Los visigodos. Hijos de un dios furioso. José Soto Chica. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Soto Chica
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788412207996
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del gran arco compuesto asimétrico por los Hsiung-Nu, con su combinación de madera, cuerno y tendones y, sobre todo, con su gran envergadura de hasta 160 cm era muy capaz de herir a un hombre sin protección a 300 m de distancia, siendo letal a 200 m contra tropas no dotadas de armadura, mientras que manejado por un buen arquero podía dar muerte a hombres provistos de ella a 100 m de distancia.57

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      Figura 17: Reconstrucción de un arco de tipo huno, conforme a los hallazgos del yacimiento de Viena-Simmering (Austria). Pertenece a la tipología de arco compuesto: asimétrico, con la pala superior mayor que la inferior, lo que facilita su empleo a lomos de un caballo, con doble curvatura y empleo de distintos materiales en su factura, a fin de conseguir la flexibilidad y fuerza necesarias. Se han documentado restos de arcos hunos que debieron alcanzar los 130 e incluso 160 cm, lo que les confería una gran potencia.

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      Figura 18: Lote de puntas de flecha de perfil trilobulado, es decir, con tres lóbulos o aletas, tal como se aprecia en la vista cenital. Fabricadas en hierro, proceden todas ellas del yacimiento de Novohryhorivka (Ucrania), de influencia cultural huna o alana.

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      Figura 19: Reconstrucción de la silla de montar distintiva de la estepa póntica, empleada tanto por hunos como por sármatas y alanos. Consiste en dos láminas de madera que se apoyan sobre los lomos del animal. Sobre estas se yerguen dos arzones, uno delantero y otro trasero, entre los que se encaja la cadera del jinete para minimizar el riesgo de caída.

      En tan solo cinco años, 370-375, armados con tan demoledora y revolucionaria arma, los cur y shan yu hunos llevaron a sus bandas guerreras a una espiral salvaje de expediciones de saqueo y guerras anárquicas en las que, ora luchando entre sí, ora aliándose con los alanos, ora alistándose como mercenarios de grupos godos, fueron aterrorizando y empujando a docenas de miles de tervingios, greutungos, taifales y otros grupos hacia el limes romano, donde se iba a desencadenar una crisis de grandes proporciones.

      Atanarico trató de compensar su pérdida de prestigio y autoridad mediante dos iniciativas: mostrar que no era un mero títere de Roma y aplastar militarmente cualquier amago de resistencia a su autoridad, aunque eso llevara a la guerra civil. Primero trató de probar que su derrota ante Valente no lo había convertido en un mero y sumiso vasallo del Imperio, llevando a cabo una política agresiva contra los cristianos que habitaban en su territorio. Es en este contexto cuando el ya citado san Sabas el Godo fue martirizado y, en verdad, no fue el único. De hecho, esta faceta de Atanarico como perseguidor del cristianismo es la que más largamente se conservó y de ella se hace todavía poderoso eco hacia el 626 san Isidoro que condensa el reinado de Atanarico en dicha persecución para, a continuación, indicarnos que en el 376 los godos se hallaban divididos entre aquellos que aún seguían a Atanarico y los que se habían puesto bajo la autoridad de Fritigerno; añade, además, que ambas facciones combatían entre sí y que el emperador Valente intervenía en la contienda apoyando a uno de los partidos. Dejando de lado los errores de contexto y la inexactitud cronológica del relato de san Isidoro, que coloca en la década del 70 y bajo Valente la traducción al gótico de la Biblia efectuada por el obispo Ulfilas, lo cierto es que el historiador hispano guardaba el recuerdo de que la separación de los tervingios en facciones diversas fue violenta y que los godos que cruzaron el Bajo Danubio en el otoño del 376 no solo lo hacían como refugiados que huían de los ataques de hunos y alanos, sino también como exiliados de una guerra civil que habían perdido pese a contar con el apoyo romano. Esto último es muy importante, pues nos aclara la trayectoria y papeles desempeñados en los siguientes y cruciales años por Fritigerno y Atanarico y, asimismo, resalta el equívoco juego que Valente se traía con los tervingios y su erróneo cálculo, pues al debilitar y disgregar el poder tervingio, este facilitó el derrumbamiento del sistema