Vida de Jesucristo. Louis Claude Fillion. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Louis Claude Fillion
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788432151941
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      [133] El Salterio de Salomón, los libros sibilinos, Filón, etc.

      [134] Las Apocalipsis de Bar y de Esd, etc.

      [135] Rasgos semejantes leemos en el Apc de S. Jn 21, 15-21; pero son manifiestamente simbólicos.

      PARTE SEGUNDA

      LA INFANCIA

      CAPÍTULO I

      EL VERBO EN EL SENO DEL PADRE

      Más adelante habremos de estudiar las principales pruebas que en los Evangelios demuestran de modo perentorio la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Conviene, sin embargo, desde ahora citar íntegro el grandioso prólogo por el cual el evangelista San Juan introduce desde el umbral mismo de su narración el augusto personaje, cuya historia se propone contar brevemente.

      »Hubo un hombre, enviado de Dios, cuyo nombre era Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por Él. No era Él la luz, sino el enviado para que diese testimonio de la luz; la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene al mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue por Él hecho, y el mundo no le conoció. Vino a su propia casa, y los suyos no le recibieron. Pero a cuantos le recibieron les dio potestad de hacerse hijos de Dios: a los que creen en su nombre, los cuales no han nacido de sangre ni de la voluntad de la carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros —y nosotros hemos visto su gloria, gloria cual correspondía al Unigénito engendrado del Padre— lleno de gracia y de verdad. De Él da testimonio Juan, y clama diciendo: Éste es de quien yo decía: El que ha de venir después de mí ha sido antepuesto a mí, porque existía antes que yo. Y de su plenitud hemos recibido todos nosotros, y gracia por gracia. Porque la ley fue dada por Moisés: la gracia y la verdad han venido por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto nunca: El Hijo Unigénito que está en el seno del Padre es quien le ha dado a conocer.»

      He aquí lo que era Cristo antes de su encarnación, y al «hacerse carne», de ninguno de los atributos se despojó. Así es que el apóstol San Juan proclama, con verdadero acento de triunfo y de amor, la inmensa dicha que le fue concedida, lo mismo que a los otros discípulos, de contemplar, bajo la humilde envoltura de nuestra humanidad, al Hijo eterno y único del Padre.

      No carece de interés anotar en este lugar que San Juan, acabando su Evangelio como lo había comenzado, tiene cuidado de decir (XX, 31), que lo ha escrito para demostrar que «Jesucristo es el Hijo de Dios».

      [1] Es decir, al comienzo del mundo creado; por consiguiente, en el momento de la creación. El escritor muestra al Verbo eterno, existiendo en el Padre y con el Padre, cuando ninguna criatura había recibido vida todavía.

      [2] Denominación de notable belleza y profundidad, que designa a Jesucristo como la palabra interior y sustancial de Dios Padre, como su sabiduría e inteligencia infinitas. No se emplea más que en el cuarto Ev 1, 1. 14, y en 1 Jn 1, 1, Apc 19, 13.

      [3] In Joannem tract., 36. Cfr. SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homil. I in Joan., n.º 2.

      [4] Fil 2, 6-11.

      EL MESÍAS REVELADO A ISRAEL POR LAS PROFECÍAS MESIÁNICAS

      Aunque permaneciendo oculto en el seno de su Padre, el Verbo encarnado, el futuro Mesías, no dejó de anunciar paulatinamente su venida durante el largo período de preparación que transcurrió desde la caída de nuestros primeros padres hasta la bendita hora de su encarnación. Lo hizo, sobre todo, por medio de una sucesión gradual de oráculos de índole singular, a los que se ha dado el nombre de profecías mesiánicas. Forman éstas una admirable cadena de testimonios cuyo primer eslabón fue colocado, por decirlo así, en la mano del mismo Adán, mientras que el último anillo se une directamente al Mesías por el intermedio de su precursor Juan Bautista. Es una larga serie de rayos luminosos, que alumbran sucesivamente a manera de brillantes faros todas las épocas de la historia anterior a la venida de Cristo. Son voces sonoras que, una tras otra, claman por orden y bajo la inspiración de Dios: Vendrá el Mesías, tened confianza; ya viene, preparaos a recibirle; ya ha venido, acogedle dignamente.