20 Cf. Aps5, 343-397
21 Cf. Aps5, 409-413
22 Cf. MOURRET, Fernando, Historia general de la Iglesia, tomo IX, vol II, edición española, Md 1927, 536; Ap5, 413s.
23 Cf. JD8, 35-66; Aps5, 347-350
2. Inglaterra. Notas sobre su historia anterior a 1914
La revolución religiosa inglesa del siglo XVI ha sido decisiva para el siguiente curso de su historia. La nación británica, por la política de su corona y el influjo de las corrientes protestantes venidas de Alemania, se separa de Roma durante el reinado de Enrique VIII (1509-47). Y contribuye pronto, política y militarme al triunfo de la Reforma protestante en media Europa frente a la resistencia católica –en especial de España– a la desintegración de la Cristiandad medieval. Una clase social enriquecida, en gran parte al hacerse con los bienes de la Iglesia en tiempo de Enrique VIII, ha regido desde entonces los destinos de la nación.
La religión católica es oficialmente perseguida, denunciada como alta traición al país por no reconocer la supremacía religiosa de la corona. Durante más de dos siglos, numerosos fueron los mártires salvo en los breves reinados de María Tudor (1553-58) y de Jacobo II (1685-88), y hasta que advenga la Revolución francesa, que suscitará en Inglaterra un nuevo ambiente menos hostil a los católicos –a “los papistas”– , ya reducidos a una minoría.
La oligarquía, de gran poder económico, formada por grandes terratenientes (futuros torys en su mayoría) y por un alto empresariado urbano, promotor de la gran expansión comercial y colonial británica (futuros whigs), tiene en el Parlamento la principal sede de su poder también político. La corona inglesa durante tiempo se resiste a ceder de su autoridad y poder a ningún parlamento. Pero, mientras en casi toda Europa las monarquías evolucionan hacia el absolutismo, en Inglaterra se producen dos revoluciones que llevan al definitivo triunfo del parlamentarismo24.
Las dos revoluciones del XVII
La revolución de 1649 acaba con la vida de Carlos I Estuardo (1625-49), hecho ejecutar por Oliver Cromwell (1649-58), jefe del fuerte “ejército de los santos” –calvinistas escoceses– , llamado por los parlamentarios de Londres para que les apoye a combatir al ejército leal al rey. Cromwell, tras la victoria, no realiza la esperada restauración parlamentaria, sino que implanta su personal dictadura. Pero, al morir, el país vuelve a la anarquía, y Monck, antiguo general de Cromwell, en 1660 hace restaurar la monarquía Estuardo con Carlos II Estuardo (1660-85), hijo del rey decapitado. Era católico en secreto, no lo afirmaba. Por su corrupción moral hizo muy grave daño a la causa católica pese a las advertencias del papa beato Inocencio XI.
La revolución de 1688. A la muerte de Carlos II, le sucede su hermano Jacobo II Estuardo (1685-89), que no oculta su fe y desea restaurar el catolicismo, hasta la fecha tan perseguido. Pero, en el momento en que tiene un descendiente varón, el futuro Jacobo III (hijo de la gran apóstol del Corazón de Jesús, María de Módena), ante el peligro de una próxima restauración católica, los torys, que le apoyaban, se pasan y unen a la oposición wigh, cuyos jefes exilados en Holanda (entre ellos, el filósofo Jhon Locke) conspiran con Guillermo de Orange, el calvinista y absolutista estatúder de los Países Bajos, yerno de Jacobo II.
Guillermo, durante 30 años había sido el tenaz adversario militar de Luis XIV, deseoso de apoderarse de Holanda y luego asaltar Inglaterra, y al que Guillermo impide invadir los Países Bajos una y otra vez, incluso con la extrema decisión de abrir las esclusas e inundar los Países Bajos con el agua del mar. Fue el candidato elegido para derrocar a Jacobo II. Con su ejército cruza el Canal de la Mancha y en poco tiempo derrota a Jacobo II.
La revolución de 1688 fue victoria decisiva para el parlamentarismo británico. El dirigente holandés, coronado como Guillermo III Orange (1689-1702), suscribe cuantas restricciones al poder real le fijan los parlamentarios. Su fuerte calvinismo era la garantía para torys y whigs de que Inglaterra no había de retornar al catolicismo. Pronto, el triunfo del parlamentarismo se consumará al instaurarse en Inglaterra la nueva dinastía, alemana y protestante, de los Hannover, de escasa relevancia en el gobierno efectivo del país. Aquel parlamentarismo no evolucionará nunca, hasta hoy, hacia la elaboración de una constitución, característico signo del pragmatismo inglés, no afecto al típico constitucionalismo liberal –racionalista– del continente europeo25.
La persecución cesa con la Revolución francesa. Al triunfar la revolución de 1688, pese a que el gobierno de Guillermo de Orange había proclamado la libertad religiosa, prosigue la persecución contra los católicos (por “intolerantes” en la terminología de Locke, pues siguen sin reconocer la soberanía del rey de Inglaterra también en religión). Sólo un siglo después, por los acontecimientos de la Revolución francesa, cambia la situación. Un nuevo clima de simpatía hacia “los papistas” surge en Inglaterra al enfrentarse en guerra a la Francia de la Revolución. Numerosos franceses, en especial sacerdotes, buscan refugio en la isla. La misma actitud del papa Pío VII (1800-23), que se ha negado a secundar el bloqueo económico dictado por Napoleón en 1807, contribuye a esta buena acogida, y a que comience a pensarse en Roma en el restablecimiento de la jerarquía católica en Inglaterra26.
Expansión naval de Inglaterra y su lucha con Francia por la hegemonía
En la primera mitad del XVII comienzan las expansiones de Inglaterra por los mares, algo a la zaga de las holandesas y sin éxitos semejantes27. Los continuados incidentes entre ambas expansiones llevan a la guerra, y la gran escuadra holandesa es finalmente vencida en 1653 por la inglesa, recién reforzada por Cromwell. En los siguientes próximos años, Inglaterra expulsa a los holandeses de “Nueva Amsterdam”, transformada en “Nueva York” (1664), y progresa su dominio en las aguas del Caribe –con y sin cooperación francesa según los casos– pese a las resistencias españolas28.
La pugna entre Francia e Inglaterra por la hegemonía mundial política y económica venía de largo tiempo atrás; sobre todo, desde el fin de la Guerra de Treinta Años (1618-48). A la nación francesa, hegemónica en Europa tras la victoria de 1648, se le enfrentará Inglaterra que trata de contrabalancear el poderío galo oponiéndole el de una u otra nación del continente. Durante tiempo no lo logra, tanto por la decidida oposición de Luis XIV (1643-1715)29 como por la larga crisis de las dos revoluciones inglesas del XVII30.
Tras el triunfo de la revolución inglesa de 1688, el poderío británico se rehace rápidamente. Provisto de gran escuadra naval y sólido ejército hará frente a los sucesivos planes de expansión de la Francia de Luis XIV. La gran victoria naval en 1692 de La Hougue (frente a la costa de Normandía) sobre la escuadra francesa consolida el poder de Inglaterra en los mares. Son guerras que no dilucidan quién en definitiva tiene la primacía, pues Luis XIV no desiste de sus planes y provoca una guerra tras otra31.
La Guerra de Sucesión de España (1701-14)
La contienda definitiva para Luis XIV, en la que ya no vence o deja de conseguir condiciones muy favorables de paz, fue la de la Sucesión de España. El último Austria español, Carlos II Habsburgo (1665-1700), ante su conocida imposibilidad de descendencia y los consiguientes pactos entre las potencias europeas, primero secretos y pronto harto conocidos, para repartirse el Imperio hispano en cuanto fallezca, finalmente testa (después de años de dudas y asistido por su consejo) en favor del pretendiente francés (el futuro Felipe V, nieto de Luis XIV). Pero, con la condición de que los tronos de España y de Francia nunca recaigan en una misma persona, en un mismo Borbón.
En un primer momento, la sucesión así dispuesta en favor de Felipe V (1700-46) es reconocida en España y en