Vida de Jesucristo. Louis Claude Fillion. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Louis Claude Fillion
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788432151941
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igualmente en su nacimiento, deberá prepararse para su misión por medio de una vida penitente. Según la expresión técnica usada por los antiguos hebreos, será, pues, a lo menos parcialmente, un nazir, y a título de tal se abstendrá de todo licor fermentado[18]. Por lo demás, no será esto más que una muestra de sus ásperas mortificaciones, de que más adelante nos trazarán los evangelistas una vigorosa descripción.

      Revestido del espíritu y fuerza de Elías, conseguirá Juan reconstruir la unión moral, que en parte había desaparecido, entre los tiempos antiguos y los nuevos, entre los patriarcas y sus descendientes, muchos de los cuales habían degenerado de modo lamentable. De esta suerte preparará al Mesías un pueblo perfecto, digno de Él y de sus maravillosas bendiciones.

      El mensajero divino concedió al punto a Zacarías la señal deseada; pero esta señal era también un castigo: «He aquí que quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no creíste en mi palabra, que se cumplirá a su tiempo.» Otros personajes del Antiguo Testamento, como Abraham, Gedeón, Ezequías, habían pedido una señal en circunstancias análogas, sin incurrir en castigo. ¿Por qué Zacarías es tratado con tanta severidad? El ángel, al demostrar que había leído hasta el fondo del alma del sacerdote, puesto que conocía el objeto de su oración íntima, se había acreditado por lo mismo como enviado de Dios. Había merecido, por consiguiente, ser creído por su palabra. Recayó, pues, el castigo no sobre la oración, sino sobre la duda de Zacarías.

      Episodio suavísimo, celestial, que sirve de base al majestuoso edificio de la fe cristiana. Si el nacimiento de Juan Bautista puede ser comparado, en cierto sentido, con el de Isaac y con el de varios otros personajes de la historia israelita, el de Nuestro Señor Jesucristo sólo tiene semejanza —¡y qué semejanza tan lejana!— con la creación de Adán. ¿No es Jesús, por lo demás, según la magnífica doctrina de San Pablo, un segundo Adán, aunque infinitamente superior al primero? Por eso, si el primer hombre salió inmediatamente de manos del Criador, que directamente le comunicó la vida, también el Mesías Hijo de Dios hará su entrada en este mundo de manera por extremo maravillosa. Era necesario, según el plan divino, que perteneciese a la raza de quienes venía a salvar; pero una conveniencia de orden superior exigía que el estrecho lazo que le iba a unir con los hombres no se formase según las leyes ordinarias de la naturaleza. La sabiduría increada resolverá este problema por un procedimiento digno de ella. Una mujer concebirá y dará a luz al Cristo sin dejar de ser Virgen. De esta suerte la cabeza de la nueva humanidad estará realmente unida por la carne y la sangre con los que venía a regenerar, y al mismo tiemo, aun por este lado, conservará sobre ellos superioridad inmensa, gracias a un privilegio único en la historia.

      Tal es el tema general del magnífico relato que vamos a exponer bajo la dirección de San Lucas. Dos maneras hay de contar las cosas grandes. La primera consiste en elevarse cuanto sea posible a la altura y adoptar un estilo imponente y sublime. La segunda, que suele ser la mejor cuando se trata de los misterios divinos, se contenta con la exposición sencilla de los acontecimientos, dejando que ellos se hagan valer por sí mismos. El evangelista siguió aquí este segundo método. Nada más sencillo, ni más fresco, ni más virginal que su relato de la Encarnación del Verbo.