Vida de Jesucristo. Louis Claude Fillion. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Louis Claude Fillion
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788432151941
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inesperadas consecuencias: ésta, por ejemplo: que nada era más honroso para un israelita acomodado que dar su hija en matrimonio a un doctor de la ley[101]; o esta otra: que si un judío viera a su propio padre y a un doctor de la ley en grave peligro debería socorrer al doctor en primer lugar. Hombres falibles, de miras imperfectas y con frecuencia ambiciosas, se habían arrogado el derecho de completar la revelación divina y hasta el de reemplazarla con doctrinas en parte erróneas.

      Semejante formalismo no podía menos de producir otro funesto resultado: el de poner casi al mismo nivel todos los preceptos y atribuirles igual importancia. Que se tratase de una prescripción capital y de primer orden o que se tratase de una de aquellas bagatelas y sutilezas de que están llenas las páginas del Talmud, lo que se consideraba como esencial era la estricta y rígida puntualidad, de suerte que, con harta frecuencia, lo principal se eclipsaba ante lo accesorio. Así venía a suceder, repitámoslo, que aquella obediencia pasiva, meticulosa, sin entusiasmo, cohibía a las almas, cerrándoles el camino de los generosos heroísmos.

      Y no era esto todo. Desde el momento en que la obediencia exterior y puramente formularia se consideraba como lo esencial, no sólo se preocupaban menos de la modalidad de los actos considerados en sí mismos, sino que se corría el riesgo de obedecer por vana ostentación y hasta por un sentimiento de hipocresía, todavía más culpable. Por los reproches de Nuestro Señor sabemos que los escribas y los fariseos no escapaban a este peligro. ¡Y cuántos les hubieron de imitar en esto! Así se concibe cómo Jesús protestase tan enérgicamente contra la fantaseada santidad de aquellos falsos guías que conducían al pueblo hacia la perdición. Ordinariamente su virtud era superficial, sin fundamento sólido, y más de una vez no era sino hipócrita manto bajo el cual encubrían sus vicios.

      En los Pirke Aboth (I, 1), se dirige a los escribas la siguiente recomendación: «Sed circunspectos en los juicios, reunid muchos discípulos y estableced una valla en torno a la ley.» Hemos expuesto ya este último punto, que era el más importante de los tres. Digamos algunas palabras acerca de los otros dos.

      En calidad de juristas que conocían a fondo la jurisprudencia israelita, los doctores desempeñaban naturalmente el oficio de jueces en los numerosos tribunales del país. Por este mismo título algunos de ellos formaban una categoría especial, y no la menos influyente, en el tribunal supremo del sanedrín.

      Citemos todavía algunas sentencias de varios rabinos antiguos, que valen harto más que sus principios: «El mejor predicador es el corazón; el mejor maestro es el tiempo; el mejor libro, el mundo; el mejor amigo, Dios.» «La devoción no exige que oremos en alta voz; cuando oramos debemos levantar los corazones hacia el cielo.» «Quien pone un freno a su ira, merece el perdón de sus pecados.» Pero esta clase de pensamientos andan como perdidos y anegados en la inmensidad del Talmud. Son como relámpago que brilla un instante y desaparece enseguida. ¡Qué diferentes la enseñanza y el método del Salvador! Los escribas no