[11] Contr. Cels., 1, 58.
[12] Nm 9, 15-23.
[13] En particular SAN JUSTINO, Dial c. Tryh., 106, y SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. in Math., h. l.
[14] Pronto se apoderó la leyenda de la estrella de los Magos. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epist. ad Eph., 19, 2, cuenta que sobrepujaba en claridad a los demás astros, incluso a la luna y el sol, que danzaban en torno de ella. O bien, es un ángel que se apareció a los Magos en figura de estrella. Cfr. el Evangelio árabe de la Infancia, 7; el Protoevangelio de Santiago, 21; Pseudo-Mtth., 13. 7.
[15] Cfr. el historiador JUSTINO, Histor., 36; SUETONIO, Caesar, 88, etc. Esta creencia existía principalmente en Asiria y Caldea, como se ve por numerosos textos de las inscripciones cuneiformes.
[16] Eglog., 4, 4-52. Célebre pasaje, inspirado, según se cree, en los libros de las Sibilias, Oracles sibylins, 3, 784-794.
[17] Hist., 5, 13.
[18] Vespas., 4.
[19] Bell. jud., 6, 5, 4.
[20] SAN AGUSTÍN, Sermo, 201, 2.
[21] SAN AGUSTÍN, Sermo 97: Stellam Christi esse cognoverunt per aliquam revelationem. SAL LEÓN, Serm. 4 de Epigh.: Dedit Deus aspicientibus intellectum, qui praestitit signum. Según ORÍGENES, c. Cels., I, 60, los Magos habrían conocido la profecía de Balaam: «De Jacob nacerá una estrella y de Israel se levantará un cetro» (Nm 24, 17), lo que habría contribuido a formar su convicción. Pero este hecho parece poco verosímil. Por lo demás, se admite comúnmente que en este vaticinio no se trata de un astro propiamente dicho, destinado a anunciar el advenimiento del Mesías. La palabra estrella se emplea en sentido figurado para designar al Mesías mismo. SAN JUSTINO, Dialog., c. Tryph., SAN IRENEO, Adv. Haer., 3, 9, 2; EUSEBIO DE CESAREA, Demonstr. evang. 9, 1, 1-10,. establecen la misma relación que Orígenes entre la estrella y la profecía de Balaam.
[22] Πρoσκυνεῖν (proskyneîn): a la letra, «prosternarnos delante de él». De esta manera rendían homenaje los orientales a sus reyes y a los grandes personajes, lo mismo que a la divinidad. Cfr. Gb 27, 29; 33, 3, 6-7; 37, 71.
[23] Según algunos comentaristas, la turbación de la ciudad habría sido de la misma índole que la del rey, por cuanto también la ciudad habría temido ver a Herodes desposeído por el Mesías. Esta interpretación nos parece poco natural. Si el tirano tenía bastantes partidarios en Jerusalén, andaba lejos de contar con la simpatía de la mayor parte de los habitantes. Los fariseos, sobre todo, le detestaban de corazón.
[24] Como el evangelista no menciona aquí más que a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas o doctores de la ley, han creído algunos que estas dos clases de la suprema Asamblea fueron las únicas convocadas por Herodes, ya que a ellos especialmente incumbía el responder a su pregunta. Pero parece más probable que, dada la importancia del asunto que se debía tratar, fuese plenaria la sesión y que asistiesen también a ella los ancianos o notables. Tampoco en otras ocasiones en que la reunión fue ciertamente completa cita San Mateo todas las clases del sanedrín. Cfr. Mt 20, 18; 26, 59; 27, 1.
[25] Mi 5, 2. He aquí cuál era el pensamiento del profeta: Por más que Belén sea una aldea demasiado insignificante para ser contada entre las principales ciudades de la tribu de Judá, tendrá, sin embargo, la gloria de ser la cuna del Mesías. El evangelista lo modifica levemente, para decir: No es Belén una aldea insignificante, pues en ella nacerá el Mesías. El sentido es, pues, el mismo en ambas partes.
[26] Se alegraron con muy grande alegría», dice el texto sagrado, empleando un expresivo hebraísmo.
[27] SAN AGUSTÍN, Sermo CC: «Isti in parvis membris Deum adoraverunt.» Cfr. SAN AGUSTÍN CRISÓSTOMO, Hom. VIII in Matth.
[28] Cfr. SAN IRENEO, Adv. Haeres, 3, 9, 2; ORÍGENES, C. Cels., 1, 60. Éste era también el parecer de San Hilarión, de San Jerónimo, de San Agustín, etc. El poeta JUVENCO, Evan., 1, 249-250, lo expresó también en verso.
«Thus, aurum, myrrham regique hominique Deoque
Dona ferunt.»
Incienso, oro y mirra son los dones que ofrecen
a Dios, al rey y al hombre.
[29] Cfr. Mt 3, 9; 11, 12; 21, 48; 22, 5-10; 24, 14; 28, 19.
[30] Per viam eremi, dice el Pseudo-Mateo, 17, 2.
[31] Acerca de las peripecias legendarias de este viaje, cfr. el Evangelio árabe de la Infancia, 9, 25; el Evangelio de la Natividad de María, 17-24.
[32] Acerca de las peripecias legendarias de este viaje, cfr. el Evangelio árabe de la Infancia, 9, 25; el Evangelio de la Natividad de María, 17-24.
[33] Esta última cifra es la de la liturgia etiópica y de los menologios griegos, que aplican a la letra, aunque por error, a los Santos Inocentes el texto de Apc 14, 1, que la Iglesia canta el día de su fiesta.
[34] Jer 31, 15.
[35] Jer 40, 1.
[36] Gn 35, 19.
[37] JOSEFO, Ant., 17, 8, 1.
[38] JOSEFO, Ant., 17, 6, 5.
[39] JOSEFO, Ant., 17, 8, 3; Bell. jud., 1, 33, 9.
[40] Mt 2, 13.
[41] Estas últimas palabras son probable reminiscencia del Ex 4, 19, donde las emplea Dios para decir a Moisés que podía volver a Egipto. Están en plural de majestad, para designar a Herodes o al Faraón; o en de categoría (los perseguidores de Jesús o de Moisés).