Vida de Jesucristo. Louis Claude Fillion. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Louis Claude Fillion
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788432151941
Скачать книгу
de este breve resumen que en algunos sitios de Palestina los judíos tenían que ponerse en guardia contra la influencia pagana, de la cual se habían dejado imbuir, por desgracia suya, en diversas épocas de su historia. Para mejor preservarlos, sus jefes religiosos habían «levantado una valla», según expresión corriente, en torno de la ley, con entredichos y prohibiciones innumerables, que eran, en la vida de los individuos, una singular sobrecarga. Si estas nuevas observaciones hubieran tenido por único fin apartar al pueblo teocrático de toda connivencia con la idolatría, serían dignas de elogio; pero en este punto, como en tantos otros, los escribas cayeron en la exageración por su casuística sutil y con frecuencia ridícula. Así, fundándose en la simple hipótesis de que el vino de los paganos podría haber servido para las libaciones en honor de los falsos dioses, estaba prohibido a todo judío beberlo, y hasta el comprarlo para revenderlo. El cuidado de conservar la pureza legal conducía aún más lejos. En principio todos los paganos eran impuros y comunicaban la impureza. Por este motivo estaba rigurosamente prohibido entrar en sus casas; quienquiera que lo hiciese contraía mancha legal. Con mayor razón se debía evitar el comer con ellos. Cualquier utensilio de cocina, un cuchillo de que se hubiesen servido, debía sufrir una purificación especial. De ahí un embarazo continuo para todo israelita que, viviendo entre los paganos, quisiera permanecer fiel a las prescripciones establecidas por los doctores de la ley. Cuenta Josefo[53] que varios sacerdotes amigos suyos que fueron conducidos a Roma no se alimentaban más que de higos y nueces, por no desobedecer a las tradiciones de sus padres. Igualmente estaba prohibido a los judíos dejar en alquiler sus casas y sus campos a los paganos.

      Punto muy importante en el orden de las relaciones sociales de los judíos en la época evangélica es el de la lengua que se hablaba entonces en Palestina, y, por consiguiente, de la lengua de que se sirvió Nuestro Señor Jesucristo para anunciar la buena nueva a sus compatriotas. No hay género de duda en este particular, pues diversos hechos demuestran evidentemente que este idioma no era otro que el arameo. Es cierto, en primer lugar, que cuando Jesús vino al mundo, el hebreo, desde hacía varios siglos, era ya lengua muerta para casi todos los judíos, hasta el punto de que en la misma Palestina era necesario traducir al nuevo idioma los pasajes del Pentateuco y de los profetas que se leían en el culto oficial. Causa de la sustitución de una lengua por otra fue la deportación de los israelitas en gran muchedumbre a Caldea. En efecto, el arameo se hablaba no sólo en el país de Aram o de Siria, como el nombre indica, sino también en Caldea, donde los judíos desterrados tuvieron que usarlo, si querían ser entendidos por los habitantes. Olvidaron, pues, poco a poco su propia lengua. Por lo demás, esta transformación fue facilitada por la mucha semejanza que existe entre el hebreo y el arameo. Al regresar a Palestina, los desterrados trajeron consigo el nuevo idioma, que vino a ser lengua general del país. Desde entonces el hebrero no fue conocido más que por los doctores de la ley y sus discípulos, que lo aprendían por obligación, a fin de comprender y explicar la Biblia, y que gustosos lo empleaban en sus discusiones sobre los textos sagrados.

      Otro hecho no menos característico demuestra con toda evidencia que el arameo era la lengua de Jesucristo, de sus discípulos y de sus compatriotas. Trátase de la presencia, en los diversos escritos que componen el Nuevo Testamento, de expresiones que, sin género de duda, pertenecen a este idioma. Las palabras Raca, mammona, corban, pascha, Gólgota, Eli Eli lamma sabachtani,