[94] FILÓN, De victimis, 3.
[95] Cfr. Mal 1, 11; Hb 9, 11-10, 18.
[96] En griego γραμματεῖς (grammatẽıs). Es el equivalente del hebreo sõferim.
[97] San Lucas emplea frecuentemente este título de νoμικoί (nomikoi).
[98] En griego νoμoδιδάσκαλoι (nomodidáskaloi). Josefo recurre a veces a la perífrasis: «in- térpretes de las leyes paternas».
[99] Esd 7, 6, 11; Ne 8, 1, 4.
[100] Jerus. Berachoth, f. 3, 2.
[101] Pesachim, 49, a.
[102] Joel 2, 13.
[103] Rom 10, 2.
[104] ANTÍGONO DE SOCO, tratado Aboth, 3, 3. Cfr. Lc 17, 10.
[105] Mt 5, 33-37; 23, 16-22.
[106] Act 22, 3.
[107] Aboth, 2, 3. Según otro proverbio rabínico, un excelente discípulo no debe ser ni como el embudo, que deja escapar por un extremo lo que por el otro recibe; ni como la esponja, que guarda todo, hasta las impurezas de los líquidos; ni como el filtro, que deja pasar el líquido y conserva la hez, sino como la criba, que despide la cascarilla y el polvo y se queda con el grano bueno.
[108] Nacido el año 112 a. de J. C., vivió hasta una edad muy avanzada.
[109] Bab. Schabbath, 31, a.
[110] * Ya en Filón (cfr. Quod omnis probus liber, 12-13) y en Flavio Josefo (cfr. De bellis iudaicis, 2, 8, 2-13) tenemos noticias de los esenios. También el historiador latino Plinio el Viejo (cfr. Hist. Natur., 5, 17) habla de que habitaban el desierto, sin mujeres y cerca de las palmeras. Hoy conocemos dónde y cómo vivían. Su fama actual se debe a los descubrimientos de numerosos manuscritos que, cuando el asedio romano de los años sesenta, escondieron los esenios en las cuevas (Qumrán en hebreo) de los acantilados del mar Muerto. El interés por esos escritos estriba en que son de la época de los orígenes del cristianismo. Estos verdaderos monjes del desierto habitaron a orillas del mar Muerto desde el siglo II antes de Jesucristo hasta los años 60 de nuestra Era. Sin embargo, muchos de sus escritos fueron redactados en la misma fecha en que comienzan a recopilarse las tradiciones sobre los hechos y los dichos de Jesús. Reflejan, además, el modo de vivir y pensar de la época que antecede y sigue de forma inmediata al nacimiento de Cristo. De ahí que la literatura de Qumrán acapare todavía el interés de los exégetas bíblicos. Aunque es posible el contacto con el cristianismo naciente, sobre todo a través del Bautista, su doctrina sobre el desprecio por el mundo, del que huyen para no contaminarse, difiere profundamente del mensaje evangélico que inculca lo contrario, meterse en la entraña del mundo para transformarlo. Por otro lado, los esenios se preparaban para la llegada del Mesías, mientras que los cristianos celebraban su venida.
[111] 1 Mc 2, 43-43. Cfr. 2 Mac 14, 6, etc.
[112] 2 Mac 14, 38; ἀμιξία (amixía). La traducción de la Vg continentia, es algo vaga.
[113] 2 Sam 8, 17; 1 Re 1, 8; 2, 35, etc.
[114] Esta derivación del nombre de los saduceos es simplemente hipotética; pero parece preferible, en el aspecto etimológico, a la que lo relaciona con la palabra tsaddîa (justo), pues el plural de este adjetivo es tzaddikuim y no tzeduquim. En este segundo caso, los saduceos habrían indicado que se contentaban con practicar la justicia (es decir, la santidad) legal, sin ir más lejos.
[115] Mc 7, 2-4.
[116] Ant., 12, 10, 5; 17, 11, 4.
[117] Ant., 13, 10, 6; 18, 1, 4.
[118] Mt 22, 23; Mc 12, 18; Lc 20, 27. JOSEFO, Bell. jud., 2, 8, 14; Ant., 18, 1, 4.
[119] Ant., 13, 10, 6; 18, 1, 4.
[120] Tratado talmúdico Yadaim, 4, 6, 27.
[121] Ant., 20, 9, 1. Cfr. el tratado Yadaim, 4, 76.
[122] Mc apunta indirectamente este hecho (8, 15), hablando de la levadura de Herodes, mientras Mt 16, 6, menciona la levadura de los saduceos.
[123] Pirké Aboth., 1, 2.
[124] JOSEFO, Bell. jud., 6, 5, 2-3.
[125] Sal 49, 8.
[126] En particular el Schemoné Esré, compuesto, como lo indica su nombre, de «diez y ocho» invocaciones.
[127] Cfr. Lc 18, 12. TÁCITO, Hist., 5, 4, habla de estos ayunos, y el emperador Augusto, según SUETONIO, August., c, 76, se ufanaba en cierta ocasión de haber ayunado «como un judío».
[128] Aún hoy toda habitación israelita tiene su mezuza, que se toca al entrar. Hasta se llevan consigo algunas muy diminutas, de oro o plata.
[129] Jn 7, 19.
[130] Mt 9, 36; Mc 6, 34; Jn 10, 8, 10, 12-13.
[131] A este número pertenecen, entre otras, las grandiosas descripciones que hizo Isaías de la edad de oro mesiánica. Cfr. Is 35, 10; 40, 9-11; 41, 1-2, etc.