Los visigodos. Hijos de un dios furioso. José Soto Chica. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Soto Chica
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788412207996
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mujeres y niños, fueron sin más esclavizados y vendidos a propietarios romanos; otros grupos de refugiados se vieron obligados a vender sus ganados por cifras ridículas y pronto el hambre les obligó incluso a vender a sus hijos para evitar que perecieran de inanición. La desesperación de los godos y la perfidia de los funcionarios y oficiales romanos llegó al punto de que –según se dice– intercambiaban a los godos uno a uno por perros que, de inmediato, eran devorados por los hambrientos bárbaros.

      Migraciones masivas e incontroladas, abusos terribles sobre los emigrantes, rechazo de la población local e incapacidad de los recién llegados para integrarse en una sociedad extraña. Todo eso nos suena mucho, ¿verdad? Pero el nivel de caos y violencia del mundo antiguo está más allá de nuestra imaginación. No por su dimensión, sino por su clara inmediatez que no deja lugar a ningún artificio ni disimulo.

      Tras la derrota de Marcianópolis, las fuerzas romanas locales se vieron incapaces de controlar no ya a los seguidores de Fritigerno, sino también la línea fronteriza al completo. Aprovechando esta circunstancia, los greutungos de Alateo, Sáfrax, Viterico y Famovio pasaron el río en masa y con ellos grandes grupos de alanos, taifales, carpos, sármatas y esciros y pequeñas bandas de hunos que ofrecían sus «servicios» como mercenarios a los jefes guerreros. De hecho, buena parte de los efectivos romanos que debían de haber estado custodiando la frontera del Bajo Danubio no estaban allí, en Mesia, la Escitia Menor y Tracia, sino en Oriente con el emperador.

      En efecto, Valente había reunido en Siria a una buena parte de sus comitatenses para llevar a término su proyectada campaña contra Persia y los había tenido que reforzar con contingentes de limitanei sacados de aquí y allá, para hacer frente a los sarracenos de Mavia y a los saqueadores isaurios.

      Valente comprendió que debía de volver de inmediato a los Balcanes y hacerse cargo del desastre, pero no era fácil. Primero tuvo que lograr un acuerdo con Persia y ello a la par que se aseguraba de la pacificación de los salvajes montañeses isaurios y se avenía a firmar un foedus con Mavia, la victoriosa reina de los árabes tanuqh que quedó sellado con ventajosas condiciones para los árabes y con el matrimonio de la hija de Mavia con el magister equitum Víctor.

      Valente necesitaba paz y guerreros, pero también tiempo y no lo tenía. Su primer paso fue solicitar ayuda a su sobrino Graciano, a la sazón el augusto de Occidente junto con su pequeño hermano Valentiniano II. Graciano respondió leal enviando tropas desde Panonia.

      El segundo paso dado por Valente fue enviar por delante algunas legiones desde la frontera armenia hacia Tracia bajo el mando de Trajano y Profuturo que demostraron ser dos auténticos incompetentes pues llevaron a sus excelentes tropas a una ratonera en las montañas de la cordillera del Hemo, en el corazón de Tracia, donde fueron dispersadas por los guerreros de Fritigerno que logró así más fama y botín.

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      Figura 20: Detalle de uno de los mosaicos de la Villa del Casale, en Piazza Armerina (Sicilia), fechado en el siglo IV, en el que se representa un carro de transporte tirado por bueyes. Desconocemos el aspecto de los vehículos empleados por los godos, pero podemos conjeturar el aspecto que ofrecerían a partir de los paralelos romanos de la misma época. En el Barbaricum se han documentado tanto de dos como de cuatro ruedas y tanto con radios como sin ellos, lo que demuestra que, en transportes, su tecnología era bastante pareja a la de los romanos. El círculo de carros empleado por los godos en Adrianópolis bien pudo estar formado por vehículos similares a este.