgir el llamado derecho nuevo19, prescindente de Dios en la ordenación de la sociedad
En sus relaciones con los Estados, tuvo León XIII que afrontar muy difíciles situaciones pese a su deseo de alcanzar acuerdos con ellos para bien de la Iglesia. Con el Estado italiano, unificado en 1870 a costa del fin de los históricos Estados Pontificios, entiende que no puede transigir. Y con el poderoso canciller Bismarck, promotor del Kulturkampf, consigue que desista en su mal trato a la Iglesia en Alemania. Con los zares rusos no logra impedir los abusos y persecuciones contra los católicos (polacos, lituanos, uniatas varios...). Mantuvo con los Estados de la época múltiples relaciones. Seguramente, las más difíciles fueron con los gobernantes de la III República francesa por su decidida voluntad a partir de 1879 de secularizar radicalmente la vida de la nación20.
En los anteriores Apuntes 521 se ha expuesto con cierta amplitud cómo León XIII trató de enmendar aquellas actitudes de los gobiernos galos pese a que aún seguía en vigor el Concordato de 1801 con Napoleón, firmado entonces con muchas dudas por el papa Pío VII, pero que con el transcurso de los años fue reconocido en sustancia por los sucesivos papas del XIX como beneficioso y permaneció inalterado pese a los numerosos cambios políticos del país.
En aquella situación, León XIII promueve en los años 1890 el ralliement, la adhesión de los católicos franceses a la III República con la esperanza de que ésta cese en sus persecuciones contra la Iglesia, a lo que responden los gobernantes que de ningún modo pueden renunciar a su laicismo, constitutivo del ser republicano francés. Conviene tener presente que se trataba de una cuestión de orden prudencial, en las que no siempre se logra el acierto. En sus últimos años repetía el Papa a sus íntimos: “¡me han engañado, me han engañado!”, como refiere el reconocido historiador de la Iglesia Ferdinand Mourret, que cita como principal fuente la biografía de León XIII escrita por su secretario privado, el canónigo belga T´Serclaes, bajo la dirección del mismo Papa, para ser publicada cuando fallezca22.
Para su gran proyecto, concebido en cuanto inicia el pontificado, de unidad de los pueblos bajo la soberanía de Cristo, con frecuencia citaba en especial a Inocencio III, el Papa de la plenitud medieval23.
6 Cf. CO1, 196s
7 Cf. CO1, 157-161
8 Cf. CO1, 152-161, 186-212
9 Cf. VC2, 477-479; FZ, 303-307
10 En España, la gran emigración a sus mayores ciudades y a América se dio a partir de las desamortizaciones (cf. CO3, 146-156, 196s; Aps5, 194-202, 273-275)
11 Cf. VC2, 408-411; FZ, 225s; Aps5, 307-317
12 Cf. VIAL, Gonzalo, Historia de Chile (1891-1973), I, Santiago 1981, 44-47
13 De manera muy gráfica describe el gran conocedor de la historia de Chile, Gonzalo Vial, cómo los intelectuales de la generación nacida entre 1822 y 1827, todos ellos de la alta sociedad, pierden en su mayoría la fe, y se entusiasman con el movimiento liberal-revolucionario francés de 1848, y toman para sí “con fervor delirante” los nombres de los héroes de la Revolución francesa glorificados por el poeta Lamartine –presidente de la efímera 2ª República francesa (1848)– en su obra Los Girondinos: Marat, Brissot, Vergniaud, Robert de Lisle... Varios futuros jefes de Estado de Chile proceden de aquella generación, así como notables líderes del partido radical, del socialismo, y hasta del comunismo local (cf. VIAL, Gonzalo, Chile, cinco siglos de historia, Zig-Zag, Santiago, 2010, 637s). La filosofía que prende entre ellos fue sobre todo el positivismo de Comte, de gran trascendencia en la enseñanza pública del país, y que tuvo en Diego Barros Arana (1830-1907) el autor y difusor de una historia de Chile en 16 volúmenes en clave positivista, denigradora de la obra de España en América (cf. Ibid., 718s, 908-912).
14 Cf. UR4, 496-540; GIL CREMADES, Juan José, Krausistas y liberales, Seminarios y Ediciones, Md 1975, 54-56; FRAILE, Guillermo, Historia de la Filosofía española desde la Ilustración, Bac, Md 1972, 122-187; Aps5, 279-282, 422, 432.
15 Cf. Aps4, 208-210
16 Cf. Aps5, 113-126
17 Para una síntesis de la evolución del pensamiento filosófico moderno: Aps3, 511-528; Aps4, 87-132, 147-210; Aps5, 113-135, 207-212, 319-332
18 Bac Maior ofrece la gran obra El Magisterio pontificio contemporáneo (desde León XIII a Juan Pablo II) en dos volúmenes, que citamos como MP1 y MP2. Para el Magisterio anterior, de Gregorio XVI y Pío IX, pueden consultarse el Denzinger y